Karma

Aprender a encontrar el tiempo

No tengo tiempo

Cuando era joven no tenía dinero, pero tenía tiempo; ahora tengo dinero, pero no tengo es tiempo”, me dijo en Suiza, John K. Galbraith, el gran economista y amigo personal de J. Kennedy, cuando fui a invitarlo para un Congreso sobre medio ambiente en Bilbao. Aún habría de vivir hasta los 97 años.

Pero vino con su esposa y lo pasaron muy bien, ya que ella no había vuelto a España desde la República.

Muchas personas se quejan de que “lo que tengo es tiempo de sobra”, y se aburren. O se van confinando en un reducido espacio, de la cama al cuarto de baño, de aquí a la cocina y de esta a la sala, delante del televisor o escuchando la radio. Y vuelta a empezar. Progresivamente van limitando sus actividades porque con esa “inactividad” generan limitaciones.

De ahí que los médicos y sanitarios utilicen la expresión “esta persona ha hecho un “nombre del síndrome o de algún síntoma de “una” enfermedad)”. Si supiéramos la cantidad de “dolencias” que somatizamos. Al llegar a cierta edad, somos muy capaces de convertirnos en nuestros peores enemigos, en autosaboteadores. Aunque nunca faltará alguien o algo a quien “echarle” la culpa. Y lo hacen con toda naturalidad, aunque tengan que autoengañarse. Seamos sinceros, al menos con nosotros mismo.

No vienen a visitarme” “Me tienen olvidado” “Ni les preocupa cómo vivo o me encuentro.” Oh, no. ¿Se preocupa usted de ir a vistarlos cada semana “haciendo el tiempo necesario para ello”? No me diga que si las piernas, que si no estoy arreglada, que si anímicamente no me encuentro…” ¿Por qué no pasea cada día, previa consulta con su médico? Media hora o una hora al día. Le apetezca o no le apetezca. “Nunca me pregunto si me gusta o no me apetece lo que tengo que hacer”, me dijo Doña Sofía hace más de 40 años. Si llueve, paraguas, si hace sol, sombrilla o sombrero. Si hace calor, más ligeros de ropa, si hace frío se abriga como las cebollas. Siempre con el calzalo adecuado. ¿Por qué no visita con regularidad a su médico o sanitario, y no se hace esperar a que le “surja” un dolor o una molestia.

Ellos le ayudarán para que siga una alimentación sabrosa, rica, satisfactoria, a sus horas, y no cuando “me apetezca”. A cada edad corresponde una alimentación adecuada. Y tenemos que hacerlo.

Como pasear a diario, escoger un parque o jardín o lugar sin ruidos ni coches ni molestias. “Déjese afectar”, en frase ignaciana, por los pájaros, por la gente que camina o que se sienta, que sonríe o que piensa, por las plantas, por las fuentes, por los pájaros, por el viento que lleva las hojas y nos trae aromas.

Tenemos que aprender a encontrar el tiempo. “El tiempo” no “existe”. Es una convención social que hemos adoptado para comprendernos. Los griegos llamaban “kronos” al tiempo medible, y “kairós” al tiempo vivido, existencial, inefable, no medible, de un encuentro, una espera, una ausencia, una caricia, un duelo, un beso, un estremecimiento.

Lo kairológico lo vivimos todos pero mucha gente no sabe distinguirlo aunque lo “experiencie”, porque no se reproduce como algo científico. Una hora siempre tiene 60 ‘, un minuto tiene 60”. Pero hay días maravillosos, horas que se hacen eternas, tiempo que se va en un vuelo. Hablamos de él, sobre todo, cuando ya vamos madurando en años. Luego algunos dicen que no se paran a reflexionar, a respirar, a relajarse, a caminar consciente de cada paso, del aire, de los pájaros, de los árboles, de las nubes…”porque no tienen tiempo”

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.