Sociopolítica

Erdogan y el Poder del Islam en el Mediterráneo occidental (I)

Si estamos dispuestos a aceptar que la democracia debe conceder y garantizar el derecho a participar en el proceso electoral a sus enemigos, es que ya estamos dispuestos a ser  esclavos.  No hay otra ley que la ley civil, emanada del Parlamento, ni otra libertad que las libertades que tienen y ejercen los ciudadanos. Erdogan pretende construir en Turquía un Estado teocrático, eliminando la democracia en nombre de Alá. Hitler hizo lo mismo, construyendo un Estado totalitario, en Alemania. El terrorista es él porque es él quien ejerce toda la brutal violencia moral del Estado y toda la violencia física de la policía contra los turcos.

No es necesario que se reproduzcan las mismas condiciones históricas del pasado, la Alemania nazi, por ejemplo, para que el pasado retorne al presente, Turquía o Egipto. Este retorno lo podemos percibir en los métodos, en el proceso para conquistar el Poder y en la liquidación de los derechos individuales, una vez conquistado el Poder. Y todo ello sin que una democracia, reducida al sufragio, a la separación ficticia de poderes y a la representación electoral pueda impedir que una ideología totalitaria, el Islam en este caso, pueda conquistar el Poder.

Porque no es el sufragio el fundamento de legitimidad  del Gobierno sino la existencia de derechos individuales y su protección como garantía de su ejercicio, el único fundamento de legitimidad. Sólo cuando se garantiza el ejercicio de los derechos individuales es cuando la democracia tiene sustancia y cuando podemos sentirnos a salvo de que el proceso electoral no sea instrumentalizado por los enemigos de la libertad para conquistar el Poder.

La paradoja de que las fuerzas políticas totalitarias puedan competir en un proceso electoral libre está en sus orígenes porque en éstos no están ocultas sus intenciones. Las muestran. Ocurrió con Hitler que, a pesar de haber anunciado en su libro “Mein Kampf” que iba a desencadenar la guerra mundial e imponer una dictadura, le permitieron participar en un proceso electoral cuyo final fue el final de la democracia.

Cuando un partido tiene una ideología totalitaria está claro que no tiene otro objetivo que conquistar el Poder, utilizando todos los medios demagógicos a su alcance, para instaurar su ideología. Es el caso del partido Justicia y Desarrollo de Erdogan. ¿No les parece curioso que la palabra Justicia sea utilizada por todas las ideología totalitarias para, en su nombre, acabar con la libertad? Por ejemplo, el justicialismo en Argentina. ¿Por qué nunca utilizan las palabras libertad e igualdad? Porque en nombre de la libertad no pueden imponer su ideología y porque en nombre de la igualdad las mujeres serían liberadas de la sumisión al macho, a su dios y al Poder político-religioso.

Si la democracia es libertad, en su nombre no pueden participar en ningún proceso electoral sus enemigos. Si la democracia es libertad, una condición necesaria para participar en las elecciones es su compromiso con la defensa de la libertad. La democracia, fundamentada en los derechos individuales, en la Declaración de derechos, y no en una concepción ritual y mecanicista del sufragio universal, como diría Bakunin, debe protegerse contra sus enemigos: cualquier forma de totalitarismo, religioso o militar.

La libertad religiosa es su mayor enemigo, en el presente, porque en su nombre se niega el ejercicio y la proclamación de los derechos individuales. Porque en su nombre conquistan el Poder los enemigos de la libertad. En Turquía tenemos la versión actualizada de la lección nazi. Los enemigos de la libertad se nos identifican en su ideología. Desde sus orígenes.

Por eso es un error calificarlos de moderados. Sólo son moderados cuando la correlación de fuerzas les es desfavorable. Cuando se vuelve a su favor aplican lo que siempre habían dicho que pensaban hacer. Nadie debería llamarse a engaño. Si un partido totalitario participa en un proceso electoral ya sabemos que si conquista el Poder impondrá su dictadura. En nombre de la libertad religiosa, claro.

¿Se puede permitir que nadie, por muchos partidarios que tenga, Hitler fue el más votado en las últimas elecciones, imponga su ideología y su ley moral a los demás? ¿Estamos dispuestos a renunciar a la libertad en nombre de la libertad religiosa o de que un partido totalitario haya ganado las elecciones? ¿Acaso hemos olvidado que dos países militaristas, Alemania y Japón, son democracias, hoy, porque los vencedores les impusieron la democracia? No les dieron la opción de no ser demócratas

Como garantías para defender las libertades individuales las fuerzas políticas que participen en un proceso electoral deben contener en sus programas la defensa explícita de la Declaración de Derechos y del Título I de la Constitución y sus dirigentes políticos jurarlas en el inicio del proceso electoral. Además para adquirir la condición de ciudadano no será condición necesaria la residencia sino la jura de los Derechos individuales y del Título I de la Constitución. Este es un ritual que deben hacer todos los que quieran ser ciudadanos al cumplir la mayoría de edad y los inmigrantes que quieran adquirir la ciudadanía. Esta defensa de los derechos individuales no significa el acatamiento del sistema político u orden social existente, cuando éste no se fundamenta todo él en las libertades.

Si estamos dispuestos a aceptar que la democracia debe conceder y garantizar el derecho a participar en el proceso electoral a sus enemigos, es que ya estamos dispuestos a ser  esclavos. Ni en nombre de la seguridad, que algunos pretendan encontrar en la condición de esclavo, podemos justificar la renuncia a las libertades. No hay otra ley que la civil, emanada del Parlamento, ni otra libertad que la que tienen los ciudadanos.

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.