Sociopolítica

Democracia continua o aristocracia representativa

Quienes hemos estado desde hace décadas en el mundo de las entidades ciudadanas (culturales, vecinales, de acción social, etc.), pero también conocemos algo la política por dentro, no podemos ver con buenos ojos lo que se pretende ahora que sea un dogma de la democracia. A saber: que, tras votar cada cuatro años, los cargos electos tienen un cheque en blanco por ese periodo para hacer lo que estimen conveniente, esté o no en su programa, se deba o no a circunstancias insuperables sobrevenidas, o lo que sea. Y esta pretensión de instauración dogmática se puede oír en boca de muchos portavoces (y portagritos) de partidos varios. Demasiados responsables políticos, en los niveles ejecutivos o legislativos, actúan así y, al margen de peculiaridades y caracteres personales, quienes lo hacen esconden siempre innegables creencias autoritarias extremistas.

La democracia es algo que debe ejercerse continuamente, no dos semanas de campaña y un día de votación cada cuatro años. Más allá de la distribución puntual de subvenciones y favores, hay que estar en permanente diálogo y debate con los ciudadanos, a través de las asociaciones en que se organizan y, también, individualmente. Que no se me malinterprete, no me refiero a las “presencias”, que pueden definirse como la asistencia continua de algunos políticos a actos para que les vea la ciudadanía y, con suerte, salir en algún medio de comunicación. Aunque no sepan realmente de qué va el acto en el que están, qué actividad y objetivos unen a las gentes que organizan el evento, qué esperan de él como gestor público, etc. Esas “presencias” acaban siendo como las del espiritismo, elementos plasmáticos no claramente materiales y cuyos fines se desconocen o, lo que es peor, se conocen perfectamente. Los políticos que tal actitud practican acaban siendo considerados como elementos más o menos decorativos, cuando no gastronómicos si se apuntan a muchos actos que incluyen picoteos y vinos con tapas gratis.

La actitud anterior, demasiado frecuente y considerada imprescindible para que los votantes (¡horror, ya no son ciudadanos!) les conozcan, es aún más divertida cuando la adoptan continuamente personas que, si no fuese por su situación eventual (léase el cargo público) jamás serían invitadas a esos actos y que, además, nadie conocía antes del cargo y serán rápidamente olvidadas después de su ejercicio.

A lo que nos referíamos en el título es a la perversión de la democracia consistente en considerar como tal el mero trámite electoral. Pero eso no es democracia, es aristocracia fija discontinua, y representativa por los pelos de la definición. Quien prefiere este sistema de hacer las cosas, lo que demuestra es que sólo aspira al sueldo y el privilegio, no considera que nadie pueda enseñarle nada y, además, le da lo mismo lo que pudiese aprender o aprovechar de lo aprendido.

El ejemplo de la democracia continua está en muchos alcaldes y concejales de pequeñas localidades, quienes son abordados por sus vecinos en la calle, el bar, el trabajo y cualquier otro sitio para hablar con ellos o reclamarles mejoras. En poblaciones de mediano o gran tamaño es más difícil que los habitantes del municipio puedan tratar directamente con los ediles, pero no es imposible e, incluso, eso que se llama tejido asociativo permite realizar esta labor con gran agilidad. Si se quiere, claro, y si hay intención de tener en cuenta lo que piensan y transmiten (aunque luego no pueda hacerse, o sólo en parte).

Y a nivel autonómico o nacional, lo mismo, porque medios de pulsar opiniones y sentires hay muchos, si se quiere y no se limita el servidor de lo público a requerir el parecer de otra media docena de aristócratas, es decir, de su pequeña corte particular.

Los ciudadanos (votantes, electores, contribuyentes o como se nos quiera definir), gracias a las nuevas tecnologías, podemos opinar sobre nuestros gobernantes, regidores y legisladores a través de las redes (foros, blogs, prensa digital, etc.). Claro que sobre algunos no, porque ni se les conoce ni quieren que se les identifique, que es la forma de no asumir riesgos y perpetuarse en los sillones. Así no se desgastan, aunque tampoco entiendan los demás la necesidad de su existencia.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.