Ciencia

La alantoína de Aloe vera o de la baba de caracol

Entre las maravillas sin cuento (es un decir) que nos ofrecen los espacios de teletienda (¡llame ya!), basados en increíbles descubrimientos, nos encontramos a menudo con las cremas revitalizantes basadas en baba de caracol. Lo que normalmente nos provocaría náuseas, como es embadurnarnos con baba de ese simpático molusco gasterópodo, se convierte, gracias a la magia de la teletienda, en objeto (y caro) de deseo. A diferencia de otros artículos ofrecidos en estos foros, algo de verdad hay en el efecto regenerador de la piel que posee la baba de caracol, aunque, como veremos, no es oro (ni baba) todo lo que reluce.

Otro de los remedios casi milagrosos para la piel que se menciona a menudo, es el empleo de extractos de Aloe vera. Estas cremas han alcanzado un mayor nivel de respetabilidad, saliendo de la teletienda para ir a parar a la cosmética de gran consumo, que podemos encontrar en las estanterías de nuestro supermercado habitual. De nuevo, la publicidad de los efectos beneficiosos del Aloe vera no es engañosa, y se basa en efectos reales de determinadas sustancias sobre la piel.

El problema, ¡ay!, es que no hay caracoles ni plantas de Aloe vera suficientes en el mundo para rellenar los millones de tarros de crema, cremas de afeitar, lociones para después del afeitado, champús, barras pintalabios, pasta dentífrica, y un largo etcétera, que se comercializan utilizando estos reclamos. ¿Cuál es entonces la realidad de muchos de estos productos milagrosos?

LA ALANTOÍNA, UNA MOLÉCULA DE DESECHO MUY APROVECHABLE

La alantoína es una molécula que se encuentra en muchos animales y plantas. En los mamíferos, aparece a menudo en la orina como producto de desecho del metabolismo de las proteínas. La alantoína está compuesta por dos moléculas de urea, que junto con el ácido úrico y el amoníaco, completan la serie de substancias a través de las cuales los distintos tipos de animales (peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos) excretan el exceso de nitrógeno.

Pero, lejos de ser una molécula inútil, la alantoína posee interesantes propiedades sobre la piel. Es un cicatrizante natural y ayuda a desprenderse de las células muertas, acelerando el crecimiento de tejido sano y mejorando, además, su hidratación.

La alantoína se ha encontrado en la raíz de consuelda, una planta cuyos efectos cicatrizantes y regeneradores ya eran conocidos por los griegos, y es en gran medida la responsable de dichos efectos regeneradores. ¿Dónde más podemos encontrar la alantoína? Lo habéis adivinado: en el Aloe vera y en la baba de caracol, desde donde también ejerce los mismos beneficiosos efectos.

Pero lo bueno de la ciencia en general y de la química en particular es que, una vez identificado el agente responsable de una actividad, podemos estudiarlo de forma individual, aislándolo de todas las demás substancias que se encuentran en los extractos naturales. Así, se ha podido determinar que la alantoína es una substancia no tóxica, no irritante y no alergénica, y su uso como agente protector de la piel es seguro en preparados que contengan entre un 0,5 y un 2% de concentración. Además, la alantoína puede fabricarse fácilmente a partir de urea y otros precursores sencillos, en escala de toneladas. Esta alantoína sintética es indistinguible de la que se obtiene de las plantas, caracoles u orina, y posee las mismas propiedades. Para un químico, no tiene sentido hablar de alantoína natural o sintética. Ambas son la misma y única molécula.

Así, una vez liberados de la tiranía de la Naturaleza, podemos concentrarnos en como obtener alantoína de forma eficaz, barata y sostenible. En nuestro grupo de investigación del ISQCH hemos trabajado muchos años en colaboración con empresas interesadas en la producción de distintas substancias, entre ellas la alantoína. En el transcurso de una tesis doctoral financiada por una de estas empresas, pusimos a punto un procedimiento muy eficaz para la producción de alantoína, de forma que la próxima vez que use esa crema cosmética o ese gel “aftershave”, la alantoína que regenere su piel quizá se haya obtenido utilizando este procedimiento, sin molestar a ningún caracol ni arrancar ninguna planta.

PERO, LO NATURAL SIEMPRE SERÁ MEJOR, ¿NO?

Pues, depende. En el caso de la baba de caracol, un estudio del la IFC (Industrial Farmacéutica Cantabria), una federación de empresas especializadas en dermatología, avala su eficacia, pero solo si las secreciones se han extraído cuando el animal estaba estresado. Parece difícil imaginarse un caracol estresado, pero resulta que, sometido a estímulos externos como radiación o estrés mecánico, el caracol secreta una baba con más sustancias regeneradoras, proteínas y polisacáridos, para reparar su piel y protegerse de las agresiones externas. Así pues, no toda la baba de caracol es igual, ni lo son las cremas basadas en sus excelencias.

En el caso de las “hierbas curativas”, no hay que olvidar que los extractos contienen muchas sustancias, no todas ellas inocuas, cuyo efecto sobre distintas personas puede ser también muy diferente. Así, se han reportado incluso casos de muerte por intoxicación al ingerir infusiones de consuelda, debido a la presencia de alcaloides. Por otra parte, el aloe contiene derivados de antraceno, que aumentan el riesgo relativo de algunos tipos de cáncer tras una exposición prolongada a ellos. Finalmente, el uso de cualquier producto botánico puede causar reacciones alérgicas, y el aloe y la consuelda no son diferentes en este respecto.

Así pues, lo mejor no es siempre lo “natural”, sino el conocimiento detallado de las causas que están detrás de los efectos, tanto beneficiosos como perjudiciales, de las substancias químicas. Solo la investigación científica puede proporcionarnos dicho conocimiento de una forma fiable e inequívoca, lo cual redunda en una mayor seguridad para el consumidor.

José I. García Laureiro, ISQCH

Fuente: isqch.wordpress.com

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.