Sociopolítica

Tontos de hoy en día (I)

Canallas, paletos, chulos, mentirosos, ladrones, macarras, golfos, maleducados, oportunistas, violentos y, sobre todo, tontos. Hay tontos a granel. De hecho, los canallas, paletos, chulos, etc., suelen ser también tontos, por lo que nos encontramos con una gran parte de la población aferrada a la más pavorosa estulticia.

Pero en esta aldea global de los necios, en este inmenso país de la bobería, convendría diferenciar dos grandes grupos: los tontos titulados, de los que hablaré en las siguientes líneas, y los tontos embrutecidos, a los que dedicaré mi atención en una próxima entrega.

Entre los tontos titulados se han de contar no pocos cargos políticos, así como las cabezas pensantes de la mayor parte de los medios de comunicación, sindicatos, centros educativos, asociaciones feministas… A todos ellos se les presupone un cierto nivel cultural e intelectual, pero, en realidad, ni sus conocimientos justifican los títulos que a veces atesoran –licenciaturas, doctorados, cátedras…- ni, por supuesto, su cociente intelectual se ajusta al cargo que desempeñan. Su idiotez consiste, fundamentalmente, en la imposición de lo políticamente correcto a toda costa. Para ello no escatiman esfuerzos, habiendo llegado a construir una monstruosa maquinaria de represión, perfectamente engrasada, concebida para no permitir la más mínima disidencia. Unos pocos ejemplos, basados en su necia contradicción de los principios revolucionarios franceses que se les presumen como referentes, bastarán para ilustrar dicho fenómeno.

En primer lugar, veo obligada la referencia a la feroz persecución que sufren los fumadores. En España hace un año que nos sumamos a la radical prohibición que ya padecían en lugares como Irlanda, Gran Bretaña o un buen número de estados norteamericanos. En efecto, en estos territorios está prohibido fumar en cualquier lugar público cerrado, llegando, en algunos de ellos, a extenderse dicha prohibición a los espacios abiertos, calles incluidas. Todo lo cual deja al descubierto la cerrazón intelectual y la falta de sensibilidad de los políticamente correctos, quienes recurren a la prohibición y la represión para intentar solucionar un problema que debería atajarse, fundamentalmente, con medidas de prevención y concienciación social. Esgrimen cierto descenso en el número de enfermos pulmonares para defender de manera entusiasta la total prohibición. Y si para ello hay que profanar la libertad de algunos ciudadanos, pues se profana. Lo importante -dicen- es el fin. Maquiavélica afirmación la suya. Y es que, además, no conciben soluciones intermedias que salvaguarden tanto el derecho de los no fumadores a no tragar humo como el de los fumadores a tragarlo. Para ellos es más fácil cortar por lo sano, matar moscas a cañonazos.

Curiosa libertad la que proclaman los tontos titulados.

Otro poderoso ejemplo de su estolidez es la enfermiza obsesión por la igualdad entre los sexos. Y es que, en lugar de concentrar sus esfuerzos en que, de una vez por todas, se haga realidad la justa reivindicación femenina de la igualdad de oportunidades, se dedican a imponer estúpidas medidas de paridad sexual, al tiempo que complican el lenguaje de forma tan inútil como ridícula. Pero la estupidez de los planteamientos de las feministas radicales resulta especialmente dañina cuando cuenta con el respaldo gubernamental, lo que se concretó en la aprobación y puesta en marcha de la llamada Ley de violencia de género, en la que, lejos de lograr poner fin a la pandemia criminal de los maltratadores, se incurre en la más palmaria inconstitucionalidad al tipificar como delito el hecho de que un hombre golpee a una mujer, mientras que, si es una mujer la que golpea a un hombre, dicha acción es considerada una mera falta.

Curiosa igualdad la que preconizan los tontos titulados.

Pero aún más sangrante que los dos anteriores resulta otro terrible fenómeno consentido por estos gerifaltes de la memez: la indefensión ciudadana ante la criminalidad. Estamos hartos de leer y escuchar noticias de violadores o asesinos que reinciden en sus prácticas criminales aprovechando los beneficios de un permiso carcelario o, directamente, su reconquistado estatus de libertad al haber cumplido una pena reducida merced a su sincero arrepentimiento y su ejemplar comportamiento durante el periodo de reclusión. Y si se da el caso de que el sujeto es menor de edad -tierna criatura de diecisiete años que no sabe que matar es malo-, tendrá toda la protección que le brindan unas leyes hechas a su medida, pues hay que compadecerlo como víctima de una cruel sociedad que lo ha hecho así, revoltoso, cosa que tendrán que entender los padres de la chica a la que pegó, violó, mató y descuartizó, con la ayuda de otros coleguillas, aquella noche de juerga y borrachera. Y ante estos casos, ya sean protagonizados por menores o mayores de edad, los tontos titulados no quieren ni oír hablar de cadena perpetua, ni siquiera de la revisable, porque por encima de todo está la reinserción social. Faltaría más.
Curiosa fraternidad la que enaltecen los tontos titulados.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.