Sociopolítica

Una sentencia intolerable

 

Con una sorprendente celeridad se han lanzado a la calle miles de ciudadanos en toda España para protestar por una sentencia judicial. Y es que no se trata de un asunto baladí: se trata de una sentencia que condena a un juez a ser expulsado de la carrera judicial acusado de actuar contra una ley en cuya interpretación no existe consenso entre los jueces españoles. Por tanto, se trata de una cuestión discutible que, por serlo, no justificaría  tan dura sentencia. Su dureza incluye en este caso la coletilla de “no recurrible”, lo que  añadido al desprecio mostrado por el duro tribunal  a valorar  pruebas presentadas por el acusado en su defensa, arroja sobre los jueces acusadores  serias dudas de imparcialidad y la sospecha compartida por miles de ciudadanos en todo el país de que se trata de un linchamiento por medio de una sentencia envuelta en sospechosa suciedad. Más sospechosa aún si tenemos en cuenta que la causa contra el juez Garzón se movió precisamente a instancias de los acusados por él en el caso Gürtel. Si pensamos un poco encontramos serios asuntos: ninguno de los acusados por el escándalo Gürtel –que aún colea- se ha sentado en el banquillo, pero el juez acusador ha sido expulsado de la carrera judicial precisamente por la causa promovida por los presuntos delincuentes a los que pretendía desenmascarar. O sea: el mundo al revés y la idea  de justicia en España  por los suelos, y eso que ya estaba bajita.

Pero los juicios no han terminado. Aún quedan pendientes dos, y uno de ellos igualmente promovido por los presuntos delincuentes Gürtel sobre si cobró indebidamente clases en una Universidad norteamericana. A pesar de que  el señor Garzón ha presentado pruebas y testigos a favor de su inocencia, estas no han sido valoradas y le obligarán a sentarse de nuevo en el banquillo. Un síntoma más de encono y desprecio a quien debieran considerar los jueces que juzgan a un compañero, al menos un compañero ejemplar en la aplicación del Derecho  que todos coinciden en respetar, solo que en este caso de diferente y discutible  manera contra el acusado.

Aún más escabroso aparece el último de los tres juicios con que se pretende hundir del todo la honradez del señor Garzón. Se trata, como saben los lectores, de la acusación por intentar investigar los crímenes del franquismo. Crímenes que permanecen impunes a pesar de los años de democracia en España, y a pesar de que el mismo Garzón sentó en el banquillo al dictador Pinochet y a algunos verdugos latinoamericanos porque el crimen es delito que no prescribe.

Pero en España quieren que los crímenes prescriban. ¿Quiénes? Los herederos ideológicos de los mismos que fusilaban en las tapias de los cementerios, llenaban las cunetas de tumbas sin nombre, encarcelaban y torturaban por pensar de otro modo y convirtieron al país en un erial por la Iglesia inquisitorial, los caciques y los fascistas, y son precisamente estas las fuerzas que durante el mandato del PSOE han promovido las manifestaciones de obispos, las visitas del Papa y ahora uno de sus  “sindicatos” devocionales quieren evitar que se conozcan los nombre de los  asesinos, y de sus víctimas que yacen en las cunetas esperando ser rehabilitados sus nombres y enterrados sus huesos con dignidad.

Para evitar que tal cosa suceda, quieren condenar al juez que lo pretende por aplicar  una ley – la Ley de la Memoria Histórica- que no viene a ser otra que un intento de rehabilitar el buen nombre de las víctimas causadas por el fascismo y declarar nulos sus juicios sumarísimos.  Que  el  juez Garzón sea rehabilitado para poder llevar a cabo esta tarea es en el fondo lo que ahora mismo solicita la ciudadanía española manifestándose a favor del único juez que ha sido capaz de enfrentarse- ya vemos con qué resultado- al fascismo en España. Es fácil sospechar que tras las apariencia de la fría oficialidad anidan sentimientos odio, celos, envidia, revanchismo, y miedo a ser descubierta la verdad  que son el motor  real que empuja a juzgar a un Juez ejemplar en este país.

Esto  nos hace sospechar la existencia de corrientes subterráneas que amparadas ahora por un gobierno simpatizante con ellas quieren hacernos ver lo blanco negro castigando al acusador en lugar de hacerlo a los acusados. En este país, matar al mensajero tiene una larga historia. Recuerden –por aquello de no perder la memoria histórica- a Lorca, Miguel Hernández, y la larga lista de poetas, escritores, artistas, y gentes honradas que fueron asesinadas, encarceladas, desterradas  u obligadas a exiliarse si querían vivir.

Que este pequeño escrito sea un homenaje para todos ellos y para quienes defienden su memoria.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.