Cuesta entender como la Unión Europea, que dispone de herramientas jurídicas que sindican como antidemocráticos y terroristas a muchos de los amigos del presidente Chávez deje pasar la recepción que le fuera ofrendada al dictador venezolano el 11 de septiembre en Madrid donde este demagogo, que encabeza un gobierno dictatorial y violador de los mas elementales derechos humanos desde mas de un decenio, fue recibido por Zapatero con altos honores.
¿Cómo es posible que un país democrático como España reciba a un dictador? Esta es la pregunta que se efectúan miles de españoles y no pocos venezolanos demócratas. Frente a circunstancias como las mencionadas, que no es más que un ejemplo de las tantas atrocidades del régimen chavista es difícil entender que haya españoles que le rindan tributo al golpista y represor caribeño. No menos difícil resulta comprender el motivo por el cual organizaciones de derechos humanos y empresarios le dispensan honores a Chávez, como si en Venezuela se respetaran los derechos humanos y la libertad de empresa, como si allí no hubiera persecuciones sobre numerosos opositores al régimen y las peores vejaciones sean ejecutadas sobre quienes no acuerdan con «la robo-lución castro-chavista-yihadista».
Sorprende que ninguna de las autoridades del gobierno español y la democrática comunidad europea haya cuestionado públicamente las violaciones a las libertades individuales que a diario se suceden en Venezuela. Por el contrario, el silencio manifestado puede considerarse como un implícito respaldo a las tropelías del «FÁ¼hrer Sudamericano» ya no solo contra los ciudadanos de su propio país, sino con las presiones fiscales y la asfixia a los capitales y las inversiones españolas en la tierra de Bolívar. Así mismo, se ignoro completamente que la razón por la cual Chávez se afianzo en el poder es por que vació de todo contenido las instituciones democráticas y viola sistemáticamente los derechos fundamentales de los venezolanos desde hace más de una década, manteniéndose en el poder precisamente por la falta de condena a su régimen por parte de «las naciones libres».
Si la política exterior de España ante Venezuela fuera una fotografía, esta podría resumirse «en los abrazos por igual del dictador Chávez a empresarios franquistas y al presidente de gobierno Zapatero ante la mirada satisfecha del canciller Miguel Ángel Moratinos». El mundo observo un Chávez visiblemente relajado que se definió como demócrata y revolucionario en la medida en que lo necesita su pueblo y aseguró que su régimen es «completamente democrático», que reparte la riqueza del petróleo «salvo entre los opositores favorables al imperialismo» y desde luego, negó cualquier acto de corrupción o atropello a los derechos humanos, asevero que en Venezuela no se tortura «prácticamente» a nadie y puso mucho énfasis en que «no entiende» por qué las empresas españolas no están más presentes.
Lo cierto es que el pueblo de Venezuela, al igual que el cubano, simboliza la heroica resistencia al fósil residual del totalitarismo comunista desaparecido con el infame muro de Berlín y son ellos los que libran la última gran batalla de la Guerra Fría en el siglo XXI. España, debería ayudar a que esa batalla por la libertad y la democracia la ganen ambos pueblos y no brindar honores a un dictador desquiciado como Chávez luego de su periplo por capitales como Trípoli, Damasco y Teherán que no son más que cuevas de regimenes opresores y antidemocráticos.
Lamentablemente, el señor Zapatero desperdició una excelente oportunidad para demostrar su compromiso con los derechos humanos y los derechos ciudadanos que su administración tanto declama. Pero ello no debe sorprender; el jefe de gobierno español ya demostró su desinterés en reiteradas oportunidades ante el drama que viven los disidentes cubanos y no tiene la menor idea que la voz de España esta llamada a liderar (por historia) la defensa de la libertad y la democracia en América Latina. De allí que no hubo reclamos serios y responsables al dictador venezolano para que respete las libertades propias de un sistema democrático en su país.
La visita de Chávez, en síntesis, sólo dejó interrogantes sin respuestas y profundas dudas sobre la verdadera vocación democrática de quienes lo invitaron y le rindieron honores más que inmerecidos. Pero también pone de manifiesto que España necesita recomponer una política Iberoamericana verdaderamente española. Á‰sta es una faceta más de esa urgente recuperación del rumbo de España en una política exterior seria y responsable. De aquella España que durante la administración del presidente José Maria Aznar fue pujante, responsable y abierta, llevando concordia y multilateralidad positiva hacia América Latina.
Sólo cabe esperar que las naciones democráticas de la Unión Europea no repitan el error del gobierno del PSOE. La visita del fascista tropero a España ha sido una vergÁ¼enza internacional (estéril e innecesaria) a la que Zapatero sometió a su país y sus conciudadanos, un hecho más de la extensa cadena de errores de su administración que quedara registrado y potenciado en la historia «nada menos que un día 09-11».
En el pasado, España ha sido un ejemplo vivo de resistencia frente al totalitarismo y las injusticias: Don Pelayo; Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, Lepanto y las Navas de Tolosa forman parte de su rica historia. Los españoles se sacrificaron durante años para preservar y mantener viva su libertad. España ha sido la salvaguarda de Occidente en no pocas incursiones totalitarias desde tiempos inmemoriales. ¿Qué sucede hoy? Pues todo lo contrario, y ello por políticas carentes de estrategia que seguramente los ciudadanos españoles habrán de cobrar a este gobierno en el futuro y al momento de votar.
Pero la falta de decoro no acaba con la visita de Chávez. Si de recibir dictadores se trata, unas horas después, visito Madrid otro «demócrata latinoamericano«, el presidente boliviano, Evo Morales -discípulo de Chávez y saqueador de empresas españolas- y el próximo invitado del PSOE será el presidente libanés, Michel Sleiman, un oscuro general, que alguna vez fue un buen militar antes de su presente como marioneta siria-iraní, y porque no, dada su investidura, participe responsable de que la aerolínea de bandera -Iberia- haya dejado de volar la ruta Madrid-Beirut desde hace dos años ante los constantes acosos que padecía y por lo decidió cerrar sus oficinas en Líbano para no continuar pagando protección e «impuestos revolucionarios» que le aplicaban los integristas locales, para evitar que alguno de sus aviones padezca un «accidente por algún desperfecto técnico». Esa es la verdad de porque se marcho Iberia del Líbano según la información que me brindo mi fuente -un oficial- del comando de inteligencia del ejercito libanés, del que Sleiman es su comandante en jefe, aunque la versión (económica y políticamente correcta) de la empresa haya sido la escasa rentabilidad de esa ruta.
Ante tantos dislates, huelgan comentarios sobre la dirección y el destino de la política exterior del gobierno del señor Zapatero y su canciller Miguel Ángel Moratinos. Cuando lo que se recibe y a lo que se brinda honores es, en definitiva, a la filosofía del fracaso, al credo de los violentos, a la prédica de la envidia y a la distribución de la miseria en forma igualitaria para sus pueblos.
¡Que vergÁ¼enza! Mas bajo no se puede caer.