Sociopolítica

El cazador cazado

Puro infortunio. Nefasta casualidad. ¿Cuántas veces se habrá ido de caza nuestro rey? ¿Cuántas veces lo habrá hecho lejos de nuestras fronteras? ¿Cuántas veces se habrá olvidado de informar de ello al ejecutivo? Seguramente, más de una y más de dos. Pero en esta ocasión una desafortunada y tonta caída lo ha delatado. Al parecer, el accidente no aconteció en la apasionante persecución de ningún paquidermo, sino que tuvo lugar de una forma mucho más prosaica. Mala suerte, desde luego. Y también casualidad. Pero es que de casta le viene al galgo. Conocida es la proverbial afición de los borbones a la caza, entendiéndose ésta en su sentido más amplio y en la totalidad de sus acepciones, lo que me lleva a pensar en el famoso refrán: “Quien a los suyos se parece, honra merece”. Pues eso, que nuestro monarca es muy Borbón. Borbón por los cuatro costados. Borbón para lo bueno y para lo malo. Borbón con acento en la “o” -en la segunda, se entiende-. Su padre era un cazador de los mares. Su abuelo lo era de amplio espectro. Y su tatarabuela donde ponía el ojo ponía la bala. Antaño era costumbre retratar a los monarcas en escenas de caza. Recuérdese el cuadro de Goya protagonizado por un sonriente Carlos III vestido para la ocasión y acompañado por un plácido perro. La fotografía de nuestro rey posando junto a un desventurado elefante es hoy la truculenta heredera del amable lienzo goyesco. Como reza la fachada del Palacio de la Secesión de Viena: “A cada época su arte y al arte su libertad”. Pues eso.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.