Sociopolítica

Violencia de género y naturaleza humana

Las nubes cubren el horizonte mientras me tomo mi primer café, cierta melancolía me invade.

Por lo que decido bajar a comprar el periódico y tomar un poco el fresco.

La calle se ha levantado, y comienza con sus ejercicios de estiramiento. Le doy los buenos días mientras mi pie derecho sale del portal y toca el firme asfalto.

Me subo al carrusel del día cotidiano.

Cuando pido el periódico a Esteban, éste me saluda con una sonrisa. Lo que alivia un poco esa melancolía que me acompañaba.

Acto seguido me siento en un banco, el de siempre, justo en frente del bar de Ramón, el cual está levantando los cierres. Cuando ha terminado se gira y mira al cielo sonriendo.

Después se percata de que estoy ahí y se acerca a saludarme:

― ¡Ey, muchacho! Buenos días.

― Buenos Días, Ramón― respondo.

― ¿Te apetece un café?

―Quizá en un rato, acabo de tomar uno en casa.

Ramón amplía su sonrisa mientras levanta su dedo pulgar, después vuelve a mirar hacia el cielo y se mete en el bar.

Me sumerjo en las noticias de hoy:

Lotería de Navidad; Rajoy quiere que España siga en Afganistán; Jorge Drexler comenta que este país se convertirá en el Bar de Europa.

“¿No lo es ya?”― comento en voz alta.

Sigo leyendo:

La luz se incrementará en Enero; Subida del 0,6% del salario mínimo; Un hombre mata a su mujer en Ferrol y después se suicida.

Me detengo en esta noticia.

Al terminar de leer, comienzo a reflexionar acerca de la violencia de género. De cómo un hombre más o menos normal, con más o menos las mismas neurosis que cualquier otro, puede llegar a cometer semejante atrocidad. De repente recuerdo a un tío de mi barrio que llegó de trabajar y se encontró a su mujer con su mejor amigo. Arrojó a los dos por la ventana.

Acto seguido recuerdo una situación similar, con un conocido. A diferencia de que, aparte de engañarle, su novia se burlaba de él constantemente menospreciando su hombría. El tipo un día se cansó de tanta humillación, pero en lugar de usar la violencia, puso a la venta el piso en el que los dos vivían, el cual era de su propiedad, y comenzó a enseñarlo, siempre teniendo cuidado de hacerlo en el momento en que ella estaba trabajando.

El mismo día que otra pareja firmó las escrituras, el hombre decidió donar todos los objetos personales de su novia a la caridad y cambió la cerradura. El tipo también se las había apañado para largarse de la ciudad el mismo día y comenzar una nueva vida. Lo más curioso es que un mes más tarde conoció a la mujer de su vida, con la que ahora tiene dos hijos y es feliz.

Después recuerdo la historia de otra pareja. Ella era muy sociable y entablaba amistad muy fácilmente con todos. En ocasiones, quizá flirteaba con algún hombre, pero siempre desde una normalidad existente en cualquier ser humano.

El novio era muy celoso y posesivo, quizá debido a que desde niño había vivido en un orfanato, creciendo así con una total falta de afecto por parte de su familia. El caso es que el tipo se volvía violento cada vez que bebía, llegando en algunos casos a emplear esa agresividad con su novia.

Ella, por supuesto, un día no pudo aguantar más y le dejó. El tipo se obsesionó con ella de una manera absolutamente incontrolada. Persiguiéndola por la calle, llamándola cada día con amenazas. La chica vivía aterrorizada y tuvo que denunciarle. Después habló con él, de una manera totalmente sincera y serena, no sé cómo le convenció para ir al psicólogo. Tras entrevistarse con unos cuantos, encontró a uno que le ayudó bastante, y durante un par de años, el tipo parecía haber controlado esa agresividad, ya no perseguía a su ex y había dejado de beber.

En esos momentos conoció a otra mujer. Debido a las coincidencias del destino, esta poseía una personalidad muy parecida a la anterior, pero con mayor tendencia al flirteo.

Un día que ambos habían salido con el grupo de amigos del hombre, la mujer, al parecer, comenzó a flirtear con uno de los amigos. Al ver esto, el hombre perdió el control y fue directamente a golpearla, con la buena suerte que otro de sus amigos le detuvo. El tipo comenzó a llorar y se fue del bar. No volvió a ver a esa mujer. Al parecer sigue en tratamiento.

“Ahora sí que me apetece otro café” ― Pienso. Me meto en el bar de Ramón y comienzo a hablar con él acerca de la noticia y de los casos que recordaba.

Al terminar, Ramón me comenta un par de casos de su entorno:

Por lo visto, Ramón, unos cuantos años atrás tenía un amigo muy mujeriego, siempre tenía dos o tres relaciones al mismo tiempo.

