Unos que se enriquecen, otros fracasarán, unos que ríen, otros llorarán, dinero sin ética, sólo importa ganar, bonus y subvenciones, ayúdame que luego nunca me acordaré de ti.
Los bancos estadounidenses han comenzado a salir de la crisis, a remontar el vuelo tras las turbulencias de las que fueron rescatados gracias al dinero público que les prestó Obama, a devolver esos préstamos y a recuperar el control absoluto sobre la gestión.
Y cómo el mal estudiante que siempre se equivoca en la misma pregunta o el mal amante que nunca recuerda el modo de abrir el sujetador de su amada, han decidido caer en los mismos errores que les llevaron al precipicio.
De nuevo se han vuelto a firmar bonus y compensaciones millonarias a Ejecutivos y Directivos financieros con causalidad perniciosa. Uno de los orígenes de la crisis financiera que estamos viviendo fue que los bonus que recibían los asesores del sector financiero estaban indexados al volumen de productos que endosaban, es decir, al número de hipotecas que concedían o al número de inversores para fondos de inversión que conseguían, sin importar la viabilidad de estas inversiones o la sostenibilidad de las hipotecas.
Pues bien, lejos de aprender de este error económico clamoroso, las entidades financieras estadounidenses que han sobrevivido a la quema están ofreciendo ahora las mismas condiciones y los mismos requisitos para los bonus.
No hay nada malo en premiar a los empleados por el trabajo bien hecho, pero el trabajo de un asesor financiero no es conseguir inversores a toda costa o conceder a hipotecas como quién despacha naranjas, sino conseguir clientes adecuados para cada producto financiero. De nuevo, volvemos a tropezar con la misma piedra.
Al final las deudas quedan, las gentes se van, otros vienen las pagarán, la vida sigue igual.