Sociopolítica

¡A la carga!

La violencia física comienza a ser protagonista.

Bolas de goma y tonfas policiales. Sangre, sudor y manos levantadas. ¿Qué esperábamos?

Recuerdo, durante una de las quedadas en la Puerta del Sol, una conversación con unos buenos colegas. Nos preguntábamos cuántas de las personas que se reunían en torno a individuos que exponían su frustración ante innumerables temas, algunos de los cuales poco tenían que ver con el supuesto motivo que nos había llevado a estar allí sentados, tendrían la valentía para enfrentarnos a un supuesto uso de la violencia física por parte de la policía.

Pues bien, se ha demostrado que unos cuantos miles de ciudadanos están dispuestos a soportar heridas y magulladuras ante el cese del estado de bienestar en el que tan cómodamente nos acurrucábamos.

Particularmente, no entiendo por qué se sorprende la gente al ver a las fuerzas del estado emprender ciertas acciones. ¿Acaso nos creíamos que íbamos a llegar allí y apoderarnos del congreso tomándonos unas cañas con la policía y los diputados?

Hay que darse cuenta que si se quiere tomar represalias contra el estado, mejor ir cubierto con casco e, incluso, armadura medieval. Si repasamos la historia, veremos que cualquier protesta contra el sistema, cualquier intento de cambio de gobierno ha supuesto enfrentamientos violentos. Precisamente, los individuos que “mandan” eligen su cargo atraídos por esa sensación que produce el sentirse poderoso; Y el sentirse poderoso implica, obviamente, ejercer ese poder. No dejar que nadie venga y te arrebate esa sensación es una de las consecuencias inevitables de dicha posición.

Pero nuestra generación  no ha tenido la oportunidad, hasta ahora, de experimentar lo que, realmente, es una protesta contra el estado. Estábamos muy acostumbrados a realizar cualquier tipo de acción sin, apenas, consecuencias. Nos creíamos con la libertad para decir y hacer lo que nos diera la gana como si estuvieran en un botellón. Pues bien, aquí está la realidad. Si realmente quieres algo, tienes que luchar por ello, con todas tus fuerzas. Nadie va a entregar nada, y mucho menos un cargo que reporta anualmente unos ingresos brutos bastante considerables, así, por la buenas.

Por otra parte es innegable la belleza de una protesta no violenta, ya que pone en evidencia el recurso más básico que un animal puede usar para defenderse; Y manifiesta cómo algunos  han conseguido desarrollar su capacidad cerebral para expresar su indignación sin tener que usar su fuerza física. Además, en este tipo de reuniones de seres humanos, siempre existen grupos que, únicamente, quieren expresar su rabia contra sí mismos. Este último tipo de seres, aunque en bando contrario, se les podría encasillar, perfectamente, en el de los animales básicos. Les da igual la causa del alboroto, simplemente desean descargar su frustración. Estos son los principales causantes de dar una excusa perfecta a los que quieren defender lo indefendible.

En cualquier caso, deberíamos echar un vistazo a nuestra parte de responsabilidad en la situación que estamos viviendo. Desde hace ya unos cuanto años vengo observando cómo perdíamos el respeto hacia nuestros propios compañeros de trabajo y nuestro entorno, cómo el individualismo se iba a apoderando poco a poco de una sociedad que consiguió sus propios derechos por medio de la unidad entre sus miembros.

Ahora nos reunimos para pedir que nos respeten, pero esto va mucho más allá. Los políticos no son más que una representación de nuestra sociedad, de nuestra cultura. Es decir, un reflejo de nosotros mismos. Por lo tanto, si de verdad queremos cambiar las cosas, vivir en una colectividad en la que el respeto sea la máxima principal, tenemos que comenzar por abandonar ese punto de vista tan individualista, el cual, sin darnos cuenta, hemos ido desarrollando en las últimas décadas.

Esta no es una tarea fácil, ya que implica multitud de factores; Sin duda, el más importante de ellos es tomar consciencia de nosotros mismos. Una vez que nos demos cuenta del egoísmo imperante, de cómo actuamos en nuestro propio beneficio, y decidamos cambiarlo; Podremos comenzar a modificar otros aspectos. Será en ese momento cuando podremos exigir respeto de una manera objetiva.

El día de la protesta ante el congreso, Alberto Casillas nos dio a todos una clase magistral de cómo sacrificarse para el bien común. Un gran ejemplo “Old School” de cómo se hacen las cosas,  deberíamos tenerlo en cuenta.

De todas formas, son estos momentos de crisis los que hacen recapacitar a la sociedad acerca de su adormecimiento y sus propios errores. Si contemplamos todos los cambios acaecidos en la historia desde un punto de vista abierto, nos daremos cuenta de que, en la base, todos son muy parecidos; Y todos los miembros de la sociedad, independientemente del cargo o posición social que ocupemos, somos absolutamente necesarios.

¡Bienvenidos al progreso!

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.