Hombres y mujeres, mujeres y hombres, la dicotomía universal, los hombres ocupando los puestos laborales desde que el mundo es mundo y las mujeres luchando por llegar a alcanzar a su némesis sexual en reconocimiento laboral, que no en productividad ni en eficiencia, porque en estos aspectos ya le alcanzó hace mucho tiempo.
Las mujeres son más creativas, más empáticas, más capaces para el aprendizaje, más hábiles para la negociación y fomentan mejores ambientes laborales. Sin embargo, reciben una compensación económica menor por su trabajo, ¿por qué?
La razón que esgrimen los empresarios, en privado nunca en público, es que es una protección ante el mayor ratio de bajas que se toman en comparación con los hombres, lo cuál no está demostrado bajo ningún concepto.
Por no hablar del dilema ético que provoca el penalizar a un trabajador por supuestas bajas ficticias que no se producen en realidad, y sin olvidar que el menor salario que reciben las mujeres no es la única arista de este problema, ya que también hay una mayor temporalidad entre las mujeres que entre los hombres.
Eso se debe a que los empresarios no quieren realizar contratos indefinidos a mujeres y prefieren utilizar los contratos temporales que les permitan no renovarlas en cuanto se queden embarazadas, lo cuál es una verdadera vergÁ¼enza.
Esta situación se da por una doble realidad de nuestra sociedad. Por un lado, la falta de conciencia social de muchos empresarios que no comprenden que sus trabajadores son una parte de su empresa, una inversión a largo plazo y no un coste.
Y, por otro, el marco jurídico laboral que permite esta situación al no igualar los derechos de hombres y mujeres a la hora de bajas y permisos por maternidad. Ello provoca que siempre sea la mujer la que se la toma, al ser mayor, con lo que es la que queda penalizada por el empresario.
En definitiva, la mujer cobra menos y sufre una mayor temporalidad, en un entorno social que se llama paritario pero que sigue siendo sexista y favorecedor del hombre. Ante ello, hay que seguir discriminando positivamente la contratación femenina e igualar los derechos paternales y maternales por nacimiento de hijo.
Hasta que no se acometan estas reformas esenciales seguiremos viviendo en un entorno sexista y nunca paritario.