Sociopolítica

Pablo Iglesias versus José Antonio Primo de Rivera

A muchos lectores pudiera extrañar la conexión que encuentro entre las personas del epígrafe. Plutarco, en sus Vidas Paralelas, examinaba encuentros y divergencias entre individuos aparentemente opuestos. Siguiendo la analogía, intento (con humildad y rigor) plantear situaciones, modos, aun objetivos, de dos seres distanciados en parte por el azar y por la época. Mi tesis consiste en minimizar antagonismos referidos a detalles triviales, vacuos, como ascendientes, conductas y sentimientos aledaños. Ajustaré lo vertebral a aspectos doctrinales, aproximados aunque con matices éticos y altruistas. Mientras uno ha de ganarse el crédito -superando la autoafirmación- a su par lo juzga la Historia, en ocasiones sometida a lecturas o fallos más o menos interesados.

José Antonio Primo de Rivera

José Antonio Primo de Rivera. Foto: Numismatic Coins & History

Empecemos por orden cronológico. José Antonio pertenecía a la élite de poder. Su horizonte vital estaba expedito; podía gozar de cuanto quisiera sin trabas ni límites. Abogado, escritor, inteligente, refinado, extraño a lo prosaico los honorarios no eran aliciente de su empleo. La oposición de viejos políticos e intelectuales al dictador fue el acicate para intervenir en política y -desde esa tribuna- defender la memoria de su padre, bastante vilipendiada. De verbo vehemente, espléndido, utilizaba una lirica casi ininteligible. Por tal motivo, sus juiciosas propuestas chocaron con aquella sociedad inculta, mísera y miserable. Probablemente el caciquismo configurara ese carácter incrédulo, revanchista, vengativo, de la masa. Pudo malograrse la oportunidad para regenerar una España que caminaba ciega al abismo.

Pablo Iglesias proviene de la clase media. Abogado y doctor en Ciencias Políticas, era profesor interino en la Complutense cobrando -según propio testimonio-novecientos euros. Ahora ejerce de eurodiputado con emolumentos de “casta”, pese a declaraciones de conferir parte a desconocidos, pero muy afines, qué o quiénes. Hace un año, vislumbraba parecidas dificultades que millones de jóvenes, más allá de su formación académica. Bien pertrechado para el debate político (donde juega con ventaja sobre periodistas y otros tertulianos legos en teoría social) supera a sus oponentes utilizando sin pudor técnicas heterodoxas. Tiene dotes indiscutibles para la retórica que condimenta con elevadas dosis de demagogia. Utiliza un mensaje simple, atractivo, seductor, arranque de las recientes cosechas electorales. Analizando diferentes vídeos, puede afirmarse que detesta el idealismo. El púlpito que explota tiene base material, terriblemente prosaica. Sobre su personalidad, me quedo con esta enigmática frase: “se trata de una persona oscura”.

Pablo Iglesias

Pablo Iglesias

España en el primer cuarto del siglo XX sufría parecidos políticos a los que soportamos ahora. Ortega y Gasset, alrededor de mil novecientos diecinueve, describió un paisaje afín al que describiría hoy si viviera. La alternancia pacífica entre conservadores (PP) y liberales (PSOE) encauzaba el gobierno del país. Desastre colonial a finales del XIX con duras secuelas, vanos intentos reformistas, penosos conflictos sociales, corrupción e indigencia ética, alimentaban hastíos y desorientación. La actualidad camina entre una crisis económica cuyo final se barrunta lejano, pauperación social y beligerancia institucional. Aquellos y estos escenarios son idóneos para aventuras salvadoras que individuos idealistas, o con ansias de poder, ofrecen al pueblo desprevenido y exhausto.

José Antonio quiso continuar los logros de la dictadura dándole un pavonado ideológico del que careció. Enemigo por igual del liberalismo y del marxismo, ambos dañinos para la auténtica libertad individual, se acercó al fascismo italiano cuyos éxitos económicos y sociales eran indiscutibles. Lejos de ser un maridaje avenido, tuvo momentos de cierta repulsa -cuando no divorcio- hacia algunos métodos. Parte de su pensamiento puede entenderse en las siguientes frases: “La libertad no puede vivir sin el amparo de un principio fuerte, permanente. Cuando los principios cambian con los vaivenes de la opinión, solo hay libertad para los acordes con la mayoría”. “Lo que buscamos nosotros es la conquista plena y definitiva del Estado, no para unos años sino para siempre”. “Patria, pan y justicia”. “Lo social es una aspiración interesante aun para mentalidades elementales”. “El fascismo es una revolución regeneradora, populista y ultranacionalista, base y cimiento de una comunidad nacional ordenada y entusiasta”.

Tras treinta años de oprobio gubernamental, formulaba un sistema de control para subsanar extravagancias, corrupción y atropellos.

Pablo Iglesias, siguiendo una estrategia meditada, hostiga al liberalismo en sus intermediarios: La “casta” política, el BCE, la Troika, la CEOE, etc. Partidario del marxismo moderno -pero sin perder la terrible encarnadura que le dieron Lenin y Stalin- pretende en una quimera insólita acabar con las democracias europeas (la española). Él las define dictaduras regidas por la casta cuya cuantificación no supera el quince por ciento de la sociedad. Persigue sustituirlas por democracias que legitiman, son sus palabras, el ochenta y cinco por ciento de ciudadanos. Resucita la democracia popular. ¿Les suena? Expongo algunas frases textuales y rotundas que ha ido desgranando en diferentes intervenciones audiovisuales: “El poder no está en las identidades (los partidos) sino en la conciencia de pueblo”. “El mundo se mueve por cosas sencillas: la paz, el pan y la dignidad”. “Hemos nacido para ganar, no para ser comparsas”. “El poder social ha de mantener el control democrático”. “Si el PSOE no quiere que Rajoy sea presidente me tendrá que votar a mí como tal”. Mismos mensajes con vocablos ajustados a los tiempos. Son suficientes para comprender qué supone si gobernara.

Con evidentes perfiles dictatoriales ambos, las similitudes ideológicas son claras porque los extremos se tocan. Expresé en los primeros párrafos varios contrastes coyunturales, circunstanciales, entrambos. Sin embargo hay una profunda divergencia de estilo. José Antonio era un idealista que puso en juego su propia vida. Pablo Iglesias presenta, o se le vislumbra, un fondo ambicioso, arribista, y pone en juego la vida de los demás.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.