Sociopolítica

La izquierda debe democratizarse

Los partidos de izquierda deben reestructurarse para democratizarse

El polvo que levantan los escombros  provocados por los mazazos que contra las murallas del Estado bienestar está atizado la derecha, al servicio de la Iglesia católica, en muchos aspectos como el que se refiere a la educación y a derechos individuales como el matrimonio homosexual, el aborto, la libertad moral, los anticonceptivos, la estética en el vestido y otras censuras inquisitoriales, no deberían dejar ver que en la izquierda existe un estado de descomposición intelectual, política y moral de tal gravedad que debería replantearse, o al menos volver su mirada sobre sí misma para profundizar en el conocimiento de sus entrañas, en las causas de sus males y, si se acepta la descomposición, tomar medidas para reconstruirse y revitalizarse.

El primer problema que encuentra la izquierda para hacer un análisis crítico y a veces sicoanalítico de sí misma es que no tiene conciencia de su hedor porque se ha acostumbrado a vivir bajo esos efluvios de descomposición. La izquierda, aunque en el caso de la socialdemocracia haya renunciado al marxismo ideológico e intelectual, es que sigue siendo marxista, en la mejor tradición alemana, en el aspecto organizativo. En este aspecto, tanto sin son comunistas como si son socialistas, conservan una estructura organizativa jerarquizada, autoritaria, antidemocrática, por mucho cuento de democracia interna que se reclamen para su autosatisfacción y engaño, patriarcal y endogámica.

Las consecuencias son no sólo que la izquierda no sea, hoy día, otra cosa que una organización burocrática de funcionarios al servicio de las instituciones del Estado capitalista, sino que están atrofiados, ensimismados y carentes de cualquier referencia intelectual progresista. Más preocupados por ser buenos católicos que por ser buenos progresistas. No existen hoy día en toda la izquierda de origen marxista ni una sola lucidez intelectual para entenderse a sí misma y con más razón para entender lo que pasa en su alrededor. La razón es muy sencilla: carecen de “alrededor” o dicho en expresión orteguiana, aunque me fastidia tener que recurrir a este señor, la izquierda carece de “circunstancias”, además de carecer de ideas, de ideología y de inteligencia.

Se parece más a una asociación de inversores más preocupados por ver como suben o bajan sus acciones que una asociación de progresistas preocupados por el bienestar popular antes que por sus propios beneficios. Es más raro encontrar en los militantes-funcionarios de izquierda, especialmente socialistas pero no sólo, a alguno que no se haya hecho con una fortuna o unos magníficos recursos económicos que un camello en el Polo norte. La izquierda se transformado en una especie de pensionado para sus militantes con ninguna otra preocupación de hacer lo que jerárquicamente se le exige. Bien poco, por cierto, levantar o bajar el dedo cuando alguna vez se le pide. Eso y poco más.

Tener que ver cómo los dirigentes de izquierda se han hecho millonarios, no es que sea inmoral, es que escandaliza. Y encima pretenden darle al pueblo, a los ciudadanos mileuristas, parados o desahuciados lecciones de moral. Están en su derecho de querer ser millonarios, pero que no lo hagan en nombre de los parados, ni de los quienes ganan 600 euros o se levantan a los cinco de la mañana para volver a las siete de la tarde del trabajo. Y encima tenemos que soportar el talante prepotente, autoritario, dogmático y el culto a la personalidad que ofenden a las fuerzas del progreso no representadas ni  integradas en las estructuras partidistas de la izquierda.

Carece de “circunstancias” porque vive en el limbo, en su propio limbo. No tienen los militantes percepción ninguna de lo que es la realidad social, carecen de la más mínima sensibilidad hacia lo social, no saben lo que es estar hipotecado o ganar 600 euros al mes, no saben la angustia que se vive cuando el que más y el que menos tiene miedo a ser arrojado al paro,  ese ejército de reserva que la derecha clerical está creando para tirar el nivel de vida por lo bajo y darnos, así, la oportunidad de que nos santifiquemos viviendo en la miseria.

