Se calcula que alrededor de 93 millones de niños y niñas en el mundo tienen algún tipo de discapacidad. Un 90% no va a la escuela y las diferencias entre países aumentan. La educación es un derecho fundamental para que los menores se integren en la sociedad y aprendan a desarrollar sus capacidades como seres autónomos. La idea de fomentar la inclusión no es convertirles en “simples beneficiarios” de las ayudas sino en igualar sus derechos a los del resto de personas.
La incorporación de medidas que favorezcan su aprendizaje son elementos de apoyo para afrontar la realidad de estos menores. La falta de visibilidad de las dificultades que atraviesan y de las capacidades que tienen supone un riesgo de exclusión.
En el último informe del Estado Mundial de la Infancia elaborado por Unicef sobre la situación de niños y niñas con discapacidad, se propone un cambio de conciencia de los agentes de la sociedad como elemento fundamental para conseguir mejoras. El desconocimiento sobre el origen de su discapacidad, las dificultades que conlleva y las barreras para lograr las mismas oportunidades que el resto impiden que desarrollen un papel activo dentro y fuera del ámbito educativo. El aislamiento y la marginación son consecuencia de prejuicios. En este sentido, juegan un papel fundamental los gobiernos, los medios de comunicación, profesionales de la educación y otros actores de la comunidad.
El estudio elaborado por Unicef respalda distintas acciones en materia de educación. “Sumemos capacidades. Por el derecho a una educación inclusiva” es una de ellas. Organizada por la Campaña Mundial por la Educación, pretende lograr que los sistemas de enseñanza atiendan a las necesidades de una sociedad plural y con distintas características. Para ello se intenta poner en marcha un modelo de inclusión en las escuelas y en las universidades. La adaptación de cuestiones materiales como rampas, ascensores así como de grupos reducidos y con programas de enseñanza adaptados a cada necesidad evita la exclusión entre distintos componentes de la sociedad.
Los expertos señalan que cuando los menores acuden a centros de educación especial o instituciones diferenciadas de las del resto de niños y niñas disminuyen las posibilidades de integración. En el caso contrario, ambas partes se benefician de un contacto mutuo y aprenden a convivir con las diferencias de los demás. Kenneth Eklindh trabaja en el Programa de la UNESCO por una educación integradora. Ante la posible mejora del rendimiento académico entre estudiantes del mismo nivel se pregunta si ocurriría igual con su desarrollo personal. “La vida es compleja, diversa y polifacética, y las aulas también deberían serlo”, afirma.
La misma idea se desprende del último informe de Unicef sobre la situación de los menores con discapacidad en España. En él, se hace hincapié en la necesidad de crear aulas comunes que contemplen las medidas de apoyo requeridas para cada caso.
Un cambio de mentalidad encaminado a la aceptación y normalización de estas condiciones es necesario para que no se produzcan discriminaciones en las aulas. Nancy Maguire, nacida en Londres en 1986, tiene la enfermedad de osteogénesis imperfecta conocida como “huesos de cristal”. Desde pequeña acudió a una escuela con niños sin ninguna discapacidad. Recuerda las dificultades que tuvo para adaptarse y cómo algunos profesores no estaban preparados para darle las ayudas que requería. Durante la adolescencia, mientras el resto de compañeros trataba de llamar la atención, ella hacía lo posible por pasar desapercibida y ser “normal” como cuenta. Hoy es trabajadora social especializada en niños y niñas con alguna discapacidad. Ya no se avergÁ¼enza de su enfermedad y cree que las oportunidades en condiciones de igualdad son imprescindibles para el desarrollo personal.
El acceso a la educación, al empleo, a la sanidad, a los programas de apoyo para los menores y sus familias favorecen el desarrollo de la persona como un ser activo que participa en el conjunto de la sociedad. Porque el error, en palabras del Director Ejecutivo de Unicef, Anthony Lake, reside en que la sociedad sea más consciente de las discapacidades de las personas que quienes las tienen.