Dejemos que la ciencia, mucho más allá de intereses económicos y mediáticos, sea la auténtica referencia de cómo debe gestionarse una pandemia hasta ahora benigna.
No seré yo, que en la década de los sesenta puse en marcha el Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad Infantil, quien abogue ahora por una reducción de los esfuerzos preventivos en sanidad, en seguridad, frente a catástrofes naturales o provocadas.
Pero sí me creo en la obligación, como ciudadano y «especialista», de reclamar una urgente moderación de los excesos publicitarios y de las inexactitudes científicas que están originando una gran conmoción popular tanto a escala internacional como local.
El virus H1N1 se propaga rápidamente pero sus efectos patológicos son sensiblemente menores que los de la gripe «estacional». No puede decirse «se muere por el virus H1N1» o «de la gripe A», sino -por tratarse en la práctica totalidad de los casos de enfermos con graves dolencias — que se ha fallecido con un virus que ha podido, a lo sumo, complicar el cuadro clínico y acelerar el desenlace.
La «contabilidad» de la morbilidad y, sobre todo, mortalidad de la gripe A deberá realizarse con estrictos criterios y «volver a la normalidad» en la sociedad, como ha reclamado la Ministra de Sanidad de España, al tiempo que, como es necesario y adecuado, ha establecido un orden riguroso de protección de los más vulnerables al contagio.
La Organización Médica Colegial ha advertido también y con buen tino que «se está creando una angustia exagerada en torno a la gripe A».
Tenemos muchas cosas en las que ocuparnos para no distraernos más de lo debido en temas como éste. De lo contrario, habremos perdido una gran oportunidad de cambios radicales en el sistema social, económico y medioambiental.
Menos aspavientos y, en cambio, escrupulosa atención a la posible (no probable) mutación del virus, como el que causó en un contexto sanitario muy distinto y de gran precariedad, la «gripe española» en 1918-19. Recibió por cierto esta dominación no porque se originara en España sino porque, iniciada en Estados Unidos, los países entonces en guerra no desearon facilitar datos de esta índole.
Los cambios en la virulencia de la gripe estacional que han tenido lugar hasta ahora -con la excepción de la de 1968-69 – se han caracterizado por una menor capacidad de difusión, localizándose en determinadas áreas y, desde un punto de vista global, han carecido de relieve sanitario. El H1N1 es muy contagioso, pero leve. El H5N1 es poco contagioso, pero grave.
Las vacunas polivalentes provocan la respuesta del sistema inmunitario en los pacientes, produciendo anticuerpos frente a los distintos tipos de virus debidamente desactivados.
El virus H1N1 es más «fuerte» que los tres considerados responsables de la gripe «normal», de tal modo que es muy posible que los infectados con el virus A no padezcan los síntomas de la enfermedad causada por los otros virus más «débiles».
La facilidad de secuenciación actual de los virus permite detectar rápidamente las alteraciones de los mismos, de tal forma que se pone de manifiesto con gran celeridad cualquier cambio en la conformación de los mismos, en se estructura.
Hace poco días, la OMS comunicaba que el virus H1N1 no ha mutado en el hemisferio Sur, donde ha coincidido ya con la gripe estacional en los meses pasados. Es previsible que ahora, en el invierno del hemisferio Norte, pase lo mismo. Pero hay que estar ojo avizor.
Junto a la mutación, el desarrollo de formas resistentes a la inmunización natural o por vacunas, debe también tenerse en cuenta.
Esperemos que, como sucedió hace cinco años con la «gripe aviar», el número de víctimas sea muy escaso y que el pánico se contenga, evitando malestar social y preocupaciones innecesarias.
Dejemos que la ciencia, mucho más allá de intereses económicos y mediáticos, sea la auténtica referencia de cómo debe gestionarse una pandemia, benigna en este caso… con todas las precauciones adoptadas, por si, en un momento dado, deja de serlo.
Federico Mayor Zaragoza
Presidente de la Fundación Cultura de Paz y ex Director General de la UNESCO