Sociopolítica

La legitimidad de las Leyes

 

 

A  menudo es motivo de controversia en los medios, en  las relaciones públicas y entre las personas  la distinción entre lo  legal y lo legítimo. Los gobiernos hablan de guerras o leyes legítimas que a menudo no lo son en absoluto.¿Qué criterio  utilizar para establecer la línea que separa ambos campos? Parece que lo más justo, precisamente, sería aplicar el criterio de la conciencia y sus leyes, lo que separaría definitivamente las leyes del ego de las leyes de Dios.

¿Cuántas veces hemos sabido de sentencias judiciales injustas, pero basadas en códigos de leyes del llamado Derecho? Las leyes son normas elaboradas desde los círculos del poder humano, a menudo contrarias  a las leyes de la conciencia  en graves asuntos que conciernen a nuestras vidas y a la vida del Planeta. Tal hecho las convierte en ilegítimas por muy legales que sean. Veamos algunos ejemplos.

 Guerra y pena de muerte.

Dentro de este apartado se encuentran en lugar muy destacado las guerras, crimen legal a gran escala tan cotidiano como inmoral e ilegítimo, la expresión más brutal de la conducta humana, la más degradada y degradante acción para quien la ejerce, la ordena y la consiente en su corazón.

Pero no se acaban los crímenes de los gobiernos con las guerras. Si una  persona es condenada a morir por un tribunal legal es lo mismo que cuando un Estado bombardea un país con el consentimiento de un Parlamento. Todo eso será legal, pero no legítimo, porque se opone al  derecho a la vida de todo ser- incluidos los animales y plantas- y la negación del quinto Mandamiento (“No matarás”), que es ley de rango superior a la de cualquier Parlamento humano sin distinción.

 La pena de muerte, en cualquiera de sus versiones, no  sólo es una aberración para la mente de cualquier persona sensible, y un asalto directo a las leyes de Dios para cualquier creyente,  sino que representa uno de los rostros más sórdidos de la delincuencia legal de los gobiernos que la legislan. Y son muchos. La existencia de guerra y pena de muerte nos muestra la degradada  evolución moral de la humanidad.

 Fabricar armas y comerciar con ellas.

Se encuentra al amparo de las leyes el fabricar y comerciar con armas; y es tan importante este comercio criminal que es una de las  razones principales de las  guerras. Pero fabricar y traficar con la muerte y propiciar el crimen y el asesinato colectivo o personal  no es obstáculo alguno para los gobiernos, que fabrican las armas y las venden, como tampoco para los bancos, que financian su fabricación. Pero no es legítimo financiar, fabricar ni vender armas, ni favorecer las industrias que matan, ni siquiera trabajar en ellas. Eso contradice al “No matarás”, de nuevo el 5º Mandamiento de la Ley de la conciencia. Y no vale la famosa excusa  de “obediencia debida”, a la que recurren tantos torturadores del mundo, tantos maltratadores uniformados y tantos militares genocidas, pues la primera de las obediencias debidas es la obediencia a Dios, nuestro Padre. Y no vale tampoco la excusa de “guerra justa”, que el propio Vaticano defiende como legítima, olvidando, como siempre, que no existe otra legitimidad ni otra justicia que las que nos proponen las leyes divinas que tampoco el Vaticano practica.  Por supuesto, no valen las llamadas “guerras santas”, cruzadas, genocidios u otras tropelías llevadas a cabo por hombres ignorantes y brutales de conciencias dormidas,  bendecidas por el primitivismo de gobernantes y jerarquías eclesiásticas, siempre tan  cerca de todo lo contrario a Dios unos y otros

 Para enmendar aparentemente la ferocidad de sus aparatos militares y hacerlos “digeribles” por las poblaciones, los gobiernos beligerantes  recurren a los llamados “ejércitos de paz”, que es algo así como la cuadratura del círculo. Resulta cínico, cuando no tragi-cómico, hablar de paz  y defensa de los derechos humanos a gobiernos que en nombre de la paz organizan ejércitos y  promueven guerras. Tal actitud contradice al octavo Mandamiento (“No mentirás”). Hablar de “misiones de paz” a ejércitos armados hasta las cejas que no dudan en apoyar al bando más adecuado (que siempre es el de los ricos y poderosos del mundo) para defender los intereses de las grandes multinacionales, que dirigen las reglas del juego podrá ser legal en algunos casos, pero legítimo en ninguno. Y así podríamos continuar con muchos ejemplos.

 No hay excusas legales contra Dios.

 Multinacionales  y grupos financieros

Los consejos de administración de las multinacionales y grupos financieros  que expolian y envenenan los recursos del planeta y arruinan nuestras economías familiares nos están conduciendo al caos climático y energético y llevan al límite las condiciones de habitabilidad y bienestar de miles de millones  en beneficio de unas cuatrocientas  poderosas  familias genéticas y financieras. Todo eso lo hacen amparados por leyes hechas por sus delegados y siervos en los gobiernos corruptos (casi todos) y protegidas por los mecanismos represivos que conocemos, pero sus acciones no son legítimas porque atentan contra nuestro hábitat común, contra la biodiversidad y contra el primero, séptimo, noveno y décimo Mandamientos  que son leyes  de rango superior por ser las leyes de la conciencia.

 Prestamistas y banqueros, que viven de la usura, actúan  amparados por la ley, qué duda cabe. Pero  es ilegítima la usura, por negar   el Séptimo Mandamiento (“No robarás”) que de nuevo es ley de rango superior a la de cualquier Parlamento humano sin distinción.  El olvido de esta ley de la conciencia sustituida por las leyes del mercado que representan la codicia sin control alguno está llevando a este mundo a un desastre cierto.

 Los legisladores que promulgan leyes contrarias a las  divinas, universalmente respetadas por místicos, sabios, y personas inteligentes de buena voluntad en toda la Historia y hoy mismo, así como los jueces que  aplican esas leyes injustas y los gobernantes que las inventan son cómplices de rebelión contra lo más elevado, y se hacen responsables de los daños que provocan. Por ello  un día serán juzgados por el alto tribunal de  su propia conciencia ante la legitimidad de las leyes de Dios. Así se cargan de karma y se atan a la rueda de las reencarnaciones, hasta que despiertan y cumplen las verdaderas leyes: las legítimas. La venda que cubre los ojos del símbolo de la Justicia lleva implícito este otro símbolo: la justicia de este mundo no quiere ver la Justicia de Dios.

 “Haz a los demás lo que desees que te hagan, y no hagas a los otros aquello que no deseas para ti mismo” son verdaderos criterios de legitimidad que ningún legislador tiene derecho legítimo a alterar. Esta es la regla de oro para medir el  nivel moral personal y de la  humanidad, sin la cual no es posible progreso alguno, sino conflictos infinitos, pues no es posible una sociedad avanzada sin que  avance la conciencia de sus miembros. Y la conciencia sólo avanza si lo hace en dirección a Dios. Esta es la legitimidad básica. Los demás solo son componendas y maldad organizada.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.