Sociopolítica

Regeneración

Una economía innovadora, una política transparente y participativa, un pensamiento libre de dogmatismos y con la racionalidad como piedra angular.

Últimamente y más que nunca vamos percatándonos, como ciudadanos, de una necesidad de regeneración en el entorno humano que nos rodea. Quizás los aspectos más importantes hayan sido en primer lugar la economía y en segundo lugar la política. No es ninguna tontería, pues estos dos aspectos suponen nada más y nada menos que nuestro modo de vida y nuestra forma de relacionarnos con el entorno que nos rodea. ¿Pero cómo llevar a cabo esta regeneración? En este primer artículo, a modo de urbi et orbi, haré una serie de reflexiones acerca de lo que, a mi juicio, debe significar una auténtica regeneración democrática en todos sus planos.

Como ya he mencionado, la regeneración económica es la base para nuestro modo de vida, pues en esencia somos aquello que producimos, y sin unos fines concretos nuestra existencia carece de sentido. Dichos fines debemos otorgárnoslos a nosotros mismos, no es auténtico aquel fin que no se corresponde con nuestros propósitos, pues esa magnífica capacidad humana que es la de crear, crear producto en este caso, debe ir regida por nuestra propia voluntad, pues de lo contrario no habremos depositado esa parte de nosotros mismos que es imprescindible en nuestra obra.

Reivindicar ese carácter individual no se traduce en otra cosa que en la innovación: desde el efecto, que es la empresa, hasta la causa, que es la financiación. El empuje del optimismo es el único capaz de quitarnos el miedo a arriesgar, pero arriesgar siempre conforme a nuestros sueños, a nuestros propósitos. El factor necesidad no es más que el empuje para lograr la excelencia, pero no debemos producir en base a él, sino simplemente teniéndolo en cuenta. Para regenerar nuestra economía, debemos crear por nosotros mismos, innovar, arriesgar y perder el miedo al fracaso.

La regeneración política tiene una naturaleza semejante, pero al mismo tiempo absolutamente diferente. Llevamos años considerando que son los políticos quienes deben decidir lo mejor para nosotros, quienes deben averiguar por ellos mismos qué es lo que más nos preocupa. Se dice que el requisito básico de la democracia es que la sociedad civil sea el sujeto activo del Contrato Social, y hoy día no hacemos más que renunciar a negociar sus cláusulas, esperándolo todo de los mandatarios pero no atreviéndonos a exigir que se cumplan nuestras propuestas.

La sociedad civil comprende al conjunto de la ciudadanía, que de forma libre y separada es capaz de fiscalizar apropiadamente la labor de sus políticos. Aun así no debemos pensar que nuestro único instrumento son las urnas, pues eso significaría que estamos relegando a unos pocos nuestras libertades civiles una vez cada cuatro años. Debemos reclamar nuestro derecho a decidir sobre los asuntos que nos conciernen, pues de lo contrario serán otros los que decidan por nosotros y no podremos hacer más que quejarnos por lo mal que están haciendo las cosas. Es importante que la ciudadanía reclame sus libertades públicas para poder culparse a sí misma de sus propios errores, así como condecorarse por sus propios aciertos.

Por último y no por ello menos importante, sino todo lo contrario, es absolutamente imprescindible que la mentalidad que escojamos sea lo más abierta posible. Esto significa que debemos renunciar a que otros piensen por nosotros, pues si somos dueños de nuestras propias ideas estaremos siendo dueños de todo lo demás. Un pensamiento libre, ajeno a todo dogmatismo, al que le dé igual lo que piensen unos y otros de tal y cual asunto. Un pensamiento crítico, racional, que no reconozca más autoridad que la lógica pura y que no tenga miedo a meter la pata.

Estas tres serán las semillas de la regeneración, del consenso y del progreso de la sociedad.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.