Una de esas mujeres con las que estaba era muy celosa también. Pero por lo visto el tipo no ocultaba que se veía con otras mujeres.

Un día, la mujer vio al hombre agarrado de la mano con otra por la calle. Al parecer tuvo un ataque de nervios y comenzó a golpearle. El hombre intentaba sujetarla, pero era imposible. La mujer le golpeaba con piernas y manos, mientras él solo trataba de sujetarla.

En un momento dado, esta agarró un paraguas que llevaba en el bolso para golpearle. Curiosamente, en esos momentos apareció un coche de policía. Los dos agentes detuvieron el escándalo. Cuando consiguieron que la mujer se marchara, comentaron al amigo de Ramón: ― Pero hombre, como dejas que una mujer te haga esos moratones―. El hombre, un tanto humillado respondió: ― No lo sé, mi padre siempre me ha enseñado que nunca debo pegar a una mujer, ni en el peor de los casos.

Los dos policías sonrieron y se largaron, sin ni tan siquiera preguntarle si quería interponer una denuncia a la mujer.

Por último, Ramón me comenta el caso de sus vecinos. A simple vista parecían una pareja ejemplar, siempre agarrados de la mano y sonriendo, incluso Ramón comentaba con su mujer lo bien que se llevaban.

Según decían, la mujer era una santa, únicamente preocupada de cuidar a la familia y de satisfacer a su marido. “Incluso demasiado buena” ― Comenta Ramón.

Una noche en la que Ramón y su mujer dormían comenzaron a escuchar un gran alboroto proveniente del piso de sus vecinos. En un momento dado, escucharon un grito desolador que rápidamente identificaron con la voz de la mujer. Ramón se levantó y llamo a la policía. Se llevaron al hombre detenido.

Unos días más tarde, la mujer comentó a la esposa de Ramón que la vida con aquel hombre era una tortura. Por lo visto ella solo salía de casa para ir a la compra o recoger a los niños del colegio. Pero el marido se enfurecía con el simple hecho de que diera las gracias a un dependiente.

La mujer se fue a vivir con su hermano, al cabo del tiempo se divorció del marido.

Cuando Ramón termina de contar la historia, doy un trago a mi café y comienzo a reflexionar sobre la dificultad existente en las relaciones de pareja. Sobre la infancia de las personas, la falta de afecto sin resolver que más adelante se puede traducir en problemas psicológicos.

Reflexiono también acerca de ese sentimiento posesivo, intrínseco a cualquier ser humano que, en ocasiones, nos lleva a cometer actos completamente incontrolados e irracionales; tan poderoso que, incluso puede terminar en casos como el de Ferrol.

Me doy cuenta de que querer controlar o eliminar este tipo de violencia, injustificable en cualquier caso, es como querer controlar la propia naturaleza contradictoria del ser humano.

Decía Sócrates: “El que obra mal es por ignorancia, la única manera de poder cambiar esto es la educación”. Pero después de siglos trabajando en dicha educación, por parte de las instituciones y de las propias familias, todavía se siguen manifestando multitud de casos de violencia injustificada moralmente, independientemente de que esta sea ejercida contra una mujer, contra un niño o contra un individuo de raza diferente.

La cuestión es si se puede llegar a anular esa parte de la naturaleza.

Se podría ver algo de luz con la manipulación genética en el caso de que la actividad desarrollada en la amígdala cerebral no pudiera variar a lo largo de nuestra vida debido a multitud de factores de nuestro entorno.

Analizando todos los casos citados anteriormente recuero anteriores artículos en los que comento el estudio del gen MAO-A. ¿Recordáis aquel investigador americano llamado James H. Fallon?

Durante el estudio de la actividad mental en los psicópatas descubre que él mismo posee las mismas características, y que si no ha terminado siendo uno de ellos es por el entorno de amor y paz en el que se había criado.

¡Vaya! Parece que el viejo Sócrates tenía algo de razón, quizá el único camino para resolver este problema sea la educación, principalmente en el entorno familiar del individuo, como en el caso antes citado en el que el hombre comenta que no puede pegar a la mujer debido a lo que su padre le había enseñado.

Aun así, esa naturaleza contradictoria del ser humano siempre estará presente, y nunca será cien por cien efectivo ninguno de los métodos debido a las múltiples circunstancias que pueden influir en un ser humano para cometer actos de violencia espontánea.

La cuestión es siempre trabajar para mejorar nuestra convivencia, aunque parezca imposible, el mínimo resultado obtenido ya habrá sido un gran logro.

Mientras termino mi café, en silencio, el sol brota entre las nubes mostrando una luz inigualable.

PAZ

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.