De nuevo otoño, / cuando regresa el sentir cotidiano / de lo pasajero y la melancolía se adueña / de la belleza de ser nosotros. /Amanece y ronda un viento frío / y un gris en el aire / se lleva el color de agosto maniatado.
Queridos amigos:
Ha vuelto octubre. Un octubre que nos hace empezar de nuevo, de vuelta de las vacaciones estivales, y acoger calurosamente al otoño, a ese otoño de tardes grises y aceras que crujen al paso del caminante. A ese otoño de belleza en el aire, templado, pacífico, mediador. Un otoño de esperanza, de inquietud, de aliento y desaliento, de sueños. Y, en este marco de belleza templada, recordemos esa otra canción, la canción de un cuento de Rodríguez Almodóvar que por estas fechas retorna a mi mente como paloma mensajera. Un cuento que, adoptando la forma de una carta, recogía las palabras de agradecimiento de una madre emocionada a otra madre de acogida española. Felicitaciones, pues, para todas esas madres, padres, amigos y hermanos que durante el verano han cargado con la gran responsabilidad física y psicológica de acoger en sus hogares a tantos niños de un mundo desfavorecido. Y felicitaciones a todos los que creemos en la templanza de la palabra y en la fuerza del amor, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la democracia, la libertad, como únicos instrumentos para resolver los conflictos del hombre y de la convivencia. Si a diario nos enfrentamos con cientos de situaciones que escapan a nuestro control – el azar, el tiempo, la enfermedad, la muerte-, entonces ¿por qué no tratar de remediar lo remediable? Todos llevamos algo dentro de aquello con lo que enardecía el gran escritor ruso León Tolstoi, la bondad, el amor y la palabra. Dejemos que afloren y hagamos uso de una buena dosis de generosidad, mucha generosidad.