Economía

Esclavitud textil

“Tenemos que hacer horas extras hasta la medianoche para tener unos ingresos decentes. Me da miedo tener hijos porque no podré mantenerlos”.  Nong, de 26 años, cose ropa interior en Tailandia para la firma estadounidense Victoria’s  Secret. Es una de las cientos de miles de personas que trabajan en talleres de confección de ropa para grandes marcas. Se encuentran repartidos por decenas de países como Honduras, China o Marruecos.

Protesta contra el trabajo esclavo en Brasil

Protesta contra el trabajo esclavo en Brasil. Foto: Confederación Sindical de las Américas

La mayoría son mujeres, casi todas jóvenes, que no conocen sus derechos.  Pero también hombres, e incluso niños, se emplean durante más de 12 horas diarias a cambio de salarios que, en ocasiones, no sirven ni para cubrir las necesidades básicas. Varias organizaciones denuncian las condiciones laborales precarias, la falta de derechos y la situación de explotación e inseguridad que padecen estas personas.

Su trabajo es parte de la deslocalización que llevan a cabo muchas de las compañías textiles en países empobrecidos con el objetivo de maximizar sus beneficios y disminuir costes, con mano de obra barata. Varios informes elaborados por la ONG Intermon Oxfam revelan que marcas como El Corte Inglés, Inditex o Cortefiel emplean a mujeres en fábricas de Tánger durante 12 o 13 horas, a veces incluso 16.

Todo depende de los plazos que las empresas impongan a sus proveedores, es decir, del tiempo que tarden en renovar sus prendas en las tiendas. Una joven embarazada trabajaba en uno de estos talleres durante 10 horas sin que el patrón le dejara ir al baño. Según cuenta una compañera era “una auténtica tortura, pero no se podía permitir el lujo de perder el trabajo”. Nike, Adidas, Levis o Benetton han sido denunciadas en numerosas ocasiones por abusar de sus trabajadores en fábricas insalubres, por prohibir el derecho a sindicarse, asociarse e incluso por explotación infantil.

A los países enriquecidos sólo llegan los precios competitivos, los cambios continuos de escaparates y los diseños cada vez más innovadores que responden a los gustos de los consumidores. El derrumbe de un complejo textil en Dacca, capital de Bangladesh, en el que han muerto, por el momento, 570 personas, ha reabierto el debate. En estos talleres los trabajadores sufrían condiciones de abuso, con puertas de emergencia bloqueadas, rejas en las ventanas y horas extras obligatorias. Entre los escombros se encontraron etiquetas de compañías como Mango, Primark, Carrefour, El Corte Inglés o Joe Fresh.

La campaña Ropa Limpia denuncia la implicación de grandes empresas occidentales en los cinco talleres textiles del edificio derrumbado, y exige responsabilidades. Se trata de una red formada por más de 200 organizaciones repartidas por todo el mundo que engloba ONGs, sindicatos y asociaciones. Su labor comenzó en los años 90 y desde entonces no ha dejado de movilizarse con el objetivo de defender los derechos humanos en el ámbito de la industria textil.

Según Eva Kreisler, portavoz de Ropa Limpia en España, las grandes empresas firman códigos de conducta y buenas prácticas y suelen llevar a cabo auditorías que controlan su cumplimiento. “En muchos casos se demuestra que este sistema no funciona. Si se dan cuenta de que una fábrica no cumple los requisitos adecuados nunca sale a la luz porque no hay transparencia” afirma. Un informe elaborado por un sindicato estadounidense desvela cómo algunos de estos auditores reciben incentivos para no informar con precisión de lo que ven. La organización indica en el documento que la responsabilidad última recae sobre los Gobiernos, que deben legislar de acuerdo a las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La globalización ha implantado un modelo de comercialización basado en el negocio por encima de todo. Mientras las compañías amasan grandes ganancias, el coste recae sobre el último eslabón de la cadena. Cada vez crece más la indignación y la repulsa a esta forma de esclavitud, que condena a estas personas a trabajar en condiciones poco dignas por miedo a perder sus empleos. Urge que seamos el altavoz de estas situaciones silenciadas y que exijamos un cambio real a través de la presión a las marcas y la acción común.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.