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¿Y tu pareja te dio permiso?

¿Desde cuándo el estar con pareja se convirtió en una especie de esclavismo disfrazado?

Hace un año decidí emprender una aventura en solitario. Cuando comenté la noticia a mi círculo familiar y de amigos cercanos, la pregunta recurrente a la que me enfrenté y con tono enfático de asombro fue ¡¿y tu pareja te dio permiso?!

En una reunión de amigas, de esas en las que damos rienda suelta a la lengua sin tapujos, Ana, de 36 años, con novio hace 5, contaba: “Me choca acompañarlo a la reunión de empresarios, a veces me quedo como boba en la conversación, porque no entiendo nada”.

Hace un par de días tuve un encuentro casual en un centro comercial con Mónica, de 38 años, casada desde hace 2, mientras nos poníamos al día sobre nuestras vidas, la escuchaba atentamente sobre su drama cotidiano por no poder salir de casa y estar sumergida en la rutina con los niños. Decidí invitarla al cine, a lo que me contestó con cara de obligación: “No, amiga, el domingo no puedo, debo acompañar a mi marido a un partido de fútbol”.

A Cristina, casada hace 16 años, le molesta tener que subir a la montaña, cuando lo que le apetece es quedarse en casa leyendo. A Julie le encanta el atletismo y está involucrada en cuanta competencia aparece, pero a su novio no le atrae para nada ese mundo. Y Gina quiere irse de viaje por 10 días a Guatemala, pero me comenta que su marido no le da permiso.

Lo curioso es que este tipo de comentarios los vengo escuchando por todas partes, como cuando tomas el autobús y un chico le dice al otro: “Oye bro… ojalá la man te dé permiso para ir a ver la final de la Champions”.

Pero el mejor consejo que recuerdo fue cuando mi colega de la oficina dijo: “Pórtate bien toda la semana para que tu marido te dé permiso”.

¿Desde cuándo el estar con pareja se convirtió en una especie de esclavismo disfrazado?

Isabelle Tessier, hace un año exactamente, escribió una carta viral con el título “Quiero estar soltera, pero contigo” trayendo a debate la condición de la convivencia en pareja.

Quiero que tengas tu vida, para que decidas irte de viaje unas semanas por puro capricho. Para que me dejes aquí, sola y aburrida, deseando que salte tu carita en Facebook diciéndome “hola”. No quiero que siempre me invites a tus juergas, y no quiero invitarte siempre a las mías. Así, al día siguiente puedo contarte cómo fue la noche y tú puedes contarme la tuya”.

Una solicitud para salir con amigos.

Una solicitud para salir con amigos.

A cada evento social, cultural, deportivo o reunión familiar al que asisto sola, aún me sigo enfrentando a la misma temeraria pregunta de: ¿y vienes sola? ¿te dio permiso?

El respeto a la individualidad, el recordar que la libertad es una de nuestras más grandes conquistas, que cada pareja puede crear sus propias reglas y formatos, buscando puntos intermedios, sin que eso signifique el dejar a un lado la construcción con el otro.

Que la independencia no significa indiferencia, que el no dar explicaciones, ni exigirlas, quizá sea el acto más sublime de demostración de confianza y amor.

 

 

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.