Sociopolítica

Desmontando las falacias monárquicas

La Tercera República no vendrá sola. Y no sólo esto, no nos vale cualquier república. Sólo merecerá la pena aquella que posibilite que realmente el pueblo ostente el poder, que la democracia sea real y pueda desarrollarse continuamente sin limitaciones. Lo cual sólo será posible si el pueblo protagoniza esta nueva transición. No habrá democracia real sin una transición real. Y no habrá una transición real sin el máximo protagonismo popular. Todos debemos involucrarnos en la lucha por la democracia. Empezando por las organizaciones políticas favorables a la democracia.

Foto: Jornadas Republicanismo Español

Dicho sea de paso que me parece un grave error por parte de Podemos no haberse sumado a la iniciativa de IU para coordinar a las formaciones políticas democráticas para la lucha por la República. Dar el máximo protagonismo a las bases, a la militancia o a la ciudadanía no significa que los coordinadores, los portavoces, los delegados, los líderes, los representantes, o como demonios queramos denominar a esas personas que en determinados momentos tienen mayor protagonismo que el ciudadano de a pie, no deban hacer nada y tengan que supeditar cada una de sus acciones en todo momento al visto bueno de quienes representan. Así como no creo que Pablo Iglesias o los otros portavoces de Podemos necesiten en todo momento el visto bueno de su organización para sus discursos mediáticos, tampoco deben tenerlo para pasar de las palabras a las acciones, máxime cuando éstas están acordes con aquéllas. Y con mayor razón cuando los acontecimientos se precipitan y se requieren acciones urgentes. Una cosa es hacer algo a espaldas de quienes te han dado su confianza y otra muy distinta es no hacer precisamente lo que te han pedido que hagas. En el programa dePodemos ya se defendía la necesidad de un proceso constituyente, por tanto sus máximos responsables no deben sólo hablar sino que tomar las acciones pertinentes para llevar a la práctica su programa, ya tienen el aval de sus votantes. Por eso ya se han pronunciado verbalmente por la necesidad de un referéndum vinculante que dé la voz al pueblo para elegir su forma de Estado. Francamente, es muy difícil explicarse ese error cometido por Podemos. Esperemos que sea anecdótico, lo reconozcan y lo corrijan. Esperemos que tanto IU yPodemos dejen de lado orgullos y sectarismos y trabajen seriamente por la unidad popular. A veces parece que están más centrados en competir entre ellos que en coordinarse en la lucha común. Nadie está libre de errores, si éstos se cometen no pasa nada por reconocerlos y corregirlos, es más, yo creo que así se gana credibilidad ante la ciudadanía.

La lucha por la República va a ser sobre todo una lucha ideológica. Una vez ganada ésta la conquista de la República será sólo una cuestión “técnica”. En dicha lucha ideológica los monárquicos tienen la ventaja de una propaganda realizada durante décadas a través de los grandes medios de comunicación, los cuales han acaparado. Pero nosotros, los republicanos, los verdaderos demócratas, tenemos de nuestro lado la razón, la crisis del sistema, la realidad. Incluso las llamativas y grandes contradicciones de esos “republicanos” que siempre posponen este debate, que antes se declaraban “juancarlistas”, de esos falsos demócratas que no quieren que la ciudadanía se pronuncie sobre un tema tan trascendental como la forma de Estado. Sin embargo, no debemos infravalorar al enemigo. Que tras muchos años de crisis y con una corrupción tan generalizada, el PPSOE, sustento político del régimen, siga siendo, con mucho aún, la opción más votada así lo demuestra.

