Ciencia

Los peligros del mecenazgo privado en la investigación sanitaria

Se extiende una visión mercantil del conocimiento. Ésta sostiene que, como la investigación produce beneficios y las empresas privadas buscan esos beneficios, éstas favorecen la investigación. La trampa está en la polisemia del término “beneficio” que, en investigación científica, es un progreso en los conocimientos, y el que buscan las empresas es el monetario. No existe una relación unívoca entre progreso científico y rentabilidad económica.

Esto también ocurre en el terreno de la salud. Es más: el mecenazgo exclusivo del sector privado puede frenar la difusión de aquellos medicamentos más baratos y eficaces que puedan causarles un perjuicio en la cuenta de resultados anuales. La investigación biomédica financiada por el sector privado suele adolecer del sesgo conocido como “intención de tratar”, que consiste en diseñar los estudios de modo que no contemplen la ausencia de tratamiento como opción posible. No olvidemos que las empresas farmacéuticas no son ONG’s.

Un ejemplo. En el año 2008 la doctora Klaus y sus colaboradores publicaron un estudio científico de máxima calidad sobre un tratamiento para la depresión severa, cuyos efectos a) eran superiores al placebo; b) eran igualmente efectivos que los antidepresivos estándar; c) y presentaban menos efectos secundarios que los antidepresivos estándar. Puede sorprender que el medicamento en cuestión no fuera un fármaco, sino un extracto vegetal de la Hierba de San Juan (Hypericumperforatum). Pero no deja de ser desconcertante que su incuestionable efectividad no la haya postulado como alternativa al imparable aumento del consumo de antidepresivos, que se ha triplicado en países como España en los últimos diez años.

Uno más. La DNAsa es un fármaco utilizado para el tratamiento de la afectación pulmonar en los pacientes con fibrosis quística. Inhalado, facilita la expulsión de las secreciones espesas de estos pacientes, y mejora su pronóstico. Un estudio en 2005 y otro en 2006 demostraron que el suero salino hipertónico (agua con sal, para entendernos) era tan eficaz o más que la DNAsa en estos pacientes, mucho más barato, y con muchísimos menos efectos secundarios. Contra toda lógica, una revisión de 2007 mostraba que sólo 284 pacientes habían sido sometidos a ensayos clínicos con suero salino hipertónico, mientras que 3660 habían participado en ensayos con DNAsa. Parece fácil adivinar qué rama de la investigación estuvo patrocinada por la “colaboración público-privada”. Aún en nuestros días, en una de las últimas guías de práctica clínica de 2011 para el tratamiento de los niños con fibrosis quística, se seguía recomendando como mucolítico de elección la DNasa, pese a reconocer que “un tercio de los no respondedores a DNasa aumentan su función pulmonar con suero salino hipertónico”.

Sería ingenuo defender que aquel médico que investiga las bondades del suero salino hipertónico tendría las mismas facilidades para comunicar sus resultados en foros internacionales y congresos que aquel cuyos resultados favorecieran a un mecenas privado. Muy al contrario, es ésta la raíz de un segundo sesgo, el de publicación: los estudios con resultados que favorecen a los mecenas privados tienen más representación en la literatura científica, lo que supone un mayor peso en los protocolos clínicos que han de guiar la buena praxis médica.

¿Acaso la ética tiene que mantenerse a costa del bolsillo del que la defiende? ¿Nos podemos permitir que el modelo de investigación de patrocinio empresarial nos prive de las posibilidades que nos ofrece la naturaleza? ¿O acaso debemos permitir que se patente el uso del agua con sal en justa contrapartida?

La apuesta decidida de la administración pública por la investigación le permite al científico la independencia absoluta en sus conclusiones, y le da plena libertad para investigar todo aquello que su intuición le sugiera. Si delegamos la financiación de la ciencia en aquellos que han de rentabilizar su inversión, deberemos resignarnos a que los tratamientos y procedimientos que no generen beneficios duerman para siempre el sueño de los justos.

Teodoro Martínez Arán
Médico

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.