Estamos en crisis, recesión o como se quiera llamar. A mí ya me da lo mismo. Hace dos semanas la prensa publicaba que en breve saldrían a la venta las vacunas contra la gripe A, al filo de una amenaza de pandemia mundial. Hoy, esta es ya una realidad que ha acabado con la vida del primer europeo, suceso que hasta ayer los gobiernos del viejo continente tachaban de improbable. Unos dicen que todo es estrategia, otros simplemente se lamentan y siguen con su vida anhelando inconscientemente que «no les toque». Los de más allá, los más desfavorecidos y quienes mueren de inanición al otro lado del mundo apenas pueden recibir una información que hoy me ha dejado estupefacto y ante la cual no he podido dejar de escribir. Leo una noticia y me pregunto:
¿Es posible que este mundo caiga en la contradicción de anunciar una pandemia mundial y de permitir que Novartis -una de las farmacéuticas más potentes del mundo- hable de dinero al mismo tiempo cuando la Organización Mundial de la Salud solo ha pedido que los fármacos sean gratuitos para personas que no tienen, por no tener, ni agua?
Afortunadamente, existen excepciones. El laboratorio británico GlaxoSmithKline se ha compormetido a distribuir cincuenta millones de dosis entre los más pobres, de forma gratuita y sin condiciones.