Cada persona consume al año el agua equivalente al volumen de una piscina olímpica. Ante la situación de sequía y escasez que cada vez caracteriza más a España y a otros países, Peter Rogers, catedrático en la Universidad de Harvard (EE UU) y asesor de la Global Water Partnership de Naciones Unidas y el Banco Mundial, mantiene el optimismo y aboga por una mejor gestión de este recurso.
¿Cuánta agua gastamos?
Los europeos se sienten muy bien por la poca agua que usan en comparación con los estadounidenses. Es cierto si nos fijamos en el uso doméstico, pero en el uso total de agua (que incluye la alimentación), el gasto de Europa y EE UU es muy similar. Es algo de los que los europeos no se dan cuenta: la mayoría del agua va para la alimentación. Por eso es importante pensar en el agua como un recurso unitario, no considerarla como aguas residuales o para uso doméstico, sino simplemente como agua, y preguntarse cómo vamos a distribuirla entre los diferentes usos.
¿Y eso es posible?
La ironía es que no hay agua a libre disposición en el planeta, cada gota se utiliza, no necesariamente por nosotros sino por el ecosistema. El Homo sapiens, que tiene fecha de caducidad como especie, ha decidido apoderarse de todos los recursos para su propio consumo. La gran pregunta ahora es cómo vamos recuperar toda esta agua para el ecosistema. Deberíamos usar lo menos posible, y, si somos listos, podemos conseguirlo.
De lo contrario, nosotros mismos podríamos quedarnos sin agua. ¿Podría pasar de verdad en el caso de España?
No lo creo, soy bastante optimista sobre la disponibilidad de agua, al menos para los próximos 50 a 100 años. Pero en España pasan cosas muy extrañas, como la sobreexplotación de los acuíferos. Una de las razones es que el precio de la electricidad es muy bajo, lo que anima a los agricultores y las producciones agrícolas a no ver los precios reales y a utilizar tanta agua como necesiten. Si se fuerza a los agricultores a poner un precio al agua para regularlos, se podría limitar la cantidad de agua que consumen, con medidores en las bombas, por ejemplo.
Pero España es uno de los países con mayor estrés hídrico y el panorama no parece mejorar. ¿Qué soluciones existen para nuestro país?
La mayoría del agua se utiliza para la agricultura en España y en la mayoría de los países del mundo. Pero el uso agrícola del agua tiende a ser muy ineficiente, por eso en la actualidad numerosas tecnologías intentan mejorarlo. Hay mucho potencial para ahorrar agua e incrementar la producción de los cultivos. Ejemplo de ello son los sistemas de riego como el pívot central que va rotando para regar.
¿Este sistema permite que el uso del agua sea realmente eficiente?
Sí. Conozco un caso concreto en Nebraska (EE UU) en el que en cinco años se ha reducido en dos tercios la demanda de agua y se ha duplicado la producción del cultivo. Hay tremendas oportunidades para ahorrar agua y mejorar los cultivos. Esto ocurre en EE UU y en Europa, pero no pasa en Asia. Gran parte del problema es el gran número de pequeños agricultores. Los grandes sistemas de riego funcionan muy bien en granjas con mucho espacio y pocos agricultores. El verdadero reto es hacer funcionar estos sistemas en las condiciones asiáticas, porque Asia es el continente que sufrirá los mayores problemas en cuanto a la producción de alimentos.
¿Qué hay de la desalinización?
Ahora mismo la opción de la desalinización es la manera más barata de conseguir agua en cualquier ciudad del mundo. Es incluso más barato que los métodos convencionales que cuestan en EE UU 50 centavos americanos el metro cúbico, mientras que la desalinización permite obtener agua por 49 centavos. Con esta opción, no hay ninguna excusa para que todas las ciudades del mundo tengan suficiente agua.
Aún así existen ciudades en las que este recurso se agota. ¿Cuál es el problema entonces?
Es el caso de muchas ciudades asiáticas y esto se produce sobre todo por la ausencia de financiación, de gestión y de voluntad política. Siempre hago referencia a un chiste para explicarlo: “Un hombre se pasea con su hija por la calle. Esta encuentra un billete de 20 dólares americanos y le dice a su padre: ‘¡Mira papá, un billete de 20 dólares!’ A lo que el padre responde: ‘No puede ser un billete de 20 dólares porque si lo fuera, alguien ya lo habría recogido…”. Desde el punto de vista económico tradicional, la idea es que en la actualidad se tiene un sistema eficiente. Pero la realidad es que hay muchos billetes de 20 dólares en el suelo y la gente no se ha aprovechado de ellos por una serie de razones políticas, sociales y medioambientales.
¿Y cuál es su versión de la broma?
Que la hija le dice a su padre: “No papá, es un billete de 20 dólares de verdad”, y a continuación intenta recogerlo del suelo y se da cuenta de que está pegado. ¿Por qué? Por intereses especiales que ya se han apoderado del dinero… y del agua. En EE UU cada año el 50% de los cultivos de maíz se destinan a la producción de etanol y supone un gasto de miles de millones de dólares porque políticos y agrupaciones de agricultores autorizan un tremendo desperdicio de agua para estos cultivos de biodiesel. El agua ya no está disponible para nada más.
¿Cómo se puede revertir esta situación?
No creo que se requieran nuevas tecnologías ni nuevos cultivos. Lo que necesitamos es liderazgo político. Incluso sin los cultivos de organismos genéticamente modificados podemos conseguirlo. En el caso del uso de agua en las ciudades, si alguien me hubiera dicho hace 10 años que se iba a producir agua desalada por menos de 50 centavos, no le hubiera creído, porque hace una década costaba 5 dólares el metro cúbico. Ahora para construir una planta desalinizadora no te gastas mil millones de dólares, la compras por piezas que vas añadiendo en función de tus necesidades.
En su libro recientemente publicado Running out of water menciona el agua virtual. ¿A qué se refiere exactamente?
Cada año cerca de mil millones de metros cúbicos de agua son transportados alrededor del mundo en forma de semillas. Una tonelada de granos requiere de dos a tres mil toneladas de agua para ser producidas. En Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), por ejemplo, como no crece nada, intercambian agua. Pero no es exactamente agua sino semillas. También se puede esquiar en medio del desierto porque desalinizan el agua de mar para convertirla en nieve. Ambas cosas son relativamente baratas, pero el problema es que en los últimos años el precio de los alimentos se ha duplicado.
¿Por qué han subido los precios?
Por diferentes razones. La primera fue por la conversión de los cultivos en etanol. Por otra parte Argentina y Vietnam prohibieron las exportaciones por lo que los precios de los alimentos también subieron. Por lo tanto, no tenemos que centramos en los recursos porque los tenemos en abundancia. Lo que no tenemos por ejemplo es la habilidad de autogestionarnos con la financiación.
Peter Rogers participó recientemente en la conferencia abierta titulada Are we running out of water? organizada por la Real Academia de Ciencias en Madrid, en colaboración con la Casa Asia y el Observatorio de Tendencias de la Fundación Botín.
Adeline Marcos / SINC