De nuevo quedó patente una cosa: La palabrería hueca de Zapatero. ¡Qué bien suena eso de los derechos sociales! Pero el primer derecho social es que los españoles tengamos trabajo e ingresos suficientes para poder pagar nuestros gastos más esenciales. Un estado que ingresa cada vez menos impuestos por una crisis económica que está empezando y va a tener una duración y una envergadura inciertas pero poco esperanzadoras, no estará en condiciones de financiar prestaciones sociales destinadas a personas que no aportan nada a la economía nacional. Esta palabrería hueca queda aún más patente al comprobar que familias mixtas (formadas por españoles y extranjeros) no pueden cobrar la ayuda por hijos de 2.500 euros porque la madre es extranjera en situación irregular a pesar de que el padre es español. Esta palabrería hueca queda más patente al comprobar que los 400 euros prometidos en las elecciones no pueden cobrar los que tienen contratos temporales o que no declaran por estar por debajo del mínimo de renta que obliga a presentar la declaración de la renta. Estos son los derechos sociales del señor Zapatero. A esto se añade ahora que Hacienda no paga las devoluciones buscando cualquier excusa para retrasarlas, y según comentan en Intereconomía, hasta parece que el estado ya no paga ni los 2.500 euros por hijos ni los 200 de ayudas de alquiler para jóvenes.
El optimista de Zapatero vive en la Isla Misteriosa, no en España. Crea empleo sólo con ser optimista. Para él, el mundo es feliz. Sin embargo, en julio Spanair anunció el despido de 1.100 trabajadores, que al final llegó a un ERE de unos 1.500, Martinsa-Fadesa presentó el Expediente de Regulación de Empleo para dejar en la calle a 234 empleados, y así ha seguido el asunto.
Ya anteriormente, los fabricantes de coches con factorías en España habían anunciado despidos masivos:, confirmados luego en septiembre General Motors, Ford, Nissan (450 despidos entre enero y mayo), Renault, SEAT. Pirelli, en clara relación con el sector automovilístico, también se ha sumado a las empresas que regulan empleo, Roca (170 despidos), Siemens o Sony (275 despidos).
Las matriculaciones de automóviles en Europa disminuyeron un 2,2% en el primer semestre respecto al mismo periodo de 2007. Sin embargo, mientras en España e Italia se hundieron un 17,6% y un 11,5%, respectivamente, en Reino Unido sólo bajaron un 1,6% y en Alemania aumentaron un 3,6%. EN España se llegó en agosto a una bajada de un 47% de las ventas de automóviles. Evidentemente, no todos los países acusan la misma crisis, y evidentemente, España es de los que peor salen parados.
Y es que el optimista sabe que la única verdad es aquella mentira que es útil para la vida y, además, comprueba a cada paso que por muy mal que estén las cosas, siempre pueden ir mucho peor.
El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, dijo en julio en Punto Radio que esta crisis económica «es posiblemente la más compleja que nunca hemos vivido, por la cantidad de elementos que hay encima de la mesa», entre los que destacó el continuo encarecimiento del precio del petróleo y de las materias primas, así como el difícil contexto de financiación internacional, complicado por las sucesivas crisis financieras en Estados Unidos.
La crisis en sí no creo que sea muy compleja, las causas son claras. La subida del precio del petróleo y de las materias primas en sí no implican una crisis económica. Lo que es complejo es la problemática a la que se enfrenta el gobierno por haber negado la evidencia durante años y por no haber tomado las medidas adecuadas para contrarrestar la disminución de la actividad constructora en España, pues ya en 2004 se sabía que a más tardar en 2008 acabaría el elevado volumen de nuevas viviendas por saturación del mercado y porque ya no existirían compradores a los precios que alcanzaron las viviendas.
Realmente curioso. Como máximo responsable de economía de España, es en julio cuando se da cuenta de la gravedad de la crisis, que califica de muy compleja y difícil. Aunque afirmó que «hay solución» y que se trata de «hacer los ajustes necesarios en la economía española». Claro, sin duda, pero ¿por qué no hizo estos ajustes hace cuatro años cuando aún quedaba tiempo para evitar lo peor? ¿No decía Zapatero hace muy pocos meses que la economía española es tan fuerte que superará los problemas sin más? ¿Qué no nos afectaban las subprime? No serán las subprime de EE.UU., pero la burbuja inmobiliaria hecha en casa es por lo menos igual de grave que la crisis de las subprime, y está visto que la situación va a peor.
Explicó Solbes que entre los factores que reducen «claramente» el crecimiento de la economía española también está la menor actividad de EEUU que ha traído una devaluación del dólar, lo que, a su vez, ha hecho que los productos españoles -que se venden en euros- sean caros y menos competitivos, reduciendo las ventas al exterior. Puede ser, pero: ¿Cómo se explica que Alemania no parece sufrir los efectos al estar exportando mucho?
Y la problemática no se queda en esto. Es aún más compleja: La locura lingÁ¼ística en las autonomías gobernadas por partidos separatistas o nacionalistas contribuirá en una parte importante a la reducción de inversiones en Cataluña, el País Vasco, las Baleares y la logísticamente mal situada Galicia. Si ya no son pocos los problemas para mantener a flote una empresa en plena crisis con caída de consumo y ventas, ¿para qué complicarse la vida aún más con lenguas regionales que dificultan la contratación de personal cualificado y suponen costes adicionales para la formación lingÁ¼ística y la edición de etiquetas, catálogos y otra documentación en las respectivas lenguas cooficiales por exigencias de los gobiernos autónomos.
En cambio, la crisis en sí no es compleja, tampoco es compleja la búsqueda de soluciones, ya que los factores detonantes son evidentes como son calaras las opciones para remediar la situación. Lo que sí es complejo es el conjunto de soluciones, cada día más, pues al no haber tomado medidas a tiempo, resulta cada vez más complicado saber en qué ámbitos o sobre qué sec tores de debe actuar. Pero esto no se resuelve con optimismo, sino con pragmatismo y buen hacer, ambas actitudes o habilidades de las que carece el gobierno socialista y de las que no quiere saber nada el menerre de Zapatero, dedicado a su particular transformación de la sociedad que no llevará a otra cosa que al desastre. España no es ahora sólo el último vagón del tren europeo, es posible que hasta llegue demasiado tarde para seguir subiéndose a él y hasta puede que se parezca más a un barco fantasma que se ha perdido entre las tinieblas tras las tempestades.