Sociopolítica

Salvemos la socialdemocracia

El sistema de organización social en el que vivimos es la socialdemocracia.

Ésta se diferencia del socialismo real en dos cosas fundamentales: en primer lugar, la socialdemocracia es socialismo sin crímenes “violentos”. Los dirigentes socialistas de Europa occidental, y tras la experiencia traumática del expansionismo soviético en Europa oriental y central, cayeron en la cuenta que implantar el socialismo mediante la fuerza, el asesinato, el encarcelamiento y la deportación, no aseguraba su permanencia, puesto que los ciudadanos tarde o temprano se rebelarían. Y de esta manera, aceptaron el juego democrático y la vía electoral para llegar al poder.

En segundo lugar, la socialdemocracia se diferencia del socialismo, en que éste último se derrumbó porque no era económicamente viable que toda la población trabajara para el Estado, es decir, que todos los ciudadanos fueran empleados de empresas públicas o funcionarios. Su sistema productivo penalizaba el beneficio y la competitividad, y por tanto, exigía inyección constante de dinero freso para compensar las continuas pérdidas. Por ello las economías de las naciones socialistas de Europa oriental y central vivían en un déficit permanente y dependían de la emisión continua de deuda pública y nueva moneda. Así, en Europa, el bloque socialista se vino abajo cuando se acabó el dinero.

Ante esta evidencia, los líderes socialistas de Europa occidental aceptaron la democracia liberal, en la confianza que podrían transformarla en democracia social, o socialdemocracia. La socialdemocracia en un sistema de organización social cuyo objetivo es el control de la sociedad civil mediante dos estructuras claras: una vertical, el estado del bienestar, y otra horizontal, el sistema de subvenciones como instrumento director de la planificación económica, algo consustancial al socialismo.

Y todo ello está fundamentado en una idea simple pero muy pragmática: una parte de la población está obligada a trabajar en la economía privada, para mantener mediante sus impuestos a la otra parte que vive directamente del estado.  El socialismo resolvió así el problema de la inviabilidad económica que le es inherente y que en el pasado lo llevó a su fracaso.

Este proyecto político además tomó alas y velocidad de vértigo con la creación de la Unión Europea. No porque ésta en sí misma fuera mala, sino porque la UE constituyó el patio ideal para el logro del otro gran objetivo del socialismo: la añorada internacionalización.

Pero el mayor éxito del socialismo en Europa ha sido la conversión de los partidos conservadores de toda Europa a su sistema de organización social.  ¿Y cómo ha sido ello posible? Sencillamente porque los conservadores, que no son tontos, rápidamente visualizaron que todo este sistema quedaba bajo su control y a su servicio si eran ellos los que gobernaban.

En España el PP y el PSOE, ejerciendo el duopolio del voto, se han alternado en el gobierno durante los últimos 25 años, y se han servido de este sistema para ejercer poder político real y coercitivo en la sociedad civil. Esto es, se han valido de ello para observar, controlar y decidir acerca de la vida de las personas y en los aspectos más pequeños y personales, y sobre todo, en lo relativo a su dinero y autonomía económica. Y lo que es más evidente a los ojos de todos nosotros, este sistema constituye el modo de vida y el sustento de la casta política, burocrática y sindical, que son quienes al final, reparten cargos, puestos de trabajo y subvenciones por criterios de afinidad política. Tal y como sucede en los sistemas socialistas.

Lo que la actual crisis financiera ha puesto de manifiesto es que el dinero, aunque no se acaba porque el Banco Central Europeo siempre puede imprimir más billetes, deja de circular, es decir, tiende a ser ahorrado antes que consumido, invertido o prestado. Y ello provoca recesión económica, y por tanto acarrea un formidable desplome de ingresos fiscales necesarios para mantener la costosa socialdemocracia en la que vivimos.

Si el socialismo real se acabó cuando se acabó el dinero, la socialdemocracia en la que vivimos se acaba si se acaban los ingresos fiscales. Y eso es lo que quiere evitar Rajoy.

La primera prioridad de Rajoy, antes incluso que la recuperación económica, es salvar la socialdemocracia, es decir,  salvar el actual sistema de organización social. Y para ello, está decidido a estrujar y coaccionar a los ciudadanos, haciéndoles caer todo el peso de un Estado hipertrofiado y que es un sumidero de gasto improductivo.

En sólo 10 días, el PP ha subido los impuestos aún más de que lo que proponía Izquierda Unida en su programa electoral,  ha recortado la libertad económica, ha implantado un “minicorralito” limitando el uso del dinero en efectivo, y ha decretado la persecución de emprendedores y autónomos, principales creadores de empleo. Y para conseguirlo, Rajoy va a convertir la Agencia Tributaria en la Gestapo de la actividad económica. De la “base imponible” a la “base punible”.

Por todo esto, lo que está detrás de estas medidas, es su firme intención y compromiso de proteger y prolongar el sistema socialista de organización de la sociedad, porque éste en realidad es sólo una herramienta para ejercer el poder sobre los ciudadanos. Porque todos los servicios que provee el estado del bienestar podrían ser desarrollados por la sociedad civil, por los particulares y las empresas, a menor coste y con mayor calidad y efectividad. Y porque las subvenciones son un instrumento para el clientelismo político y el reparto de prebendas, son ineficaces en el estímulo de la actividad económica, y atropellan la igualdad de oportunidades y la libre competencia.

Rajoy, Montoro y De Guindos, ignoran intencionadamente que hay otro sistema de organización social que no incurre en una tributación elevada para los ciudadanos. Y lo ignoran porque si se implantase, el PP y PSOE inevitablemente perderían su poder político y coercitivo sobre la sociedad civil, a pesar de que ello nos permitiría a los españoles acceder a cotas de libertad personal y económica desconocidas para nosotros.

Si se desmontara el estado del bienestar y el sistema de subvenciones, ¿cómo podrían ejercer el mismo poder que tienen actualmente? ¿Cómo podrían acostumbrarse a vivir sin ejercerlo? ¿Cómo podrían subsistir como partidos, y por tanto, como organizaciones de poder? ¿Y qué sería de todas las personas que han parasitado de ello?

Rajoy ha desvelado estos días en qué va a consistir su manera de gobernar durante los próximos cuatro años, y lo tiene bien claro: sacrificar nuestra libertad y nuestro dinero para mantener el sistema de organización social que les asegura el control de la sociedad civil. Lo mismito que hizo Zapatero. Y Aznar. Y González.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.