Economía

Sombras de la España del oro

2 de diciembre de 2012, calle Gran Vía de Madrid. Subo desde Cibeles con dirección a Plaza España. Miro a los lados, y hay tiendas cerradas; no una, sino varias. Giro a la derecha, por la calle Hortaleza. Escaparates vacíos, con carteles de fiestas gay que igual nunca se celebraron. Anuncios de grandes eventos de otros tiempos, de los tiempos de la opulencia y el derroche en España. Ahora es difícil encontrar fiesta y multitud un domingo, incluso hablando de  Madrid. Atrás quedaron los locales llenos y los eventos multitudinarios cualquier día de la semana.

12 de diciembre de 2012, Carretera Nacional 120, dirección Burgos. Ya no hay tantos camiones, hace tres años eran hileras de interminables hormigas. Transito por una calzada mal asfaltada, mal mantenida, reflejo de la situación de España. A los lados ya no hay peregrinos del Camino de Santiago, igual es el invierno, o quizá la crisis. Hay gasolineras cerradas, descoloridas, que en otros tiempos hacían sonar música y trabajaban sin descanso. A la derecha del camino se ven los puentes a medio construir de lo que iba a ser la nueva autovía, otra infraestructura para el desarrollo… y ahora otra reliquia de la España del pasado.

Recordar la España de hace menos de una década produce una profunda tristeza. No tanto por lo que no hay o se ha ido, sino por lo que hemos visto y vivido y lo que hemos perdido. Si nos paramos un minuto en los escaparates cerrados de la calle Hortaleza, podremos viajar al cuento de Navidad de Charles Dickens e imaginar risas y felicidad dentro de esos locales, símbolo de otros tiempos mejores. Ahora solo hay vacío, frío, nostalgia y recuerdo. No hay risa. Ahora solo hay invierno en la calle y en la ilusión de los españoles.

El que antes estaba, ya no está. Lo que antes lucía, ahora está apagado. Lo que era, ahora ya no es. Lo que era España, ya no lo es, y quizá, no lo volverá a ser. No sé si nos encontramos ante otro 1898, con otro dolor, otra nostalgia del pasado… pero la decadencia actual de España solo puede llevarnos al dolor. No hay más dolor que perder lo que se tuvo; reducir, recular y resignarse a la miseria.

“Cuan presto se va el placer, como después de acordado, da dolor, como a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Las palabras del poeta  Jorge Manrique escritas a la muerte de su padre, Rodrigo Manrique, hablan también de la pérdida, del recuerdo de tiempos felices y la resignación al dolor presente.  A esto ha llegado España. A un presente muerto en el que aún riela la gloria del pasado. Y no me refiero al siglo XVI, me refiero, al año 2006. Lo malo es que en la mente de todos está el pasado, y nos duele tenernos que resignar al presente.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.