Sociopolítica

El sermón de la montaña: un programa revolucionario

El  pobre en deseos, de corazón limpio, pacífico, bondadoso,  y desinteresado que siente dolor a causa de las injusticias, siente hambre y sed de justicia aunque resulte  perseguido por defenderla;  y que es capaz de sentir compasión por sus semejantes, es el más alto ideal humano descrito hasta la fecha, y su autor es Jesús de Nazaret en su Sermón de la Montaña, el mayor discurso revolucionario para definir a un hombre o a una mujer libres.

El otro discurso revolucionario hacia la libertad que sigue al de Jesús para cambiar el mundo, en este caso el mundo material, es el discurso marxista. En esta línea de liberación material, pero incidiendo más  en  factores éticos y en  la libertad personal, se halla la otra gran propuesta mundial hacia la liberación humana: el pensamiento libertario. Aunque tanto marxistas como anarquistas rechazan la visión espiritual del mundo, es bueno recordar en este punto que los primeros cristianos, que pretendían alcanzar el ideal de perfección enseñado por su Maestro, practicaban el comunismo de bienes. Ellos fueron los primeros comunistas. En cuanto se piensa un poco es normal comprender que semejante conciencia social sólo es posible en la medida que se tengan las cualidades propuestas por Cristo en su Sermón  de la Montaña del que la Iglesia solo habla pero no practicó jamás ni considera realista.

La Iglesia se encargó de acabar tanto con el ideario del Nazareno como con las práctica  comunista de sus seguidores, y en la llamada “semana santa” – esa fiesta abominable-  lo exhiben en la cruz o  muerto como queriendo decir:” hemos conseguido derrotarle y venimos a recordároslo”. Y en las procesiones desfila el poder en todas sus versiones –civiles y militares incluidas- para seguir mostrando contra quién están unidos exhibiendo  el trofeo del Crucificado.

En el  Sermón de la Montaña como ideal revolucionario de liberación sucede, aunque a diferente nivel, lo mismo que con las ideas de Marx, tan lejos de ser realizadas por unos y otros. Las Iglesias por un lado, y los líderes marxistas cuando alcanzan a  tomar  el poder en las naciones por otro, hablan siempre de querer cambiar su país y  el mundo, pero las propuestas de cambio profundo y verdadero de aquellos que hay en sus filas considerados más avanzados y que encarnan las mejores opciones son rechazadas. Y lo mismo sucede en  cónclaves de cardenales que en  comités centrales, respectivamente, sumidos unos y otros en la ceguera por mirar desde el ombligo del poder, que es ciego a la verdad y a la evolución.

Con las excusas del realismo o de la oportunidad, son perseguidos, silenciados o exterminados en todas las épocas los disidentes espirituales o revolucionarios sociales de ambos bandos,- pero lo real es el miedo de los dirigentes a perder poder o prestigio al ser vistos por el pueblo como falsos representantes de lo que afirman. Y el sentido de la oportunidad que ellos esgrimen como justificación de sus actos  no es otra cosa que oportunismo. Así que siempre gobiernan  mediocres con malas artes, pero no sólo en la Iglesia o en un país mal llamado comunista, sino  en todas partes; en todas las iglesias y grupos institucionales, en todos los estados y en todos los países. Todos sirven al mismo señor, que no es Dios, precisamente, y todos miran desde el mismo punto: desde el ombligo  del poder, que siempre es contrarrevolucionario.

La Iglesia católica y el  Sermón de la Montaña.

A un cristiano de buena fe le llama  la atención el poco interés que las Iglesias cristianas en general y la católica en particular conceden a las Bienventuranzas. ¿Es utópica acaso la propuesta de perfección descrita en el Sermón de la Montaña de Jesús que la Iglesia considera irrealizable y deja a un lado? Si así fuese, y puesto que estas enseñanzas forman  el corazón medular del cristianismo, la misión de Jesús como Hijo de Dios habría sido un despropósito, y sus enseñanzas las propias de un idealista lleno de buenas intenciones sin fundamento alguno.

Todo eso se agravaría aún más (y no es poco lo dicho) si consideramos que el Nazareno propone a todo el mundo seguir estos principios. ¿Ingenuo, o embaucador acaso? ¿Vino a este mundo a proponernos algo que no podemos realizar para burlarse de nosotros? ¿Qué maestro simplemente terrenal actuaría así?

El Maestro de maestros vino a este mundo a enseñarnos el camino de la libertad y fue asesinado por instigación de las castas sacerdotales, y la permanente sumisión del poder civil a aquellas, como se ve todavía hoy, pues ni unos ni otros varían sus principios como enemigos de la libertad y de la verdad que les desenmascara. Por eso las máscaras de las iglesias nunca están lejos de la llamada “semana santa” ni de sus rituales del culto. ¿A quién?  Al Mammon, al Becerro de oro.

La tesis de la Iglesia afirmando que el Sermón de la Montaña es utópico no hace otra cosa que revelar el parentesco de esta con aquellas castas que crucificaron a Jesús. Hoy, estos advenedizos del clero volverían a hacer lo mismo si tuviesen la oportunidad. Este es el verdadero rostro de esa Institución que quiere pasar como cristiana y estar dirigida nada menos que por el representante de Dios en la Tierra, pero que en realidad es enemiga de Cristo y representa los valores satánicos, pues al negar el Sermón de la Montaña reniega del fundamento mismo del cristianismo  y por tanto está de parte del contrario a Cristo y al Dios que dicen representar sus Papas.

Y aunque todavía se cuentan por millones los embaucados por esta institución demoniaca (búsquese en Google –vídeos- “Símbolos satánicos del Vaticano”), no es menos verdad que sus templos  son ahora mismo como un reloj de arena: cada día se vacían un poco más. Sus horas están contadas.

¿Acabarán como los bancos, pidiendo un plan de rescate adicional  a los gobiernos que supere el que ya reciben de nuestros bolsillos, queramos o no? Capaces son sin duda:  la austeridad, al igual que las otras propuestas del Sermón de la Montaña, no están entre sus preferencias. Para un seguidor de Cristo, pero igualmente para cualquier persona con capacidad crítica, está claro quién es la plana mayor del Estado Vaticano y quién es su jefe supremo, que no es precisamente el Papa.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.