Sociopolítica

Las personas sin hogar están ahí porque nuestro actual modelo social falla

Son personas

En Madrid hay al menos 600 personas que duermen en la calle. Esta cifra fue recogida por los voluntarios de distintas entidades en el último recuento de 2010. Antes de poder calibrar el impacto de la actual crisis. Pero, ¿a cuantas personas no dejaron de contar, que se encontraran en parques, obras, inmuebles vacíos y otros lugares menos reconocibles que un portal o un banco de una plaza? ¿Y cuantas, porque su aspecto no se correspondía con el estereotipo, no fueron identificadas como sin hogar?

A las personas que duermen en la calle podemos sumar las casi 1.400 alojadas en plazas de albergue y otros recursos. Todavía no tendremos una idea aproximada de cuántas personas sin hogar hay en la capital de España. En Europa empleamos una tipología llamada ETHOS para definir el sinhogarismo. Trece categorías repartidas en cuatro grandes grupos: Sin techo, sin vivienda, con vivienda insegura y con una vivienda inadecuada. Engloba lo que hemos llamado pisos patera, “camas calientes”, instituciones de distinto tipo, viviendas provisionales, ocupadas o con notificación de desahucio, asentamientos chabolistas y un largo etcétera. Pero, ¿a cuántos individuos? ¿Cuántos proyectos vitales frustrados?, ¿cuántos derechos fundamentales vulnerados? ¿Cuántos sentimientos y emociones, cuánta tristeza nos esconden las cifras? Las que tenemos y las que no queremos tener.

Conviene detenerse en el significado de las palabras. Oponer “persona” a mendigo, indigente, vagabundo, pordiosero, alcohólico, vago, o cualquiera de los términos peyorativos con que habitualmente nos referimos a las personas que duermen en la calle. Oponer “hogar” a techo; vivienda a albergue. Y recordar que las palabras no sólo definen la forma en que cada uno de nosotros entendemos la realidad, sino también la forma en que la construimos y la compartimos. Las personas sin hogar están ahí porque nuestro actual modelo social falla. Porque el engranaje, en su giro, las empuja fuera.

Como ciudadanos, no sólo tenemos derechos. Tenemos también responsabilidades que asumir de forma consciente y reflexiva. Necesitamos entender que no sólo es un problema de las administraciones, sino también nuestro. Porque las necesidades básicas son algo más que techo, ropa y comida. También lo son el afecto y las relaciones. Necesidades que los profesionales y los recursos sociales no pueden cubrir solos. Por eso es tan importante el voluntariado como ejercicio responsable de ciudadanía. Un voluntariado que salga al encuentro del otro, del igual, no para prestarle un servicio, sino para acompañarle, para que no esté solo. Aceptándolo incondicionalmente, sin juzgar, ni tutelar, ni dirigir.

Asumiendo el riesgo que implica establecer una relación afectiva cuyos límites no son siempre fáciles de mantener y que con frecuencia nos enfrentan a situaciones que nos violentan y nos obligan a replantearnos nuestros propios presupuestos éticos y morales. O nos duelen. Pero para el que todos estamos capacitados.

El voluntariado con personas sin hogar no necesita héroes, ni mártires. Sólo necesita compromiso. Con las personas a las que vamos a atender y con la organización en la que vamos a hacerlo en primer lugar. Y sobre todo, con promover un cambio social. Las relaciones entre las personas sin hogar y el resto de los ciudadanos suelen ser hostiles, pero podemos cambiarlas. Convertirlas en oportunidades de inclusión. Explicando la realidad que hay detrás de los estereotipos. Por ejemplo, que los recursos sociales no son suficientes, ni adecuados, ni enfocados hacia el acceso a la vivienda como paso necesario a la integración plena. O que las personas sin hogar no necesitan sólo compasión ni caridad, sino ser reconocidos como ciudadanos y poder ejercer derechos y asumir responsabilidades que, hoy por hoy, les son negadas. O que el sinhogarismo, al menos en su expresión extrema, la situación de calle, puede erradicarse. Algo que reconoció el Parlamento Europeo en una declaración escrita aprobada en abril de 2008, en la que proponía como fecha para conseguirlo, el año 2015. Quedan tres años y mucho por hacer, casi todo. El voluntariado es una de las mejores formas de asumir, cada uno de nosotros, la parte que nos toca.

Jesús Sandín de Vega
Responsable del programa de voluntariado con personas sin hogar de Solidarios para el Desarrollo

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.