Economía

¿Cuál es el sesgo de coste hundido? ¿Cómo afecta en la inversión?

Cuál es el sesgo de coste hundido ¿Cómo afecta en la inversión

Cuál es el sesgo de coste hundido ¿Cómo afecta en la inversión

Sumergiéndonos en el complejo mundo de la inversión, el sesgo de coste hundido surge como una fuerza psicológica crucial. Estos sesgos cognitivos, influencias que moldean la toma de decisiones, son clave para entender las elecciones financieras. En este artículo, descubriremos el sesgo de coste hundido (muy común en aquellos que invierten), exploraremos este fenómeno, cómo impacta en nuestras decisiones futuras, ofreceremos estrategias para superar sus efectos y subrayaremos mecanismos para combatirlo. 

Sesgos cognitivos en la inversión

Antes de concretar y definir la relevancia en el mundo de la inversión del sesgo de coste hundido, es importante definir qué es un sesgo cognitivo. Un sesgo cognitivo no es más que un efecto psicológico que afecta de manera directa a una interpretación irracional y sistemática de la información disponible que tengamos en cada momento (estímulos externos).

El sesgo se produce entre los inversores porque son atajos mentales o heurísticos que facilitan la toma de decisiones de manera rápida y con poco coste energético mental.

Esta interpretación ilógica de la realidad no distingue entre activos a invertir, (ocurre en el mercado de futuros, acciones, renta fija, etc.), ni tampoco entre operar en un broker regulado o hacerlo a través de un fondo de inversión, por lo que, se convierte en un problema transversal, pero con una mayor transcendencia en situaciones en la que se requiere un elevado esfuerzo cognitivo, como al realizar trading online o al diseñar un sistema automático de trading fiable en el tiempo. Aquí para más información sobre este tipo de inversión basada en la ejecución automática.

Sesgo de coste hundido

El sesgo de coste hundido es un fenómeno psicológico que influye en la toma de decisiones, especialmente en el ámbito de la inversión. Es una conducta irracional que se acomete cuando los inversores asignan un valor desproporcionado al tiempo, esfuerzo y dedicación “invertidos” en una estrategia de inversión, un método o un simple análisis de una empresa cotizada a invertir. Es una clara aversión a reconocer la pérdida, lo que lleva a los individuos a persistir en una situación infructuosa, incluso cuando existen pruebas claras de que la inversión no es rentable ni válida. Nos resistimos en el reconocimiento de nuestro error y esto condiciona nuestra toma de decisiones. Tendemos a seguir con la situación errónea, como hemos comentado, incluso teniendo claras pruebas de que estamos equivocados y que no vamos a conseguir algo verdaderamente válido o rentable.

Por lo tanto, provoca en el inversor una falacia narrativa que hace que sea mucho más doloroso aceptar el “error” (debido a la cantidad de esfuerzo y tiempo dedicado) que aceptar el fracaso y empezar de cero.

“Efecto acantilado”

En este sesgo influye y mucho el llamado “efecto acantilado”. Porque, aunque asumamos claramente el error (sabiendo que es algo realmente complicado), ese sería el primer paso, aún quedaría otra derivada altamente relevante y clave: ¿qué hago ahora?, ¿qué método/estrategia es válido y rentable?, ¿en qué debo formarme?, ¿a qué le tengo que dar importancia?

Como ya vemos, surgen demasiadas cuestiones y se abre un amplio abanico de opciones que pueden dificultar la toma de decisiones a futuro, incluso siendo conscientes de qué se debe cambiar para ser rentable a futuro en la inversión.

Cómo frenar la influencia de nuestros sesgos

Lo más relevante para no dejarnos influenciar en demasía por nuestros sesgos (y que éstos limiten nuestra capacidad de ser rentables en los mercados financieros) es, primero, ser altamente críticos con nosotros mismos y con nuestras decisiones. ¿Cómo? Mediante lo segundo, diseñar un plan estructurado de retroalimentación continua en el tiempo, que nos permita determinar si estamos siendo rentables o simplemente hemos tomado una decisión emocional por los motivos equivocados. Es decir:

1.- Lo primero es reconocer que podemos estar equivocados y que no merece la pena invertir más dinero, tiempo y esfuerzo en aquella inversión que no nos va a dar ningún retorno consistente.

2.- Además, es clave que como inversor nunca dejemos de investigar o analizar puntos de vista o enfoques complementarios al nuestro. Tenemos que ser conscientes de que nunca tendremos la verdad “absoluta” en ninguna inversión y que seguro que hay gente con más conocimiento y capacidad que igual han llegado a conclusiones distintas (otra vez la importancia de la autocrítica).

Cómo combatir el sesgo hundido

La formación continua, especializada y profunda, es seguramente la solución para no caer (o hacerlo de manera atenuada) en la mayoría de los sesgos cognitivos que tenemos los seres humanos, y también los inversores. Cuanto más conocimiento y experiencia tengamos, menos puntos ciegos tendremos y mejores decisiones racionales (y no emocionales) podremos tomar.

Además, es recomendable separar emociones y evaluaciones racionales al analizar nuestras inversiones. Es decir, establecer criterios claros y objetivos al decidir cuándo abandonar una inversión, basándonos en datos actuales y proyecciones realistas en lugar de aferrarse a la inversión anteriormente realizada.

Por último, tenemos que ser consistentes que la rentabilidad en los mercados financieros es una carrera de fondo. Comprender que el éxito en los mercados financieros no se logra de inmediato, sino a lo largo del tiempo, permite resistirnos a la presión de aferrarnos a inversiones infructuosas debido a esfuerzos previos.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.