Por ello me parece pertinente retomar (actualizándolo) en parte el material de un artículo que publiqué hace cierto tiempo titulado “La necesaria república”, el cual formó parte de mis libros Rumbo a la democracia y La causa republicana, para contribuir modestamente a la lucha ideológica por la Tercera. Debemos combatir las falacias monárquicas con insistencia y con inteligencia. Todos podemos aportar algo. Quienes mejor sabemos cómo ganarnos a la gente somos los que formamos parte de ella, quienes vivimos sus mismos problemas, quienes hablamos en su mismo lenguaje. No se trata sólo de hacer ver a la ciudadanía que la República es mejor, por definición más democrática porque en ella el jefe de Estado es elegido por el pueblo, lo cual es obvio, sino sobre todo de hacerle ver que la monarquía en el actual Estado español supone un serio obstáculo para el desarrollo de la democracia, hay que romper la presa para que el río pueda fluir libremente.

Cuando se debate con monárquicos, es decir, con “juancarlistas” (que ahora se reconvierten en “felipistas”), éstos suelen usar las siguientes falacias para defender el sistema actual:

  1. El pueblo español ya se pronunció y eligió monarquía.

Sin embargo, el Rey fue coronado por el franquismo, fue impuesto por el anterior régimen dictatorial. Las condiciones en que se hizo el referéndum de la Constitución de 1978 fueron muy especiales, estábamos en plena Transición en un momento muy delicado, veníamos de una dictadura y desde luego aún no estábamos en una democracia y prácticamente no había otra solución más que aceptar la Constitución tal como venía hecha desde arriba, por sus llamados padres. Además, no se plantearon todas las opciones posibles, no se dio opción a la república. Se trató más de un chantaje que de una libre elección: o democracia con monarquía o franquismo sin Franco. La Transición se hizo desde la imposición de un bando al otro (quizás porque no hubo más remedio en ese momento) y eso hay que terminar de corregirlo para que el pueblo pueda elegir libremente el tipo de régimen que desea para nuestro país. Incluso el decir que así se decidió en su día y que ahora hay que aguantarse con esa decisión eternamente es poco democrático (aun sin tener en cuenta los argumentos anteriores), por supuesto que no se trata de volver a decidir sobre lo mismo constantemente, si no no podríamos funcionar, pero tampoco se puede evitar replantear ciertas cuestiones cada cierto tiempo (prudencial), si no nunca cambiaríamos, máxime cuando el sistema está en crisis, no funciona.

  1. La monarquía española es más barata que muchas repúblicas de nuestro alrededor.

Esto es muy discutible, pues muchos gastos de la monarquía son asumidos por distintos ministerios. Según algunas estimaciones, los costes de la Casa Real son realmente muchomayores que los oficiales (561.654.350 euros. Coste real de la monarquía española.).

Cuando se compara el coste de nuestra monarquía con los gastos de las repúblicas de países vecinos no hay que caer en el error de hacer comparaciones directas e inmediatas de las instituciones. Por ejemplo, el presidente de la república francesa tiene algunas atribuciones parecidas al rey de España y además atribuciones del presidente de gobierno y de algunos ministerios de nuestro país. Por esto los gastos de la jefatura de Estado de la república francesa y los gastos de la jefatura de Estado de la monarquía española no se pueden comparar directa y fácilmente, porque no están asignados o distribuidos de la misma forma, porque ambos jefes de Estado tienen distintas competencias. Y todo esto sin contar con la corrupción que se produce en un sistema nada transparente donde los ricos pueden robar a mansalva sin consecuencias para ellos mientras se persigue el pequeño delito. ¿Qué coste tiene la corrupción para la sociedad?¿No hay menos corrupción cuando nadie está por encima de la ley, cuando la ley es igual para todos, cuando hay más transparencia, es decir, con más y mejor democracia? ¿Qué coste económico (además del coste en derechos humanos) tiene la falta de democracia, o su escasa calidad?

 

Por otro lado, el coste económico (aun admitiendo que más democracia supone más gastos para la sociedad, lo cual es muy, muy, muy discutible) no es un argumento de peso a tener en cuenta, pues si así fuera podríamos suspender la democracia que con toda su parafernalia de elecciones, subvenciones a partidos políticos o sindicatos, es más costosa que una dictadura. ¿Volvemos pues a la dictadura porque aparentemente es más barata?

