Pongámonos en antecedentes, resulta que Jesús Neira contempla lo que él entiende como un maltrato de género, o lo que de toda la vida ha sido un hombre pegando a su pareja, e interviene para defender a la mujer, lanzando improperios al hombre en cuestión, cuyo nombre es Antonio Puerta, el cuál persigue a Jesús Neira y le propina una paliza de muy señor mío.
Durante tres o cuatro días Jesús Neira se queja de migrañas y algún que otro dolor pectoral, por cuyo motivo se acerca a Urgencias de varios centros sanitarios, en los cuáles recibe un trato, por llamarlo de alguna forma, negligente y no se le realizan las pruebas oportunas. La conclusión de esta actitud es que al cuarto día entra en un coma profundo del cuál, todavía, no se ha recuperado.
Estos son los hechos.
Ahora analicemos cuál ha sido la cobertura mediática del asunto. Periódicos, Revistas, Televisiones y Radios han llenado páginas y horas con la deleznable actuación de Antonio Puerta, un maltratador toxicómano, y la heróica acción de Jesús Neira, un ciudadano normal que entró en auxilio de un semejante sin pararse a valorar las consecuencias.
Todo correcto. Lo primero es deleznable y lo segundo heróico. Hasta ahí, bien. Sin embargo, los medios de comunicación han olvidado, o tratado tan solo tangencialmente, la verdadera problemática de esta situación.
A saber.
El maltrato de género, como cualquier otro maltrato, es un problema educacional y que debe de ser tratado en el largo plazo, con medidas represivas en el corto plazo. Es un asunto de difícil erradicación y que depende, en último grado, de la voluntad individual del sujeto que se decanta por la agresividad física o verbal como medio de comunicación con, en este caso, su pareja.
Sin embargo, el sistema sanitario y la cobertura que ofrece a los ciudadanos que conformamos la sociedad española es un problema político, un bien público, un servicio por el que pagamos impuestos muy elevados, y que, de un tiempo a esta parte, no está funcionando de manera correcta.
¿Cómo es posible que Jesús Neira acudiera a un centro hospitalario tres veces y no le hicieran las pruebas pertinentes? ¿Cómo es posible que en estas tres visitas no fueran capaces de detectar que tenía tres costillas rotas?
Este caso debería de servir para que se abriera un verdadero debate social sobre el estado de nuestro Sistema Público de Salud, que ya hace mucho dejó de ser público y se olvidó de la salud.
¿Dónde está el problema?
Los profesionales sanitarios exigen un incremento de personal. Sin embargo, es habitual acudir a un centro hospitalario y encontrarse con grupitos de médicos y enfermeras conversando sobre sus temas personales, mientras que el paciente aguarda en la cama sin conocer el resultado de sus pruebas, las cuáles yacen sobre el escritorio de cualquiera de los formantes de los grupos anteriormente mencionados.
Los profesionales sanitarios exigen un incremento del ratio temporal por paciente. Sin embargo, la falta de comunicación con sus pacientes es la norma, de forma que cualquier ciudadano que acude a su médico sale de la consulta con menos información de la que tenía antes de entrar, por la sencilla razón de que su médico no dedicó 5 minutos para hacérselo entender, ¿para qué quieren más tiempo?
Los profesionales sanitarios exigen un incremento en la partida de material y de nuevas tecnologías hospitalarias. Sin embargo, es habitual encontrase con médicos y enfermeras de generaciones pretéritas, incapaces de manejar los aparatos de última generación que les han sido facilitados.
¿Es un problema de medios o de actitud de los profesionales sanitarios?
Con el debido respeto por los miles de años de estudios que la carrera médica requiere, me temo que es un problema de actitud, o mejor dicho, de falta de actitud.
¿Cómo se solucionaría?
Agilizando los procesos, e incentivando al personal. Agilizando los procesos de forma que la burocracia desapareciera, por fin, de los centros de salud y de los hospitales, en beneficio de los pacientes. E incentivando al personal médico para que éste diera un giro de 180 grados a su actitud, un giro que le obligara a preocuparse por el paciente, por su estado de ánimo por las consecuencias del tratamiento.
Y éso es posible, ya creo que es posible, y está demostrado por los hechos, porque ese mismo personal médico que trata a los pacientes como simples códigos de barras o números de historial, luego atiende con todos los cuidados exigibles en su consulta privada.
Basta ya de hipocresías, basta ya de falsas verdades, basta ya de ocultar los datos, basta ya de mirar hacia otro lado. Los españoles debemos exigir un Sistema Público de Salud de calidad, porque así lo pagamos con nuestros impuestos.