Hace justo un siglo, el meteorólogo alemán Alfred Wegener postuló el concepto de deriva continental y la existencia de Pangea, el supercontinente que al fragmentarse originó los actuales. Ridiculizado y rechazado por la sociedad de su época, el científico quedó en el olvido. Unas décadas más tarde, las nuevas técnicas geológicas permitieron aceptar la teoría de Wegener, que es la base de la actual tectónica de placas y un tema recurrente hasta en películas de animación como Ice Age 4, tal y como nos cuenta Josep M. Parés, geólogo en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
En 2012 se cumplen 100 años desde que Alfred Wegener introdujo el concepto de deriva de los continentes. Gracias a las técnicas actuales, ¿cómo prevén que se desplacen los continentes en los próximos millones de años?
Es totalmente especulativo, pero uno puede jugar con los vectores de traslación y predecir el aspecto de la superficie terrestre en 50 millones de años. Presumiblemente habrá cambios importantes. Es muy posible que África continúe su traslación hacia el norte colisionando con el continente europeo, reduciendo la cuenca mediterránea. Además, los continentes americano, africano y europeo se están separando por el crecimento del océano Atlántico. Está creciendo en su parte central donde existe una dorsal que genera más suelo oceánico.
Si África llegara a Europa, ¿desaparecería el Mar Mediterráneo?
Por supuesto, la colisión formaría otra cadena montañosa como muchas otras que ya existen en el planeta: los Pirineos (colisión de Península Ibérica con Francia), el Himalaya (colisión entre India y Eurasia), etc. Se cierran continentes y se levantan montañas, con consecuencias inmediatas sobre la distribución de la flora y la fauna.
Hace un mes se ha estrenado la película Ice Age 4, la formación de los continentes. ¿Cree que ha sido casualidad que se haya presentado justo el año del centenario de la teoría de Wegener?
Es pura casualidad. Viendo las primeras películas de la saga Ice Age, era predecible e inevitable que en algún momento se tocara el tema de la formación de los continentes. Pero está bien que trate estos temas, aunque sea de manera muy particular, y haga pensar, porque las cosas tal como las vemos hoy no han sido siempre. La forma, los terrenos, la distribución de océanos, las montañas, es algo que va cambiando. Y nosotros no lo veremos. Aunque no he visto la película, a pesar de la insistencia de mi hija, el mensaje de Ice Age es que la superficie terrestre cambia constantemente.
¿Cómo surgió el concepto del origen de los continentes del científico alemán?
Wegener presentó esta idea en un congreso de Ciencias Geológicas en Alemania y le siguió una publicación. Este año se cumple por tanto el centenario de la primera postulación de la deriva continental. Pero para entender lo que realmente significó en esa época hay que ponernos en el contexto histórico. En aquel entonces las ideas dominantes eran muy inmovilistas. Con una serie de observaciones de la superficie terrestre que incluían la forma de los continentes y la distribución de fósiles, lo que propuso fue que los continentes en el pasado geológico habían estado unidos. Estaba postulando la existencia de un supercontinente, que llamó Pangea (del griego, “una sola tierra”), que habría existido hace 250 millones de años.
¿La existencia de Pangea explicaría todas las observaciones de Wegener?
Sí, el supercontinente explicaría la correspondencia o similitud entre terrenos geológicos o costas de diferentes continentes (por ejemplo la costa este del continente sudamericano encaja con la costa oeste africana), así como la distribución de fósiles que hoy se encuentran separados por el océano Atlántico o el Pacífico. Sabemos que los animales fosilizados no pudieron haber cruzado largas distancias, por lo que la teoría de Wegener explicaría esta localización. En realidad, a principios del siglo XX estas teorías ya se conocían, pero se explicaban de forma muy distinta, como por ejemplo con grandes puentes de tierra y con istmos que cruzarían parte del océano. Pero para Wegener los continentes se desplazaron.
El supercontinente Pangea. Imagen: Servicio Geológico de EE UU (USGS)
¿Qué supuso esta idea en la sociedad de entonces?