  1. Es mejor que haya un rey (que no tenga que ver con los partidos políticos) porque así el jefe de Estado es imparcial.

 

Sin embargo, nunca puede asegurarse que un rey sea imparcial por el simple hecho de no pertenecer a un partido político. De hecho, según la biografía no autorizada Un Rey golpe a golpe, nuestro Rey no se ha caracterizado precisamente por su imparcialidad (hay pruebas documentadas que demuestran que el Rey pidió 10 millones de dólares para financiar a la UCD, Adolfo Suárez dimitió, entre otras razones, por desavenencias con su Majestad, etc.). Yo no he visto mucho al Rey reunirse con los trabajadores, pero sí lo he visto sobre todo acompañado (y ovacionado) por los grandes empresarios. No lo he visto apoyando a los desahuciados o a los desempleados pero sí lo he visto rodeado de ricos en su yate o de deportistas de élite. Cuando uno pertenece a la clase opulenta del país es muy poco probable, por no decir imposible, que pueda ser imparcial, que esté igual de cercano a todos los españoles.

Además, dicha imparcialidad no es necesaria cuando prácticamente el jefe de Estado es simbólico y no tiene casi ninguna responsabilidad política (como al menos ocurre oficialmente en nuestro país). Además, la función de un jefe de Estado no es ser imparcial, no es ejercer de árbitro en la política interna de su país, sino que es la de representar a su país ante el resto del mundo y en algunos casos (en las repúblicas presidencialistas o semipresidencialistas) aplicar cierta política (correspondiente al programa electoral refrendado por las urnas). Por otro lado, la libertad conlleva una responsabilidad y tenemos que aprender a usarla sin tutelajes, si no nunca seremos libres de verdad. La figura de un padre del Estado que ejerza de árbitro imparcial es un signo de debilidad democrática porque la democracia no necesita de tutores o guardianes sino de mecanismos legales que la garanticen, mecanismos que no deben depender de ninguna persona en particular. No podemos ser al mismo tiempo ciudadanos y súbditos. Si dicen que nuestra democracia es sólida y está bien asentada, entonces, ¿por qué seguir con un padre o guardián de la misma?

  1. Un rey está siempre más preparado y al no depender de una reelección actúa de forma más honrada.

 

Sin embargo, es obvio que una persona que no tiene el cargo garantizado y que debe luchar por llegar a él y mantenerlo, en general, siempre está más preparada que otra persona que sabe que el cargo es suyo para siempre por el simple hecho de tener cierto apellido. El hecho de que no tenga que rendir cuentas (ni legales ni políticas) fomenta comportamientos indeseables.Algunos de los pilares de la democracia, como la separación de los poderes para su mutuo control y la elección democrática de los cargos públicos, existen precisamente para evitar los abusos de poder porque se parte del supuesto (corroborado por la práctica) de que si no se establecen dichos mecanismos es muy probable que se produzcan comportamientos deshonrosos. Según ciertas informaciones que circulan por Internet desde hace bastante tiempo el Rey saliente Juan Carlos I no ha tenido precisamente un comportamiento ejemplar, más bien todo lo contrario.

  1. El Rey tiene un poder político nulo.

 

Sin embargo, en la Constitución se establecen una serie de poderes que en teoría el Rey puede ejercer en cualquier momento (jefe de las fuerzas armadas, garante de la unidad de la nación, sanción de las leyes, etc.). ¿Si el Rey tiene tan poco poder cómo puede explicarse que según los que lo defienden “salvara la democracia”, desmontando el golpe de Estado del 23-F? ¿Y en todo caso, si no hace nada entonces para qué tenerle? Según sus biografías (oficiales y no autorizadas) fue el protagonista de la Transición. Dicho sea de paso que su papel en el 23-F es cada vez más cuestionado.

