Fundamentalismos y contradicciones de los demócratas. Pondré dos ejemplos de actualidad. El primero se refiere a la crisis de Honduras. Lo de Micheletti es un contragolpe, porque el golpista es Zelaya, ese chulito a lo Bush cuya jeta tanto recuerda, en lo físico y en lo psíquico, a la de Julián Muñoz. ¿O no es un golpe de estado modificar la constitución de un país para eternizarse en el poder? ¿Que ganó en las urnas? Bueno, ¿y qué? Eso no es una patente de corso caribeño para que haga y deshaga a su antojo. También ganaron las elecciones, en su día, Mussolini, Hitler, Perón y Chávez. Las habría ganado, incluso, el Caudillo, si se hubiera avenido a convocarlas. ¿Son, por ventura, demócratas los citados? No. Son o fueron dictadores, y sin embargo, por pasmoso que resulte, los fundamentalistas del sufragio universal, libre y directo corren ahora como un solo hombre en ayuda del sosias del ex alcalde de Marbella. ¡Todos a una! La ONU, la OEA, la UE, Zapatero, Obama, Moratinos, Clinton… Hasta el bueno (por tal lo tengo) de Oscar Arias, que no sé cómo se mete en eso. ¡Ah!, y la prensa, que baila el agua a un matón de guardarropía desprovisto de apoyo popular. ¿Por qué no lo dice? ¿Por qué se inventa movilizaciones de dos docenas de paniaguados? Urge que buelva (sic) Mel. Eso dice una pancarta. Rásguense las vestiduras los meapilas de la corrección política y denúncieme a la Suprema, pero lean a Spengler. Fue éste quien sostuvo que es un pelotón de soldados lo que, in extremis, salva la civilización. Yo no iría tan lejos. Lo matizaría añadiendo que sólo a veces, como en el caso de Honduras o en los de las Termópilas, Roncesvalles, Lepanto, Cabezas de San Juan (poco duró) y Normandía, llega a buen puerto esa operación rescate. La tropa es, de por sí, muy suya. Lo mismo salva la civilización que la hunde, pero eso es algo que también puede decirse de quien gana unas elecciones. ¿Por qué incurren los demócratas en la flagrante contradicción de cerrar filas en torno a un golpista como lo es Zelaya? La democracia, avalando a éste, se niega a sí misma, se autodevora y, en último término, se suicida, porque suicidio es convertir un sistema racional y razonable de organización de la cosa pública en mandamiento religioso y, por lo tanto, en fetichismo, superchería y superstición. Iba a aportar otro ejemplo: Berlusconi. Lo haré el próximo martes, si los inquisidores de la democracia no me han puesto para entonces los grilletes.
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Sobre el Autor
Jordi Sierra Marquez
Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.