La estética es importante para la autoestima, pero llegados a un extremo, «la imagen» se convierte en el vehículo para ser feliz.
La globalización económica ha introducido muchos cambios en el estilo de vida. La moda y la estética también se ven inmersos en el proceso de creación de nuestra propia identidad.
La pluralidad de la moda se ve expuesta no sólo en los escaparates sino en nuestros cuerpos. Y aquello que escogemos se convierte en una marca de identidad.
El cuerpo y la mente se unen para alcanzar un objetivo: sentirse bien. En el intento de completar ese proceso encontramos dietas, cremas, gimnasios, cirugías y, en el peor de los casos, enfermedades.
La diversidad puede llegar a amenazar la libertad. La moda es un negocio y necesita consumidores. La ropa marca un estilo, promete una libertad nunca antes vista donde la mujer es más dueña de sí misma. ¿De verdad somos tan libres como para escoger nuestra propia imagen? El cuerpo se construye de acuerdo a un canon, el de la moda. Y el círculo mediático es el que marca la polémica.
La talla de las modelos y su extrema delgadez ponen las pasarelas y diseños imposibles en el punto de mira y hacen que se cataloguen como malos ejemplos.
Este mundo es poco real para la mujer de a pie. Lo que muestran no está al alcance de todos, menos aun en estos tiempos de crisis. En los tiempos que corren, lo llamativo resulta caro y, ahora más que antes, las rebajas son la mejor opción. Incluso el número de las operaciones de cirugía estética ha disminuido.
Lo que subyace es la idea de belleza, pues resiste ante el canon implantado. La libertad que la moda de hoy propone es la de convivir con distintas tendencias. El volumen y la fuerza que ha alcanzado la industria de la moda y la estética van de la mano con el auge de la publicidad y el despliegue de algunos medios de comunicación.
¿Podemos entonces escoger o dependemos de la propia imagen? A todos nos gusta sentirnos bien, el problema surge cuando nos dejamos de sentir libres al sentimos obligados por un determinado modelo.
Con cada estación, nuevos modelos proliferan en las revistas. En el caso del verano, con la llegada del calor, la ropa pone en evidencia las curvas o la excesiva delgadez. En el primer caso se quiere adelgazar y en el segundo ya es una necesidad.
La Fundación ABB lucha para prevenir y proteger a los jóvenes vulnerables de padecer trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia. Según esta institución, un 40% de las enfermas ha iniciado el proceso de adelgazamiento probando de las denominadas «dietas de verano».
La anorexia se considera la tercera causa de enfermedad crónica entre adolescentes españoles, con un origen emocional y psiquiátrico. La bulimia es otro trastorno severo de la conducta alimentaria en la cual los enfermos vomitan, toman laxantes y realizan ejercicios extenuantes para prevenir el aumento de peso. Los trastornos van acompañados de un miedo enfermizo a engordar. Hoy, la presión sociocultural tiende hacia la esbeltez y se lleva al extremo con la estigmatización de la obesidad.
Si no se puede lucir un cuerpo perfecto, decae la seguridad personal, basada en el aspecto físico. La estética es importante para la autoestima, pero llegados a un extremo, «la imagen» se convierte en el vehículo para ser feliz.
En los últimos años, la preocupación por el cuidado de la estética ha dejado de ser un patrimonio exclusivo de las mujeres. Una imagen agradable es una obligación social para los hombres también. Además de tener una dimensión social, la moda es un lenguaje personal que dice muchos nosotros, quiénes y cómo somos.
La moda es comunicación, tanto en la faceta social como en la personal. Una de sus funciones es gustar. Por eso, la búsqueda de la belleza es uno de los ejes principales para conseguir libertad, un anhelo que cada vez se comercializa más.
Karla Alejandra Rojas Armijos
Periodista