  1. El Rey es impune pero no ha abusado de dicho privilegio.

 

Sin embargo, como no hay transparencia informativa respecto de las actividades del Rey no podemos asegurar con certeza que su inviolabilidad e impunidad no hayan sido un problema. De hecho, según la mencionada biografía no autorizada Un Rey golpe a golpe, Juan Carlos I ha aprovechado dicha impunidad para enriquecerse personalmente y está relacionado (aunque no se ha demostrado hasta ahora) con algunos de los principales casos de corrupción que se han producido a lo largo de su reinado. Es vox populi que nuestro Rey se ha rodeado de una “corte” de empresarios que le han hecho numerosos regalos (coches, barcos, etc.). Esto da mucho que pensar porque normalmente nadie regala nada gratuitamente.

  1. Da igual que el Rey sea impune en la teoría, en la práctica también lo son los políticos y los poderosos.

 

En teoría somos todos iguales ante la ley salvo el Rey (que está por encima de ella). En la república francesa todos son iguales ante la ley (incluido el presidente de la república). En la práctica ya es otra cosa, desgraciadamente, pero si en teoría ya se reconoce que hay alguien por encima de la ley pues eso ya es el colmo. Para que haya justicia debe haber una ley justa y debe aplicarse de forma justa, pero si la ley ya es injusta entonces es imposible que haya justicia. Si no podríamos decirle a los sudafricanos que vuelvan a implantar el apartheid porque total nunca serán iguales (en la práctica) ante la ley por razones de raza. El primer paso para mejorar las cosas es que la ley sea por lo menos en teoría justa, luego habrá que trabajar para que se aplique bien, pero sin el primer paso no hay nada que hacer.

A diferencia del Rey, cualquier cargo público está sometido (bien o mal, poco o mucho) a un control político (como le pasa al gobierno) y a un control por parte de la prensa. Controles que, por supuesto, hay que mejorar notablemente. Por tanto cualquier persona que, ejerciendo un cargo político, comete un delito (por ejemplo malversación de fondos) puede ser denunciada por los políticos o por la prensa para ser juzgada (con la presunción de inocencia correspondiente por supuesto) pero el Rey legalmente nunca puede ser juzgado, aunque cometa delito.

  1. También existen privilegios en ciertos cargos políticos.

 

Sin embargo, no se puede comparar tener ciertas ventajas (las cuales deben ser revisadas en profundidad) con ser impune y bajo ningún control. Por ejemplo, según la Wikipedia, la inmunidad diplomática se refiere a los beneficios de inmunidad o inviolabilidad de que goza un diplomático sobre su persona y el país en donde reside y se desempeña oficialmente, la exención de impuestos y de la jurisdicción civil y criminal respecto con los tribunales locales. A un diplomático español que resida en Francia, por ejemplo, no se le puede juzgar en Francia pero sí se le puede juzgar en España. Por el contrario, nuestro Rey tiene impunidad en su país también (probablemente no será la única persona que tenga ese privilegio en el mundo, pero desde luego no lo tiene el presidente de la república francesa). Además muchos de los privilegios de los cargos políticos son limitados en el tiempo (se acaban en cuanto ya no se ostentan dichos cargos), a diferencia de la impunidad Real que es ilimitada en el tiempo, salvo en caso de abdicación. Obviamente, una vez abdicado, lo van a intentar blindar todo lo posible. Además de no poder juzgarle por lo que haya hecho durante su reinado, le protegerán en cuanto deje de reinar y siga vivo. ¿Por qué querrán blindarlo tanto legalmente?

