El pasado debate a cuatro, tanto por planteamiento como por contenido y sin más paliativos, resultó tan sumamente anodino que marcó la insufrible campaña electoral posterior. Anunciado con el absurdo calificativo de «estelar» no fue tal, decepcionando a propios y extraños y convirtiendo sus respectivas intervenciones en memorizados monólogos y sin apenas controversia. La principal conclusión obtenida ha consistido en que con el modelo actual, el fracaso está garantizado y por ende, tal método, debe quedar totalmente desechado para el futuro. Prueba evidente de lo expuesto ha sido la considerable caída de audiencia televisiva, al igual que lo sucedido con los programas relacionados directamente con la política. Lamentablemente, una vez más se repitieron las descalificaciones de siempre y los ciudadanos merecen algo más que soportar durante dos interminables horas la ineptitud de nuestros gobernantes.
Con respecto a la mencionada campaña y posterior votación el próximo domingo 26, posiblemente sea recordado como uno de los mayores fracasos desde la implantación de la democracia en nuestro país. Nunca la ciudadanía se ha sentido tan harta de escuchar las mismas letanías en boca de muñecos parlantes, a los cuales les cabe la gloria de no haber aportando absolutamente nada nuevo.
Se nos ha hablado de indispensables reformas a modo de amenaza, pero a estas alturas todavía estamos esperando saber, cuales son, en que consisten y de que forma nos afectan. Nadie duda de que la obligación de los partidos políticos, entre otros cometidos, sean los responsables de mejorar nuestro bienestar social, dándose la circunstancia de que dichas formaciones no solo nada nos han proporcionado sino que incluso han incrementado los recortes en sanidad, educación, etc.
En línea similar hemos sido víctimas de mentiras y pamplinas hasta el grado de impedirnos discurrir. Para los administrados, la clase política española se ha convertido (véanse las encuestas) en máquinas obsesionadas con alcanzar el poder, dado que la única relación que toleran y fomentan es el «cambio» pero para mejorar sus personales situaciones socio-económicas.
La sociedad, o gran parte de ella, vive en permanente tensión que en ciertos casos deriva en ansiedad, por temor a perder lo mucho o poco honradamente conseguido, mientras otros muchos se angustian al comprobar que nunca alcanzaran un mínimo de satisfacción a la que tienen pleno derecho y se les niega reiteradamente. Se nos dice, enfatizando y prometiendo un porvenir cargado de expectativas, pero a condición de que votemos a sus siglas, es decir, primero entrégame tu sufragio y después ya veremos…De cualquier forma, y aunque sea tapándonos la nariz, acudamos a las urnas con la mejor de las intenciones y cargados de inocencia y esperanza de que nuestros servidores públicos, esos que se entregan y trabajan solo por y para el pueblo, logren alcanzar el mejor de los pactos a favor de todos los españoles y a poder ser sin populismos…