Sociopolítica

Tiempos de zozobra

Vivimos tiempos de penuria novedosos para muchos, ya casi olvidados para los más. El tsunami provocado en la Unión Europea por unas elecciones de resultado cuanto menos sorprendente, está ocasionando nuevos dilemas. Ateniéndonos a un orden cronológico, se inician con la elección de cargos que deben completar el organigrama del Consejo. Sin embargo, tal trance -antaño ordinario- da paso a conflictos suscitados por un Parlamento heterogéneo en exceso. El aumento imparable de euroescépticos, junto a radicales de izquierda y derecha, indica la escasa confianza que ofrecen los políticos clásicos al ciudadano comunitario. Con todo, lo peor no es el escenario perfilado tras estos comicios. Según parece, triviales bagatelas siguen irrumpiendo los “desvelos” que atenazan a nuestros prebostes. Creen asir por gracia divina el viejo cetro imperial. Han perdido, todo lo confirma, capacidad adaptativa y ponen en grave riesgo su propia conveniencia.

Ahora nuestra seca y querida piel de toro necesita, como nunca, encontrar el derrotero atinado. Llevamos un decenio dando tumbos. Inseguros, beodos de dogma, saturados de barreras emotivas y mentales, caminamos medio a ciegas; ceguera inducida pero que aceptamos sin asperezas. A la intemperie, nos arrebujamos en una oquedad labrada a golpes de presunción, dejadez e ignorancia. Es injusto, pero proverbial, descargar la propia conciencia profiriendo reproches a diestra y siniestra. Configura otro vicio del español. Por este motivo pretendemos cambiar de regidor cuando quizás conviniera reformar el regido. Nunca hay un único culpable; lo acertado sería compartir responsabilidades. Políticos y pueblo, o viceversa, deben asumir la parte alícuota que les incumba y expiar por ella.

ovejasElaborar un relato gradual de hechos, vicisitudes y dirigentes que han traído el momento actual resultaría prolijo. Desde luego, no quiero absolver -tampoco minimizar- el protagonismo atribuible a la sociedad. Quien lea mis textos conoce perfectamente qué opinión me merece el contribuyente (antes ciudadano). Escrutaré la coyuntura inmediata sin obviar referencias pretéritas, cuyos efectos nos alcanzan hoy, ya que el devenir histórico niega la generación espontánea. Uno, para bien o para mal, deja su impronta. El hombre centra la mirada en lo próximo. Su ancestral apatía, probablemente desinterés extraño, le impide dilatar el foco de atención. Craso error individual y colectivo.

Diversas declaraciones tras la debacle europea, muestran que los señores del PP no han aprendido nada. Repiten mensajes equivalentes a consignas estratégicas. Dicen tomar nota pero los hechos niegan tal disposición. Se obcecan con la herencia ruinosa, con el marco económico -según ellos- en evidentes vías de enmienda. Se advierte el efecto hipnótico difundido por una cocina de alta calidad. A su pesar, paro, empobrecimiento y hartazgo anidan en la clase media. Olvidan, asimismo, que al pueblo español le importan (más allá de los gestos) la independencia judicial, el final de la corrupción y el cesarismo antidemocrático. Este tutelaje acarrea tan insólita realidad socialista; mañana le ocurrirá algo semejante al PP.  Qué papelón el de los clones Zapatero y Rajoy.

España sin un PSOE cohesionado -fiel a los principios genuinos de la socialdemocracia europea, libre de lastres decimonónicos- precipitaría su descomposición integral. Ello no implica que el marco actual nos aleje demasiado de ella. El partido se encuentra en una encrucijada espinosa. Sin cabeza perceptible y con pocas expectativas electorales, debe encontrar un secretario general capaz de conseguir el necesario pacto de estado para reparar los diversos frentes abiertos. Presumo que la cainita lucha abierta y los patrones que se ofrecen dejan sugerir exiguas perspectivas. Una consecuencia más imputable al césar Zapatero. No sólo arruinó a España sino a su partido. ¡Qué tropa, joder, qué tropa! en frase célebre del conde de Romanones.

Los nacionalismos vasco y catalán elevan la tensión cuando convendría encauzar esfuerzos en la lucha contra el paro. Nuestro gobierno, amén del país,  yace apagado pero se encuentra peor una sociedad exhausta que les pasará factura por tanto desprecio. Izquierda Unida y los partidos emergentes (excluyo a Podemos, exabrupto de la idiosincrasia española) acarician un papel destacado en el futuro inmediato. Dejando aparte personalismos onerosos, han de conducirse como atentos vigías de un bipartidismo quebradizo, incluso de un gobierno conjurado.

Analistas expertos, con pedigrí, señalan que los resultados electorales no son extrapolables. ¿Y las preferencias? Llevamos ya dos confrontaciones, al menos, en las que se observa un paulatino descenso de PP y PSOE. Entre tanto, aumentan los porcentajes de IU, UPyD y Ciudadanos. Siguiendo esta dinámica, únicamente aquellos partidos mayoritarios pueden gobernar con un pacto a dos. Se necesita, si no hubiese acuerdo, la unión de tres o cuatro siglas -nacionalistas o no- para logar una mayoría estable. Entraríamos en la italianización de España. Peor aún si ensayaran revivir el Frente Popular. Las consecuencias serían calamitosas para el país y para los partidos coaligados. Saquen conclusiones del tripartito catalán o del ansia de Zapatero por aislar al PP. El socialismo ahora se encuentra en un momento clave para el futuro. Es, debe ser, el partido -no otro- que motive nuestras zozobras. Quisiera permanecer optimista; no obstante, mi cabeza contiene los alientos de mi corazón.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.