  1. La gente apoya la monarquía.

 

Sin embargo, las encuestas sobre la cuestión monarquía/república han sido escasas o inexistentes y toda encuesta siempre debe tomarse con mucha precaución. Las encuestas pueden dar resultados muy distintos dependiendo de qué se pregunte, de cómo se plantee la pregunta, de cómo se realicen las muestras, etc. Por ejemplo, no es lo mismo preguntar si se valora la monarquía que preguntar si se prefiere monarquía o república. Se puede valorar positivamente la monarquía (el rey actual) pero se puede preferir a pesar de lo anterior la república. De todas formas, si tanto apoyo dicen que tiene la monarquía, ¿por qué no quieren ni oír hablar de un referéndum? Según el CIS el apoyo popular a la monarquía ha ido cayendo en picado los últimos años. Mientras no se produzca un referéndum no podrá saberse realmente lo que piensa el pueblo español.

 

  1. Si la gente quisiera república votaría a partidos republicanos por lo que no es necesario un referéndum.

 

Cuando se vota a un partido no se considera sólo si es republicano o no sino su programa en conjunto. Usando esa misma argumentación no habría hecho falta el referéndum de la OTAN porque el partido que ganó en su día las elecciones generales defendía (en un principio) el no. Cuando se vota a un partido se le vota por muchos motivos. Habrá gente republicana que no comparta la ideología de IU, por ejemplo, y mucha gente del PSOE que no esté de acuerdo con que este partido renuncie a su posición tradicional a favor de la república y también habrá gente de derechas que preferirá república. Siguiendo el razonamiento de que el que quiera república que vote a los partidos republicanos, nunca tendría sentido plantear un referéndum sobre ningún tema porque bastaría con votar al partido correspondiente (admitiendo que en el resto del programa uno esté de acuerdo con dicho partido).

Además, es un tema con la suficiente importancia para tratarse aparte. La democracia no es sólo votar a partidos para que luego éstos hagan lo que les dé la gana, es también, entre otras muchas cosas, que dichos partidos respondan ante el pueblo, es también darle la opción al pueblo de pronunciarse directamente sobre cuestiones importantes (y el sistema político es la más importante). En una democracia sana debe haber elecciones pero también referendos, cuantos más mejor.

 

  1. Hay problemas mucho más prioritarios, lo importante es resolver los problemas cotidianos. Da igual que tengamos república o monarquía, en el fondo seguiríamos igual, la única diferencia es que tendríamos un presidente de república en vez de un rey.

 

La democracia es fundamental para la resolución de los problemas de una sociedad, cuanto más desarrollada esté mayor probabilidad de mejorar las condiciones de vida de la mayor parte de la población. El pueblo debe ser consciente de que hasta que no tenga el verdadero poder, no podrá aspirar a una vida mejor en justicia, paz y libertad. No podemos mirar para otro lado para no ver lo que no funciona y luego quejarnos cuando nos toca de lleno el mal funcionamiento de nuestro Estado. Ni podemos ni debemos evitar analizar las causas profundas por las que las cosas no funcionan. Todo nos afecta a todos los niveles. No podemos aspirar a tener justicia, trabajo, vivienda dignos si la estructura básica del Estado en que vivimos lo impide. ¿Qué justicia puede esperarse cuando la ley de leyes atenta contra el principio fundamental de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos? La ley debe ser ante todo justa y luego eficiente, pero si no es justa da igual que sea eficiente, probablemente en el franquismo la justicia era más eficiente pero también muy injusta.

Si tenemos en cuenta que en España la monarquía es menos transparente que otras monarquías de nuestro entorno, que coarta la libertad de prensa, que nuestro Rey es impune ante la ley y no está sometido a ningún control, que fue impuesto por el franquismo,…, el planteamiento de la cuestión republicana en nuestro país no sólo es deseable y legítimo, sino que también esnecesario para conseguir que nuestra “democracia” se ponga, por lo menos, al mismo nivel que en el resto de países de nuestro entorno. Esta monarquía tiene los defectos inherentes a cualquier otra más los derivados del hecho de que sucedió a una dictadura y mantiene prácticas que recuerdan a ésta última. Si admitimos que cuanta más democracia mayor probabilidad de resolver los problemas (incluidos los cotidianos) y estamos de acuerdo en que república es más democracia que monarquía (en general y más aun en nuestro país, por las peculiaridades de nuestra reciente historia), entonces es evidente que la cuestión republicana es necesaria y esencial para mejorar nuestra sociedad.

