La reflexión nos hace libres, de ella renacemos cuál ave Fénix para plantear un nuevo punto de vista o para aceptar el que se nos está presentando, la reflexión debería de ser una de las prioridades de nuestro modelo educativo, perdón, de nuestros modelos educativos, para enseñar a nuestros jóvenes de hoy todo aquello que pueden conseguir reflexionando.
Reflexionemos, pues, aprovechemos el excelente artículo de Joaquín Estefanía en el País de hoy para reflexionar sobre el proteccionismo, el libre comercio, y lo pernicioso de lo aparente que, en demasiadas ocasiones, oculta lo evidente.
Si aceptamos que estamos inmersos en una crisis financiera terrible el siguiente paso debería de ser, aparentemente, conservar lo que tenemos, proteger lo nuestro, aplicando el algoritmo popular ‘virgencita, virgencita, que me quede como estoy’, con lo que salvaremos algo de la quema.
Sin embargo, mi tesis es que lo aparente oculta lo evidente. Lo aparente es que salvaremos algo de la quema, pero lo evidente es que conseguiremos que el incendio sea mayor.
Las medidas proteccionistas que han venido aplicando todos los países como medida ante la crisis, las cuales se han venido a llamar proteccionismo de baja intensidad, están resultando contraproducentes ya que están ayudando a industrias ineficientes, incapaces de competir y que, a la larga, acabarán por desaparecer provocando entonces el desastre que ahora se podría evitar permitiendo que sea el mercado el que castigue su ineficiencia.
El libre mercado, el comercio libre entre países, debería de ser una obligación básica de todo buen gobierno para premiar la buena gestión empresarial y castigar la ineficiencia. Los gobiernos deberían centrar sus esfuerzos en ofrecer protección social a los trabajadores víctimas de las empresas ineficientes, en lugar de malgastar sus recursos en mantener viva la llama de la ineficiencia.
Lo aparente es que protegiendo lo que se tiene se ayuda a la sociedad, lo evidente es que a la sociedad se la ayuda promoviendo la eficiencia, y la eficiencia se consigue con competitividad empresarial, y ésta se consigue con productividad laboral, la cuál se obtiene gracias a la formación adecuada, que es producto de un modelo educativo estable, sostenible y riguroso.
Llegamos, por tanto, a la conclusión de esta reflexión de andar por casa que se iniciaba defendiendo el libre mercado y que concluye otorgando a la educación la importancia que merece obligando a realizar una crítica, velada o no, al caótico modelo educativo español, que debería de estar centralizado para poder ser un bien público en toda su dimensión y no ser moneda de cambio en la negociación política.
Reflexionando que es gerundio, critico, pues, la educación en España y las consecuencias de su nefasta calidad en el tejido empresarial nacional.