Sociopolítica

Ese señor bajito de bigote sombreado…

Se fue por la otra puerta, por la puerta de atrás. Y eso seguramente debe doler, debe ser causa de dolor, de mucho dolor; sobre todo, cuando se ostenta un cargo de gran dimensión, de tanta relevancia.

Que pienso, que tanto dolor debió causarle, que el mismo dolor se le activó sobremanera y en su maduración se convirtió en rencor. Yo diría que en rencor en su máximo grado, puesto que a partir de entonces se ha ocupado de camuflar su cadáver político con la arrogancia propia del que alimenta el ego hasta el límite y, por ello, queda como ausente y sin saber si va vestido o desnudo en su caminar ya a ninguna parte. Una altanería tan desmesurada demuestra, que en más de una ocasión ha caído en las garras del esperpento, provocando el que inclusive su círculo más cercano se alejara de manera sigilosa de sus postulados.

Bajo el paraguas de una fundación hecha a su medida y generosamente recompensada por los gobernantes de turno, este personaje, engalanado a manera de los soldaditos de plomo, no ha hecho más que dictar órdenes a su minúsculo ejército de bufones para que estos fueran cortándole las alas a las gaviotas “díscolas” de la bandada. Pues, que desde ese bunker y a la desesperada se ha dedicado y se dedica a lanzar ráfagas envenenadas a diestro y a siniestro, sin importarle el blanco, no vaya a ser que algún proceder distinto al suyo le reste luz en el escenario de sus triunfos imaginarios. Quiere, a toda costa, la luz para él solo, y quedarse inmortalizado en las páginas de la historia del ruedo ibérico como un iluminado al uso, como un santón; como el profeta que instruye a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, inculcándole determinadas ideas o creencias.

No comprendió nunca, y sigue sin comprender, que el tiempo va acomodando a cada uno en el verdadero lugar que le corresponde. Y que en contra del tiempo no se puede ir, aunque ese uno lo niegue todo y se empecine en cabalgar como Atila. Ha pretendido durante años continuar gobernando entre bambalinas, sin reparar en que por detrás de los decorados solamente se puede observar la escena. Pero no ceja en su lastimoso empeño. Y eso que se viene encontrando en las últimas fechas con repetidos desaires por parte de quienes le adulaban a diario el yo: consecuencia lógica y aplastante, para el que ha hecho de la altivez el estandarte con el que se pasea por los pasillos de las universidades de medio mundo. Ni siquiera la parada última, la que hizo en el Congreso de los Diputados para presentar unos libros, en medio de una más que significativa soledad gubernamental, parece que hiciera mella (yo lo dudo) en ese señor bajito de bigote sombreado…

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.