  1. Es mejor no volver a la república para evitar los problemas que hubo con la Segunda República.

 

Sin embargo, los problemas que hubo en la Segunda República no son sólo achacables a la propia institución republicana. En general, y simplificando un poco, el contexto nacional e internacional era ya de por sí muy complejo e inestable. España (y el resto de Europa) vivía una época de cambios intensos y profundos, la inestabilidad estaba arraigada en la sociedad española, inestabilidad que provocó en pocos años (menos de 60) el cambio de una monarquía (Amadeo I) a una república (la primera) a una monarquía de nuevo (Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera) y otra vez a una república (la segunda). En esos tiempos tuvieron muchos problemas tanto los regímenes republicanos como los monárquicos. Por tanto si no se puede volver a instaurar la república por los problemas que tuvo en esos tiempos, tampoco podría hacerse lo mismo con la monarquía. ¿Es que el modelo de Estado republicano usado en la inmensa mayoría de países del mundo actualmente no tiene sentido en nuestro país? Por otro lado, cuando dicen que el reinado de Juan Carlos I es el periodo más largo de estabilidad en la historia reciente de España, tampoco es cierto, realmente el mayor periodo de estabilidad (hasta ahora) fue el franquismo. Es decir, la “estabilidad” tampoco es una virtud en sí misma. Y por si fuera poco, ¿quién se atreve a decir que en la actualidad España es un ejemplo de estabilidad? La Españamonárquica ya se está rompiendo, territorialmente y socialmente.

  1. En una república tampoco habría mucho margen de maniobra porque se elige un presidente perteneciente a un partido.

 

Se elige un presidente de república de un partido es verdad, pero por lo menos se tiene algo de margen para elegir, en el caso de un rey el margen es cero. Y de todas maneras, en una república es más fácil establecer unas reglas del juego que aumenten considerablemente dicho margen de maniobra, por ejemplo, permitiendo que cualquier ciudadano, pertenezca o no a un partido político, pueda presentarse en igualdad de condiciones a cualquier cargo público, incluido el jefe de Estado.En una república es más fácil desarrollar la democracia, nada es fijo e intocable, no hay tantos obstáculos. La Tercera República no debe suponer sólo el que el jefe de Estado sea elegible, lo cual ya sería de por sí un avance, pero un avance muy insuficiente, necesario pero insuficiente.

  1. No es el momento de plantear esta cuestión.

 

Para los defensores del actual sistema nunca es el momento de plantear esta cuestión. Si no hay crisis para qué plantearla si España va bien. Y si hay crisis tampoco es el momento porque hay otras prioridades, porque lo más importante es la “estabilidad”. Cabría preguntarles cuándo es para ellos el momento oportuno. Para esos falsos profetas de la democracia dar la voz al pueblo supone inestabilidad, plantearle la cuestión de la forma de Estado es siempre inoportuno. Dicen que hay otras cosas urgentes que hacer, ¡pues que se lo hayan dicho a su Majestad, que no haya abdicado! Para ellos la democracia real, empezando por el elemental hecho de darle la voz al pueblo para que opine sobre cómo debe ser su sistema político, es “inestabilidad”, pone en peligro sus intereses económicos, su statu quo. Es verdad que para ellos hay otras cosas más urgentes que hacer: salvaguardar sus intereses de clase, de casta, para lo cual es imprescindible darle poca voz al pueblo y cuanto menos mejor.

