Sociopolítica

Rtvv, un maná político

No voy a ser yo quien defienda el cierre de radio-televisión valenciana. Como cualquier providencia que acarree la desaparición de un venero cultural -aun presunto- me parece deplorable. Este proceso, además, supone una prueba evidente de torpe visceralidad, de divergencia recurrente, de naufragio colectivo.

Por fas o por nefas, los valencianos (aborígenes y adoptados) nos quedamos sin voz propia, sirva la hipérbole. Es cierto que, a lo largo de estos veinticuatro años de existencia, RRTV recogió en palabras e imágenes los acontecimientos significativos de la Comunidad. Nadie puede, con rigor, negar el protagonismo del medio divulgando episodios cotidianos, haciendo Historia. Fue cronista cercano y cohesionó la sociedad. Asimismo, su devenir acopió algunas sombras.

Al igual que toda empresa e institución públicas, RTVV sufrió a lo largo del tiempo la erosión inducida por codicia, abuso y clientelismo. Su turbia existencia originó deudas milmillonarias, inasumibles. Cimentar ahora una inculpación unidireccional me parece tan injusto y descabellado como el propio cierre del medio. Gobiernos autonómicos, básicamente del PP, sindicatos y trabajadores debieron ser conscientes de un aumento incontinente, anárquico, oneroso. Si sumamos a este marco cierta dosis de estatismo irracional en las posiciones iniciales, habremos precisado parte del problema. La génesis no comprende sólo una componente económica sino el desencuentro absurdo que se revela incapaz de armonizar los diferentes intereses en juego.

Tamaña ceguera origina mancilla, recelo, deserción, de un partido bastante deslucido a nivel comunitario y estatal. El PP -no Fabra, que también- debe asumir el desgaste que supone tan rechazada determinación. Por su parte, casi dos millares de trabajadores inflarán las listas del paro. Quizás no sean peor las situaciones individuales. Vislumbro auténticas tribulaciones familiares. No obstante, los verdaderos perjudicados, quien va a sufrir el efecto amargo será la sociedad valenciana. Desconozco qué razones, salvo arrebato momentáneo, ha llevado a unos y otros a suicidarse vanamente. Nadie se beneficia. Hay un perjuicio general, incluso considerando exageradas afirmaciones sobre el impacto cultural y vertebrador. Pocas dudas plantea considerar el XV Siglo de Oro de las letras y artes valencianas. Por aquel entonces (ocurrente giro) no había radio ni televisión.

Dicho lo anterior, me sorprende esa vocación manipuladora que, desde distintos ámbitos, envuelve cualquier pronunciamiento del PP. Comparto y aplaudo los esfuerzos asumidos por el personal adscrito al ente valenciano en defensa de sus legítimos intereses. Creo con ellos que la mayor responsabilidad se fundamenta en los tentáculos del poder, sea político o sindical. Ahí se genera el problema, con el añadido de que algunos cómplices quieren formar parte vertebral de su solución. Constituyen ese grupo anecdótico, insólito, algo rancio, que quieren ser novios en las nupcias y difuntos en los enterramientos. Su afán protagonista deja al descubierto una inanidad extrema cuyo resultado tradicional atrae desgracias e inquietudes.

Cuestiono, al compás, el ruido de la calle. ¿Qué pintan en ella colectivos sin conexión con el mundo audiovisual? ¿Se decantan por el río revuelto? Politizan el clamor y quiebran la solidaridad. ¡Cuánta gente que se abona al bloque retrocede para no comulgar con ruedas de molino! Hasta vería razonables todo tipo de advertencias, de admoniciones, contra el poder, pero contra cualquier poder. Repelo aquellas persecuciones orquestadas, grupales, impúdicas a veces, que cabalgan a lomos de la misma ideología. Quienes favorecen el impulso de tanto sectarismo, deben saber que o bien se engañan -y han de rectificar- o son cómplices conscientes en los continuos intentos de constreñir las maneras democráticas.

Colectivos sin tacha aparente y ciudadanos con desvelos sociales conforman la comparsa necesaria. Partidos entusiastas del tumulto permanente, a su pesar, atesoran la responsabilidad de transgredir esa calma rehabilitadora que ansía el individuo. PSOE e IU encrespan a la multitud contra el cierre de RTVV cuando no hace mucho, temiendo una manipulación electoralista -tan real como la de Canal Sur, amén de otros canales públicos- pedían su cierre definitivo. Entonces, para ellos, no contaban los miles de trabajadores que deberían quedar en situación similar a la actual. Venden con soberbio cinismo fuegos artificiales, cohetería, que esta tierra idolatra apasionadamente. La sociedad valenciana abomina el carpetazo dado por el gobierno a la televisión pública. Del mismo modo, tampoco debiera ser un huésped privilegiado de parásitos políticos que ven en ella el alimento ideal, su maná preferido.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.