No hablan de Europa más allá de conceptos abstractos como: Tratado de Lisboa, Acuerdos de Schengen, Tratado de Maastricht.
¿No llama la atención que hoy en día ya ni se habla de las subvenciones para la convergencia como se hiciera tanto en tiempos de Aznar? ¿Hemos terminado de converger? ¿Converger con qué países? ¿Con Rumanía o con Alemania?
En fin, no se habla de nada concreto. Europa es mucho, pero muchísimo más que algún que otro tratado o un plan general de convergencia económica. Es, sobre todo, el ciudadano. Sí, sí, ese ciudadano que no cuenta sino estorba.
Así es que la reflexión lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuál es el partido que mejor defiende al ciudadano?
Para poder llegar a una conclusión convincente, es necesario establecer los criterios básicos que debe cumplir un partido para ser elegible:
1º Debe ser profundamente democrático, tanto en teoría como en la práctica. Esto implica democracia interna y ser consecuente con esta premisa: Árganos democráticos, designación de candidatos mediante elecciones primarias internas.
2º Debe ser transversal. Sólo un partido transversal puede defender de verdad los intereses de los ciudadanos. Los ciudadanos son de muchos colores ideológicos, pero coinciden en cuestiones básicas como la democracia y el consenso, la tolerancia de otras ideas y la aceptación de decisiones tomadas por mayoría, la aceptación de un programa director que establece las ideas a defender y los programas basados en ellas. No puede ser, por tanto, sectario ni puede admitir la manipulación sectaria de la dirección política ni la discriminación de sus integrantes por razones de ideología.
3º Debe ser un partido novedoso. Esto significa que sus ideas deben ser una novedad y sus programas han de diferir notablemente de los de otros partidos. La novedad consiste, entre otras, en el abandono de ideologías tradicionales. Y hemos aquí un punto que da origen a fricciones, porque muchos de los que vivieron durante años, lustros y décadas inmersos en estructuras de partidos tradicionales están demasiado condicionados por ideas caducas, maneras caducas de dirigir un partido y actitudes caducas por excluyentes y despóticas.
4º Con referencia a las elecciones europeas, que son las que nos ocupan en este momento, este partido debe ser claramente europeísta. ¿Qué quiere decir europeísta? Pues que tenga una idea de Europa basada en el ciudadano, que defienda al ciudadano antes que a las instituciones europeas -caducas por superadas y ajenas a la idea de democracia y cercanía al ciudadano- y que no acepte como inamovible el sistema, la estructura de la Unión Europea actual.
Estos criterios creo que son suficientes para llegar a un resultado en la reflexión.
Ahora toca analizar a los partidos existentes, digamos los que son más relevantes para poder mover algo en Europa. Realmente, para poder mover algo en Europa, para poder cambiar las cosas, la única opción eficaz sería echar a todos los diputados de los partidos establecidos. En su mayoría se merecen perder sus escaños, y casi daría igual votar a cualquier partido menos a uno que ya tenga diputados europeos. Sólo que esta solución es utópica, pues la mayoría de los votantes está poco dada a cambiar tan radicalmente sus hábitos de voto.
Descartados los dos grandes partidos, quedan unos pocos con posibilidades de obtener escaños. Pero sólo uno cumple los requisitos expuestos anteriormente: Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, coaligado en estas elecciones con la plataforma europea Libertas, que parte del partido irlandés del mismo nombre que propugna desde hace unos pocos años una Europa mejor, más democrática y más dedicada al ciudadano. Todos los demás, como son UPyD (el montaje de Rosa Díez para sobrevivir en la política con engaño programático y falta de democracia interna, sumido en sus propias contradicciones), IU (un reducto del comunismo trasnochado que había caducado antes de llegar al cénit de su existencia, allá por los años ochenta), CDL (un partido que intenta ser un partido liberal sin conseguirlo), o las opciones nacionalistas (completamente inaceptables para alguien que considera que la pluralidad democrática, la unidad nacional y la libertad de expresarse en la lengua oficial de un estado son fundamentales para el desarrollo tanto del individuo como de la sociedad en su conjunto) no ofrecen nada que pueda aportar algo positivo a Europa.
A lo largo del año que ha pasado desde los congresos a la búlgara del PP, mi vida política ha cambiado mucho y para bien. Hacía tiempo que observaba a Ciudadanos desde fuera, a partir de su presentación en Madrid en vísperas de las elecciones autonómicas y municipales (en las que, lamentablemente, no participó). Y a pesar de las vicisitudes vividas en el seno de este partido nuevo a causa de elementos distorsionantes de la pluralidad y la libertad democráticas, no me arrepiento de la experiencia.
Libertas ha sido una elección positiva para impulsar el proyecto ciudadano. Ha servido que aquellos elementos distorsionantes de su desarrollo se hayan marchado. También aquellos que, faltos de honradez, practican lo que han practicado ya tantos otros políticos cuando querían salvar los privilegios personales antes que su honradez (la pela es la pela).
Ciudadanos tiene ahora el camino libre para defender mejor al ciudadano en Europa sobre un programa marco que comparten muchos otros europeos que piensan que Europa debe ser otra cosa que la que fabrican en los despachos cerrados de los altos cargos comunitarios, y da igual si los coaligados en otros países sean de otro color.
No es que todo haya sido un camino de rosas en Ciudadanos. Ha habido muchos fallos, muchos errores, pero son cosas que pasan en una organización joven y que pueden ser pulidas en el futuro. De lo que no tengo dudas es que Ciudadanos es el partido que mejor sabrá defender lo que ninguno de los partidos tradicionales ha defendido nunca ni va a defender: al ciudadano. Por eso votaré a Libertas-Ciudadanos de España. Hay que dar una oportunidad al cambio.