Ellos sólo quieren que votemos lo justito y que nuestros votos sigan siendo cheques en blanco, ellos quieren hacer unas pocas “reformas” controladas por las élites, por la casta, para que nada cambie en verdad. La monarquía es el necesario corsé de nuestra “democracia” para que ésta no se “descontrole”, para que siga siendo una dictadura disfrazada, una oligocracia al servicio de la oligarquía. Ellos desean dejarlo todo atado y bien atado antes de que surja alguna sorpresa peligrosa en las próximas elecciones, ellos desean recuperar el terreno perdido ideológicamente con un nuevo lavado de imagen, ellos desean ganar tiempo, a ver si con suerte la gente olvida, a ver si con suerte se sale de la crisis, aunque sólo sea un poco, aunque sea a costa de que la mayoría se empobrezca y pierda derechos elementales.

Necesitan que pensemos que antes vivíamos por encima de nuestras posibilidades y que no podemos volver a lo anterior, no digamos ya superarlo como “utópicamente” plantean los “extremistas de izquierda”. Por tanto debemos acostumbrarnos a trabajar cada vez más (los que tengan trabajo, claro), a obedecer cada vez más, a ganar cada vez menos dinero, a tener cada vez menos derechos, todo para ser más competitivos porque no hay alternativa, porque así son las cosas. ¡Pero bien que se guardan ellos de quedarse de brazos cruzados cuando ven peligrar sus privilegios, cuando tan sólo empiezan a ver las orejas al lobo! Pretenden que nosotros no hagamos nada cuando nos quitan nuestros derechos mientras ellos se ponen rápidamente manos a la obra cuando sus privilegios empiezan o pueden empezar a peligrar. Quieren un pueblo sumiso que se deje llevar por ellos, que como máximo vote cada x años para legitimarlos. Nos dicen que las cosas no pueden ser de otra manera, pero bien que se encargan ellos de que no sean de otra manera, de que sean favorables a sus intereses. Dicen (o insinúan) que el destino está escrito, que debemos asumirlo, pero bien que se encargan ellos, sólo ellos, de escribirlo, bien que se guardan de hacernos participar en él. Dicen que nuestra democracia está bien asentada, y bien que se guardan de desarrollarla, de darle al pueblo la opción si quiera de opinar sobre lo más básico, bien que se guardan de tener una ley electoral donde se cumpla el principio elemental de toda democracia “una persona, un voto”, bien que se guardan de que haya referendos, de que éstos sean vinculantes, de que haya revocabilidad, de que los programas electorales sean de obligado cumplimiento, de separar los poderes,…

Es nuestro deber, de los demócratas, poner en evidencia ante la ciudadanía, cuantas veces sean precisas, a esos falsos demócratas, empezando por esos falsos socialistas que no se atreven si quiera a dar voz a sus propios militantes (o se lo piensan mucho, o se la dan con ciertas limitaciones), que niegan la libertad de voto a sus propios diputados, que dicen que son republicanos y defienden a capa y espada siempre, junto a la derecha oficial, a la monarquía heredera del franquismo. Puede que el sistema logre por ahora sobrevivir unos meses más, pero el posible hundimiento del PSOE provocado (o acelerado) por su actitud vergonzosa frente a la abdicación de Juan Carlos I, la cual hará replantearse a muchos militantes y votantes su actitud ante dicho partido, puede suponer a medio plazo la estocada definitiva al régimen. Sin embargo, no podemos esperar a que el régimen caiga por sí solo, los demócratas debemos contribuir activamente a su caída, a asegurarla, a que se produzca cuanto antes. Si no lo logramos a corto plazo por lo menos contribuiremos a que lo haga a medio plazo, por lo menos poniendo en evidencia ante la ciudadanía a los falsos demócratas, a los falsos republicanos, a los falsos socialistas. Nuestro objetivo es que la gente apoye mayoritariamente la causa republicana, que es la suya, que deje de apoyar masivamente al PPSOE y los partidos falsamente alternativos que ahora hacen piña con los dos grandes para salvaguardar el sistema actual. Puede que la monarquía no caiga con la abdicación de Juan Carlos I, aunque haremos todo lo posible para que así sea, nada está perdido, pero dicha abdicación, como mínimo, sí puede suponer un paso decisivo hacia la Tercera República, aunque sólo sea porque la cuestión republicana se convierta en el eje central de la lucha política (alrededor de la cual las próximas elecciones pueden suponer un plebiscito indirecto, tal como ocurrió con la Segunda República), aunque sólo sea porque sirve para poner en evidencia a la falsa democracia actual y todos los que la apoyan. Es nuestro deber contribuir a que la ciudadanía abra los ojos, tal como hicimos nosotros en su día, a que no olvide. Si no dejan hablar al pueblo ahora (que ya veremos si lo consiguen) que hable con contundencia la próxima vez que le dejen hablar.

