Sociopolítica

Echarse al monte el 14N

 La diferencia es enorme y a la vez tan sutil para Casiano que siente cómo la lucha no deja de ser la misma de antaño viendo, en televisión, a la policía cargar contra los manifestantes en ese día de huelga general convocada por una especie de millonarios que han medrado bajo las siglas de organizaciones sindicales a fuerza de proclamar consignas y arengar a quienes sostienen su cómoda situación. Cuanto han cambiado las cosas desde que él era joven y se luchaba de verdad, con ideales y en pro de una libertad que no todavía no existía protegidos por el obligado anonimato y bajo el temor de la miseria.

Ve cómo los derechos de los trabajadores conseguidos paso a paso, con sangre y sudor, se diluyen entre la desesperanza de la gente que teme seriamente por su futuro y el de sus hijos, mientras los de arriba viven en su cómoda nube sin importarles dónde caen sus despojos, ni por la triste imagen que ofrecemos al mundo de un país que parece que se resquebraja bajo nuestros pies.

Y entonces evoca otro tiempo en el que los inconformistas se echaban al monte huyendo de pueblos y ciudades para crear grupúsculos de resistencia contra el régimen imperante. Casiano recuerda aquellos episodios con añoranza, en donde algunos familiares y conocidos formaban parte de aquellos perseguidos con orgullo, teniendo por máxima cualquier alternativa  antes que el exilio por no compartir la ideología del nuevo estado. Cuánto le hubiese gustado acompañarles en su lucha, pero siempre encontraba alguna razón de peso por la que quedarse con los suyos y seguir trabajando de sol a sol. Se les tenía como héroes, como los mejores, como aquellos más capaces en cuyas manos se podía depositar algún tipo de esperanza con la idea de poder cambiar ciertas cosas. Sin embargo no todo horizonte de resistencia está constituido únicamente por esa lucha romántica en primera línea; algunos debían de quedarse para sustentar la retaguardia, aprovisionar e informar a los guerrilleros, se consolaba.

Por eso Casiano se quedó al principio en el pueblo, pero al fin se echó al monte a su manera yendo a la capital, y trabajó y luchó como pudo y, en fin, pasó por la vida sin hacer demasiado ruido, un ruido que ahora se ha convertido en estruendo de dolor al ver cómo sus hijas, hartas de los noes puntiagudos y de los sinsabores de la dictadura del desempleo, toman el avión para echarse al monte de un país extranjero a trabajar.

Y ahora Casiano queda solo, en casa, viendo las manifestaciones por la tele, con su Mariana, esperando nuevas, como antes, como cuando los maquis andaban en contiendas y todos esperaban en vano a que esos, los más capacitados para luchar, reportaran un soplo de esperanza para quienes lo hacían de otro modo y no pudieron o bien no quisieron echarse al monte de verdad.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.