Karma

Sembrando ilusiones

Durante estos días he estado por Barcelona. He asistido a algunos eventos culturales y me he empapado de sus gentes y sus calles, de ese aire cosmopolita que la ciudad contiene en cada rincón y en cada una de sus calles. He visitado museos, paseado por el puerto, por las Ramblas, las callejuelas dela Catedral, la ciudad vieja (Ciutat Vella, para algunos), el bullicio alegre entre los mercadillos de pesebres que ya respiran navidad, comercios de Portal del Ángel y el clamor humano de Plaza Cataluña al caer la tarde.

Me crucé con artistas callejeros, vendedores ambulantes, músicos y hombres estatua bajo las miradas de infinitos transeúntes que pasaban a su lado, remunerándoles con una mirada, una sonrisa o, en el mejor de los casos, alguna moneda. En todos lugares ví gente, mucha gente. Personas con una especie de ilusión brillante que se agolpaban ante restaurantes y bares de tapas, tratando de olvidar, junto a parejas y amigos, por unos instantes, los sinsabores de la vida sosteniendo firmemente con la mano un aliento renovado que, por mucho que algunos se empeñen, no nos arrebatarán. En sus rostros aprecié, quizá, un esbozo de sonrisa que quería demostrar que no todo estaba perdido.

Pero no sólo era Barcelona. En mi comedida Zaragoza sucedía algo parecido. También en televisión anunciaban llenos en las pistas de esquí del Pirineo, merced a las recientes nevadas, los hoteles de la costa rozando el lleno bajo un sol amable de invierno y lo mismo ha podido observarse en las céntricas calles de Madrid y de el resto de ciudades. Las carreteras no han sido menos; caravanas interminables tratando de aprovechar de esos cuatro días de un asueto que pueda alimentar una ilusión junto a quienes queremos, aunque sea con lo justo, en el pueblo, en el domicilio de unos amigos o en la casa rural por eso de que la crisis ha abaratado los precios, antes de que esos que nos miran con desprecio desde sus sillones de gobernantes nos acaben de arrebatar la ilusión en una vida que sólo a nosotros nos pertenece.

Sin embargo, esos engolados y presuntuosos que nos miran desde su atalaya y nos menosprecian e ignoran contemplando nuestras flaquezas piensan que todavía es posible una vuelta de tuerca más. La gente no está tan mal; mira, se dicen entre ellos, las tiendas a rebosar, ni una mesa libre en los restaurantes, las carreteras llenas, las pistas de esquí en su mejor momento… A por ellos. Y siguen adelante con sus plantes de enriquecimiento personal a base de destrozar las ilusiones de quienes les sostenemos donde están y que parecen haber olvidado. Continúan adelante en su empresa particular de instalar entre nosotros algún tipo de desesperación para que se siembre la destrucción y de ese modo poder someter a una población maltrecha y desencantada.

Pero les va a salir mal. Muy mal. Vamos a proponernos fortalecer la esperanza entre nosotros. La vida ha de seguir y para continuar avanzando es necesario ejercitar la ilusión como un músculo para que no se atrofie. Es lo que nos va a salvar: la creencia en nuestras propias vidas y posibilidades. Seamos optimistas en los malos tiempos. Es necesario buscar razones para seguir viviendo contentos entre nosotros, renegando de ellos, de esos arrogantes de ahí arriba que han olvidado que hemos sido nosotros quienes los hemos puesto y mantenido ahí, retando el desafío constante de sus caras supuestamente amables esgrimiendo siempre discursos capciosos y envenenados. Por eso no dejemos de romper la rutina y aprovechemos cada día como si fuese el último; son precisamente las pequeñas cosas que sólo nosotros mismos nos procuramos lo que dan sentido a la vida repetida que casi todos llevamos. Días como estos son los que, pese a todo y a todos, hemos de aprovechar para conferir ánimo a nuestras vidas, rodeándonos de los que más queremos, dándonos fuerza unos a otros, viajando, o paseando simplemente, o leyendo ese libro que teníamos ahí esperando, o jugando con nuestros hijos y viendo menos telediarios atiborrados de noticias amargas, y dejando que nos acaricien el aire y el sol, incluso el frío, que llegan a ser  estimulantes naturales que conviene tomar sin medida.

La vida es nuestra, de cada uno de nosotros y de nadie más. Por eso, la esperanza que cada uno ponemos encima de la mesa será la que nos saque adelante y no las propuestas vacías de ellos.

Hagamos cada uno lo que mejor sabemos y démonos de cuando en cuando un capricho, sin pensar en aquellos que no siembran sino desasosiego e ira en nuestros corazones.

Es lo que nos sacará adelante y no otra cosa.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.