El sistema quiere contraatacar ideológicamente y en dicho contraataque el actual Rey era un obstáculo, Felipe VI puede desempeñar un mejor papel para el imprescindible lavado de cara del sistema. El régimen (monarquía, PPSOE y partidos satélites, grandes empresarios y banqueros, grandes medios de adoctrinamiento ideológico disfrazados de periodismo, la casta) se defiende y necesita ganar tiempo para contraatacar. La lucha ideológica se va a intensificar notablemente en los próximos meses. Hay que lavarle bien el cerebro a las masas para que en las próximas elecciones vuelvan a la “normalidad”, para lo cual no sólo basta con atacar al enemigo demonizándolo y despertando todos los prejuicios que se han trabajado durante décadas sino que también hay que rearmar las propias filas, aunque sólo sea cambiando de imagen, en los principales partidos políticos así como en la propia institución monárquica. Cambiar en apariencia para que nada cambie, como tantas veces han hecho. Reformas paripé para salvaguardar un paripé de democracia.

Se avecina una gran labor de “marketing” por parte del sistema, para lo cual los demócratas debemos estar preparados y readaptarnos continuamente, transmitir un mensaje claro y contundente a nuestros conciudadanos, en un lenguaje sencillo que todo el mundo pueda comprender. La República no nos resolvería inmediatamente nuestros problemas cotidianos pero sentaría las bases para que eso fuera mucho más posible en poco tiempo. Y por lo pronto ahorraría de entrada unos costes importantes a todos los ciudadanos y sanearía nuestra democracia, que falta le hace. Posibilitaría que alcancen más fácilmente el poder político fuerzas alternativas con programas de rescate ciudadano, favorables a la mayoría y no a ciertas minorías. Con más democracia hay menos posibilidad de que se imponga el pensamiento único neoliberal. Con verdadera democracia los postulados de la izquierda real, que defiende los intereses generales, de la inmensa mayoría, tendrían muchas más posibilidades de llevarse a la práctica. No por casualidad las fuerzas republicanas son principalmente de izquierdas. No por casualidad la derecha no desea la verdadera democracia.

La República nos traería un presente mejor y de paso (que no menos importante) nos proporcionaría un futuro más seguro. Además de los argumentos teóricos o de principios a favor de la república (aplicables a cualquier país), hay que sumar las peculiaridades de nuestra historia reciente que hacen que un referéndum para elegir la opción de sistema sea en nuestro caso necesario, y no sólo deseable. La monarquía necesita mucho trabajo de “marketing” para mantenerse, la república, por el contrario, necesita poco “marketing” para superarla en la lucha ideológica. En un debate público donde ambas opciones puedan ser conocidas en igualdad de condiciones, las ideas republicanas pueden superar por goleada a las monárquicas, siempre que se consiga defenderlas con astucia y elocuencia, siempre que se consiga poner en evidencia las evidentes contradicciones de los monárquicos, de los falsos demócratas. El mensaje que debemos transmitir a la ciudadanía se resume en la siguiente idea central: el proceso constituyente es imprescindible para avanzar en democracia, para lo cual debe estar protagonizado por el pueblo, sin democracia real no podremos salir dignamente de la crisis actual.

¡Todo el poder al pueblo!

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.