Sociopolítica

Premios Goya: Ni fu ni fa

Esta locución coloquial suele emplearse a menudo en mi pueblo para indicar indiferencia, aunque casi siempre arrastra cierta decepción que desequilibra peyorativamente la imparcialidad del vocablo. Los mensajes, cuando usamos giros concretos, parecen acompañarse (en su carácter acústico) de gestos cuya percepción, sólo auditiva, se traduce por verdaderas imágenes visuales. La expresión, por tanto, se transfigura en medio audiovisual que atesora, a pesar de su singularidad, gran riqueza sensitiva y la respuesta concentra multitud de emociones frescas.

Con frecuencia, la intriga se impone al dividendo. Es probable que una sea germen del otro, o viceversa, sin que podamos -yo al menos no- señalar ninguna prelación genética al igual que el célebre dilema del huevo y la gallina. Hasta hace unos días, mi interés por los premios Goya se limitaba a unos minutos de zapping. Este año (caldeado previamente el acontecimiento con supuestas salidas de tono ante los recortes gubernamentales) una curiosidad morbosa,  junto al apetito que confiere la crónica, me mantuvo enganchado al televisor sin perder detalle. Desconozco el desarrollo de anteriores ediciones pero esta me supuso ímprobos esfuerzos para aguantarla. El rigor que procuro plasmar en mis artículos,  jalonado por un proceder estoico, quizás fuera la razón definitiva de mi vela.

El apellido artístico de la presentadora, remachado más que encogido, Hache (letra muda) no se corresponde con la charlatanería específica de quien practica el monólogo; asimismo tampoco del “exceso” que lució en sucesivos y aclamados sarcasmos. Fue innecesario, por ejemplo, restregarle al temerario ministro su escaso prestigio. Otras desafortunadas menciones personales a diversos personajes, dejaron traslucir el trueque de lo ácido por lo chabacano; algo rutinario en humoristas indigentes. Sus alusiones a la política de recortes emprendida por el PP, sin que fuera artera, desprendía un claro tufo maniqueo y por ende manipulador. Resultó curioso, sin embargo, que la película ganadora fuera muda. Todo un vaticinio o loable colofón para Eva Hache, letra muda pero no ayuna de valor (aclaración para suspicaces).

Enrique González Macho, presidente de la Academia, articuló un discurso correcto, impoluto. Alejado por igual de reseñas extemporáneas y loas serviles, supo darle el anhelado contenido apolítico, libre de provocación o banderías. La amable invitación a visitar las salas, “para ver un cine de todos”, no supuso obstáculo cuando quiso resaltar dos dificultades notables: la piratería y una insoportable alza del IVA cultural.

Mención especial merecen Concha Velasco y José Sacristán, Goya de Honor y Goya al Actor Protagonista respectivamente. Ambos galardonados, premiados por vez primera, partían a priori con cierta fama de progres ejercientes. No obstante, la señora Velasco se mostró exquisita. Satisfecha, de su figura se desprendieron palabras de agradecimiento y arte a raudales. Su rostro mostraba emoción y entrega; por ello recibió interminables ovaciones. El señor Sacristán, no menos aclamado, realizó un discurso irónico, inteligente, comedido. Sin alharacas, profundo, se manifestó gozoso por el reconocimiento tras más de cien títulos en su haber. Concluyó ofreciendo el Goya a la memoria de Pedro Masó por inaugurar su carrera de actor.

Salvo el gesto de Bayona y las palabras del grupo que recogió el premio al mejor guión adaptado, poco podemos añadir. Unos por acaparar Goyas sin entidad suficiente para despertar afecto y la mayoría por intromisión vergonzosa. Sorprende -en algún caso irrita- que progres incoherentes, contradictorios, santones, confundan el escenario y detenten un púlpito que les confiera una añeja impostura ética. Estos señores (genuinos representantes de la pose, ahítos de sectarismo, maximalistas del disparate, auténticos cavernícolas) se revisten con prendas talares, cuando les dicta su ocasión, e imparten moralina cual indulgencia precisa para ganar el cielo social. ¡Pobres salvadores!

Oscar López, Secretario de Organización del PSOE en Castilla y León, a propósito del comportamiento mostrado por determinados artistas en la gala de los Goya, se dejó oír: “Es normal que el mundo de la cultura analice y verbalice lo que están comentando los españoles todos los días en sus centros de trabajo o en sus propios domicilios”. El señor López desbarra, a resultas de lo que transmiten las sucesivas encuestas del CIS. El problema no es el PP (muñeco del pin pan pum, sin nombrarlo), que lo es; el hartazgo no se debe al caso Gürtel o a los recortes, que también; el conflicto capital, la madre del cordero, se llama políticos, corrupción y sordidez.

Nunca me interesó este escaparate de fachada, hipocresía e “intelectualidad”, como se denominan ellos mismos, en una demostración de ramplonería que deja al descubierto los magros méritos, con honrosas exclusiones. Perdí una hora de descanso. Por lo demás, ni fu ni fa.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.