Los círculos son redondos, al menos eso me enseñaron, aunque en ocasiones simulan ser cuadrados, por aquello de la simetría y de la perfección geométrica, obsesión de matemáticos de postín y de amantes de la ciencia en general.
Son cuadrados que terminan por dar morfología atractiva al siempre incómodo círculo, sin esquinas que visitar, sin vértices con los que golpearse, círculos que se convierten en cuadrados gracias a la burocracia, al favor con favor se paga y a otros vericuetos de la política moderna, de la antigua y de la atemporal.
Una burocracia que evita acudir al menos común de los sentidos a la hora de diseñar la financiación autonómica y utilizar, por el contrario, favores pagados o favores por venir, favores que se hicieron en un Parlamento que ahora se devuelven en otro.
Porque la lógica económica nos dice que el sudoku de Solbes era tan sencillo como indexar el dinero que recibe una Autonomía a la población real que tiene, no a la empadronada sino a la real, la cuál se puede calcular fácilmente con las herramientas estadísticas de hoy en día. De esta forma a mayor población más dinero, basándonos en el hecho de que la Autonomía en cuestión tendrá que gastar más dinero para proveer los servicios a estos ciudadanos.
Pero la lógica económica está a años luz de la realidad política en la que juegan factores muy diversos y de difícil previsión, por ello el Ministerio de Economía ha tenido que plantearse un modelo de financiación basado en deudas pendientes con Cataluña, en amiguismo sobrevenido con Andalucía y en silencios cómodos de Autonomías propias, sin escuchar otras voces discordantes que reclaman más dinero.
En definitiva, la política ha convertido en un galimatías aritmético y geométrico un problema que se podía haber resuelto con la aplastante lógica de la matemática económica y que deja en el ciudadano la impresión de que se ha aplicado la máxima de ‘quién no llora no mama’.
