Finaliza la Semana Santa y, sin compartir las creencias las motivan, no puedo dejar de admirar la belleza plástica de unas imágenes que expresan con barroquismo tenebroso el dolor y la muerte, mientras una luz crepuscular que amarillenta la atmósfera hace resaltar, en contraste con la vida vegetal que lo enmarca sobre una Giralda respetuosa y silente, el repetido y siempre inaugural estremecimiento por una trascendencia en la que buscamos sentido a la existencia, para encontrar siempre la mano del hombre y la creatividad humana, demasiado humana.