Fue una auténtica revolución, y en parte por eso su teoría fue rotundamente rechazada. El concepto de movilidad de los continentes era algo realmente novedoso –demasiado novedoso–, y esto chocó con las ideas tradicionales de las grandes escuelas de investigación geológica, en particular en EE UU. Allí fue donde su hipótesis de deriva continental tuvo un rechazo más contundente. Se le criticó y fue de hecho olvidado. Después de 1912, aunque Wegener publicara su obra en inglés en 1924, su idea no progresó; y no fue hasta los años ’60 cuando su idea se retomó, sobre todo gracias a la exploración de fondos oceánicos, y se aceptó la tectónica de placas.
En la actualidad, ¿los estudios geológicos parten de esta teoría?
Básicamente. En realidad, el científico alemán desarrolló el esqueleto o la parte fundamental del concepto de movilidad de los continentes, el de un planeta dinámico. Ahora, la teoría de la tectónica de placas, que se fundamenta en la deriva continental postulada por Wegener, explica prácticamente todos los procesos que observamos en la Tierra: desarrollo y crecimiento de los océanos, levantamiento de cadenas montañosas, distribución de los volcanes, distribución y magnitud de los terremotos, distribución de recursos naturales, etc. Todos estos procesos, depósitos y fenómenos quedan perfectamente explicados y descritos en esta teoría de la tectónica de placas, que insisto, reside en el concepto de Wegener.
¿Como muchos otros artistas y científicos, Wegener murió sin ningún reconocimiento?
Efectivamente. Era un meteorólogo con gran interés en la Tierra en sí. Su trabajo en gran parte consistía en realizar expediciones, en concreto a Groenlandia. En una de estas expediciones, intentando recoger material y avituallamiento para sus compañeros, falleció durante la ruta –su cuerpo se encontró poco después–, y no vio ni el resultado ni las consecuencias de su teoría. Es verdad que en sus inicios tuvo algunos adeptos sobre todo en Australia y Sudáfrica. En Europa despertó cierto interés, pero en EE UU el rechazo fue total y absoluto y duró muchísimos años.
¿En qué aspectos fue criticado? ¿Por qué su idea no cuajó?
Una de las cosas que más criticaron fue que no ofrecía mecanismos, es decir una explicación del porqué los continentes podían desplazarse por los océanos. Fue después, gracias a investigaciones geofísicas y geológicas, cuando hemos entendido y comprobado que no es que los continentes floten sobre los océanos, es que ambos –océanos y continentes– se desplazan sobre un nivel más plástico de la Tierra.
¿Hubiera sido suficiente con esta explicación para ser reconocido?
Relativamente, ya que los que le criticaron también se plantearon el porqué existió Pangea, por qué se formó hace 250 millones de años y después se desfragmentó. Las investigaciones posteriores han permitido comprobar que el supercontinente ha sido uno de los que han existido durante la historia geológica de la Tierra. Hace 700 millones de años existía otro continente: Rodinia. Y a los 500 millones de años existía Pannotia. Lo que estamos viendo es un ‘ciclo de supercontinentes’ porque la corteza terrestre está en constante movimiento. Los continentes se separan, derivan, colisionan, forman montañas… Es un ciclo que se repite a escala de cientos de miles de años. Pero toda esta información no existía en la época de Wegener para comprobar que Pangea fue uno más de los supercontinentes.
¿Y por qué se fragmentó Pangea?
La Tierra es un planeta dinámico, y tiene una fuente de energía interna que procede de la radiactividad de isótopos que se encuentran en el manto y el núcleo terrestre. Esto genera unas corrientes en el manto (un nivel por debajo de la corteza terrestre) y los contrastes de calor generan corrientes de convección que, a su vez, producen el movimiento de continentes y océanos. Pero son movimientos muy lentos a escala humana. Hablamos de cinco, seis o siete centímetros por año que no son perceptibles, aunque sí cuantificables gracias a las nuevas técnicas.
Adeline Marcos | SINC