En su ya larga historia sobre este planeta, al hombre le ha acompañado, como una amiga natural, la miseria. Hace apenas un siglo y medio la media de vida en Occidente era prácticamente la mitad de la actual. Enfermedades endémicas diezmaban la población y había que trabajar de sol al sol para subsistir. Hoy, en la era de la globalización y el conocimiento, hay zonas del mundo que se mantienen en estos niveles, como si el gran cambio que se inicia con la Revolución Industrial no hubiese pasado por ellos. ¿Por qué a cierta altura de la historia, no antes de la última parte del siglo XVIII y sólo en ciertos lugares se produce este milagro del desarrollo? ¿Qué factores lo propician? Se hablará de los avances científicos y tecnológicos. Pero hay países como China que conocieron tempranamente inventos (la pólvora), que luego desarrolló Occidente, pero que no le dieron una aplicación práctica. Puede hablarse también de la importancia de la educación y el conocimiento. Más la experiencia vuelve a darnos una ducha fría de realismo: Argentina tenía en la primera mitad del XX un nivel educativo y cultural mayor que España y que muchos países europeos; y, sin embargo, cayó en un marasmo económico del que aún no ha salido. ¿Qué decir de los recursos naturales? Países riquísimos en estos recursos permanecen en el subdesarrollo. Ni siquiera la capitalización, el dinero es una solución. Venezuela, uno de los mayores exportadores de crudo del mundo mantiene unos niveles de desarrollo ínfimos. Algo parecido puede decirse de Arabia Saudita, cuyos petrodólares no lo han sacado de ser una monarquía medieval. ¿Cómo, pues, se crea la riqueza?
Las recetas infalibles pueden ser útiles en la cocina, pero, en los asuntos sociales, por desgracia no sirven. No obstante, el bálsamo mágico tendrá que tener los ingredientes que siguen.
Por lo pronto, trabajo creativo y continuo. El trabajo tiene que producirse en un marco jurídico que garantice la seguridad, la propiedad y el juego limpio.
Además, permitir a la sociedad, a cada individuo, que influya en la sociedad, buscando libremente sus intereses; y establecer un marco de control-sanción (por supuesto, con un poder judicial independiente) que establezca los límites claros de lo lícito.
Todo esto podría resumirse en un binomio esencial: libertad y seguridad. Parece, así dicho, algo fácil. Sin embargo, la historia demuestra que el camino para crear riqueza es largo y tortuoso. Y, al contrario que el tiempo, sí tiene vuelta atrás.