Su mundo, el de los militantes-funcionarios de izquierda, no es de este mundo. Su limbo es su mundo. A pesar de lo cual y a pesar de ellos, la realidad, el principio de la realidad, que diría Freud, existe. Y los ciudadanos que no vivimos en el limbo estamos en la realidad.

Los militantes de los partidos jerárquicos y autoritarios de izquierdas son exactamente como “larvas”. Nacen en el partido, se metamorfosean en el partido y se desarrollan en la dinámica de pugnas por el poder en el partido para luego morir y desaparecer sin pena ni gloria. No tienen otro mérito que el nacer a la vida política en el partido ni más capacidad que servir a los intereses endogámicos del partido. Fuera del partido carecen de mérito y de capacidad.

Fuera del limbo del partido está la realidad social, política, económica y moral, configurada por los movimientos sociales periféricos al Poder y a la izquierda. Estos  no dejan de brotar espontáneamente en torno a sus propias necesidades y reivindicaciones, precisamente porque la izquierda está en la periferia de estas reivindicaciones. Y cuando las incorporan a sus programas sólo alcanzan un rasgo puramente electoralista. Nunca representativo.

Son esos movimientos sociales los que configuran la realidad, nuestra realidad, y los únicos que se constituyen, por sus contenidos y programas en fuerzas del progreso porque por ellos, por sus objetivos, marcha la dinámica de la historia y contra sus objetivos, empuja la contrarrevolución ideológica y social clerical-derechista.

Sindicalistas, asociaciones estudiantiles, feministas, abortistas, homosexuales, lesbianas, ecologistas, republicanos, ateos, indignados 15-M, jubilados, intelectuales artistas, del cine, del  teatro, de la prensa…son los movimientos sociales a partir de los cuales debería reconstruirse la izquierda, abandonando esa estructura jerarquizada, autoritaria, totalitaria y endogámica que los ha atrofiado.

Ni un solo militante de izquierdas emana del pueblo, de esos movimientos sociales. Ni emana de ellos ni los representa, ¿de qué pueden hablar sino tienen sus raíces puestas en esa realidad social múltiple, anti-dogmática y antiautoritaria que se organiza espontáneamente en asambleas? La izquierda tiene su propia solución, y no existe otra solución, o ésta o la contrarrevolución, que empezar a organizarse a partir de esos movimientos sociales sobre los que fundamentarse y ante los cuales ser responsables de sus actos.

El Partido laborista inglés no es que sea un partido radical pero sí es un partido organizativamente democrático. Algo que nunca ha sido ni podrá ser la izquierda totalitaria marxista, socialista o comunista. De sus bases, sindicatos, asociaciones múltiples estudiantiles, cooperativas, asociaciones distritales…emanan sus militantes, ante ellas son responsables de sus actos y de ella suben y bajan al partido laborista y a las instituciones. Se podrá corromper uno de ellos pero por poco tiempo y nunca todos. Y desde luego no hay ese talante de la izquierda española tan arrogante, altivo, distante y, a veces, hasta grosero.

La izquierda española debe empezar a construirse a partir de las bases, de esos movimientos periféricos al Poder y de los sindicatos, pero no del actual modelo sindical centralizado, sino desde los diferentes sindicatos directamente desde cada uno de ellos, siguiendo el modelo inglés. Y siguiendo este mismo modelo debe democratizar su dirección anualmente. Resulta, sencillamente alucinante, que un señor como secretario general de un partido y presidente del gobierno, haga y deshaga a su antojo la política y tome decisiones que no están elaboradas y respaldadas por los organismos competentes y capacitados para elaborar la política del partido. Existe un aplastante cesarismo en las direcciones de los partidos, condenados a la atrofia política e intelectual y al abuso de poder.

Un partido para ser progresista debe organizarse de manera representativa y democrática. Representativa porque sus militantes deben “emanar” de  y representar  los movimientos sociales y democrática porque su dirección, responsable y temporal, también tiene que proceder por elección de las bases sociales. Un partido endogámico, jerárquico y autoritario no podrá engendrar otra cosa que corrupción, aislamiento social y raquitismo ideológico e intelectual.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.