Sociopolítica

El cepo

Quienes estudiamos el momento que toca vivir a la sociedad española, advertimos diferencias cruciales entre entusiastas afirmaciones oficiales y una realidad espinosa. Día a día vamos conociendo casos cercanos en los que la subsistencia familiar anula cualquier otra conquista. Todo esto se da mientras saqueo y ostentación generan un caldo de cultivo que alimenta odios, cuando no peores instintos. Oponer hipotéticos desaliños, estatismos o aceptaciones fatalistas, conlleva a errores de tardía enmienda. Prohombres heterogéneos creen conjugar perfectamente candor y abuso; pero ambos elementos pueden acarrear una mezcla explosiva. Sobre todo si cuentan con un poderoso catalizador denominado miseria.

Foto: rosale16

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El hombre ha utilizado artilugios sin fin para someter, quizás aprovisionar, animales que le son inconvenientes, hostiles, incluso vitales. En definitiva, siempre requirieron herramientas que le procuraran poder; a veces, rayano al atropello y explotación. Ocasionalmente, estos mecanismos -los cepos- carecen de toda estructura material. Conforman variados procedimientos tramposos, de engaño, que provocan los mismos efectos. Tienen, además, la ventaja de su difícil (casi imposible) reparo. Aunque el uso esté bastante generalizado, los políticos lo convierten en instrumento particular y efectivo. Tanto que político e integridad son términos incompatibles. Que nadie se engañe ni utilice tópicos al uso. Generalizar no supone exceso pues toda norma lleva aparejada, implícita, alguna (vocablo indefinido) excepción.

“Botas y gabán encubren mucho mal” enseña el proverbio. Cierto es. Un torturado contribuyente (antes ciudadano) sufre aviesos intentos de enjuague cerebral. Es víctima escogida, propiciatoria. El talante manso del individuo y los irrefrenables deseos de subyugar que tal marco despierta en el político, arman la columna vertebral del entorno. Iremos desgranando modos, contenidos y siglas. El partido que mantiene la gobernanza merece, por méritos propios, abrir esta relación. PP y estratagema, ahora mismo, son sinónimos. Ignoro qué motivos lo elevan al ranking. No descarto el efecto miserable que le viene infundido por una falsa y mal entendida (ir)responsabilidad. Mentir no lleva al huerto, conduce al fastidio y al menoscabo. Pudiera suceder que el poder hace al político, o viceversa, pero garantizo que ambos conforman una simbiosis siniestra. Destacar a un miembro del ejecutivo se convierte en espinoso cometido. Merecen eximio puesto los ministros de exteriores e interior (¡qué casualidad!) por su verbo ardiente y farruco. Sin obviar al resto del Consejo, la palma se la lleva el presidente. Entre muchísimas argucias, no es cierto que para evitar el descontrol del déficit y deuda sea imprescindible recortar en Educación y Sanidad a la par que subir impuestos de forma asfixiante. El lastre proviene de un Estado mastodóntico, inútil, y de una Administración -empresas públicas incluidas- redundante, asimismo descomunal.

Viene junto, ex aequo, un PSOE que no se arruga ante la deriva. Tras el último desastre electoral debería haber hecho una crítica liberadora y reconstituyente. Pues no.  Sigue empecinado en evidenciar el cepo del desequilibrio institucional. Anuncia además que, cuando recupere el poder, desarticulará el sistema educativo y sanitario propuesto por el PP. Este complejo de Penélope y su arrebato federalista asimétrico (federación y asimetría expresan una contradicción en los términos) molesta, empalaga,  al votante que le va huyendo convencido de su farfolla.

Izquierda Unida (partido desubicado en un marco capitalista) esconde el lazo bajo una ética de boquilla que los hechos desmienten. Obsérvese el ejemplo “edificante” que certifican compensando al gobierno andaluz (paso por alto los curiosos tejemanejes de algún personaje exótico). Llevan también su intransigencia al elogio federal, por cuenta propia o en comandita con el PSOE.

Nacionalismo catalán (CiU y ERC) y ratonera lucen con idéntico fulgor. Presentan un territorio histórica y formalmente entrampado. Ejercen de abanderados independentistas hasta que la generosidad o tacañería del Estado, según los casos, acaba con sus presunciones. Sin duda, atesoran un nacionalismo pragmático. Acortan y alargan a conveniencia porque el tópico -la pela es la pela- se convierte, más que en principio, en Constitución. Sirva de argumento inapelable la ocurrencia de doble nacionalidad pergeñada por el señor Junqueras para evitar una fría e infecunda orfandad comunitaria.

Como epílogo -no sin realizar un breve recuerdo al disfraz que exhiben otras siglas, hoy poco significantes- expongo algunas reflexiones para librarnos de esta recua. Suelen, como sospechan ustedes, entrampar aparentando una realidad atractiva. No tengan reparos ni prejuicios sobre persona o doctrinas. Ninguna merece tratamiento diferenciado. Eviten actitudes lerdas, confiadas e inocentes. Semejante tipo de parásitos se cobijan en la bonhomía acrítica. Superada la defensa moral, intelectiva, somos títeres movidos por su ambición. Tengamos presentes el adagio: “Para librarse de lazos, antes cabeza que brazos”. No hay mejor consejo contra toda clase de cepos.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.