Hoy era el día clave. Después de celebrar la fiesta de «Acción de Gracias», el comandante Malik Nidal iba a ser enviado a Afganistán. Esa es, probablemente, la razón que le llevó, el pasado día cinco, a matar a trece compañeros y herir a otros cuarenta y dos. Las primeras noticias le dieron por muerto, pero, contra todo pronóstico y a pesar de haber recibido cuatro disparos, Nidal ha sobrevivido y ahora tendrá que enfrentarse a un tribunal. Probablemente este militar del ejército norteamericano, musulmán y psiquiatra, no contaba con eso. La suya es una historia de fidelidades imposibles, la historia de un hombre que, en un día de furia, puso en marcha su particular guerra santa o su locura. Su objetivo era el ejército de los Estados Unidos. Las víctimas parece que, simplemente, estaban allí.
Los periódicos norteamericanos dijeron que los disparos que impactaron en Malik Nidal Hasan salieron del arma de una mujer, policía militar, llamada Kimberly Munley, pero el tiroteo necesita aún aclaraciones, como saber si todas las víctimas lo fueron del comandante o del fuego cruzado que se estableció en el recito de Fort Hood, en Tejas. El presidente Obama asistió a los funerales por los muertos y aseguró, en sus primeras declaraciones, que, como comandante en jefe, se iba a asegurar de que “se obtuvieran todas las respuestas” con respecto a este “terrible incidente”.
Todo comenzó a las 13;30 hora local y tuvo lugar en el Centro de Preparación de Soldados, donde se estaba llevando a cabo una ceremonia de graduación. Fort Hood es la mayor base militar del mundo y alberga a 55.000 militares. De aquí han salido 500 de los más de 4.600 combatientes que han perdido la vida en Irak. Testigos del ataque contaron que Hasan gritó en árabe “¡Alá Akhbar!” (¡Alá es grande!) antes de abrir fuego contra sus compañeros.
La misión de este hombre de 39 años, de cara redonda y aspecto tranquilo, era tratar a los soldados que sufrían desequilibrios emocionales a su regreso de los frentes de Irak o Afganistán. Durante ocho años desempeñó esa labor en un hospital militar deWashington y escuchó sus dramáticas historias. Los trastornos de estrés postraumático en los militares se han convertido en un problema de salud y son, según fuentes médicas, el origen principal del alto número de suicidios en el Ejército de EE.UU.
Nidal sabía que, inmediatamente después de comer el pavo, el día de acción de gracias, que se celebra el último jueves de noviembre, iba a ser destinado al frente. Un antiguo compañero de filas dice que Hasan estaba haciendo todo lo posible por evitarlo.
Una tía del militar, Noel Hasan, declaró que su sobrino se había sentido perseguido y rechazado por sus compañeros tras los ataques del 11-S. Al parecer, Hassan esperaba que el presidente Barack Obama retirase las tropas de Afganistán e Irak. El médico musulmán solía discutir con otros colegas que respaldaban esas guerras y eso no le debía hacer muy popular. Su familia era consciente de que quería abandonar el ejército, incluso devolviendo, si era necesario, el dinero de su educación, pero no les había dicho que le mandaban al frente. Ahora se sabe que el comandante había recomendado que, a los soldados musulmanes, se les debía dar la opción de abandonar el ejército como «objetores de conciencia» para disminuir lo que él calificó de «eventos adversos».
El comandante Nidal nació en Arlington (Virginia). Sus padres, de origen jordano, habían emigrado desde Palestina. Ellos se oponían a que se hiciera militar, pero el joven Malik les dijo que quería “trabajar por su país”. El Ejército de Estados Unidos pagó sus estudios de medicina y luego su especialización en psiquiatría.
Un primo suyo, que ejerce de abogado en Virginia, comentó a los medios de comunicación que Hasan empezó a ser cada vez más devoto a raíz de la muerte de sus padres. Su padre murió en 1998 y su madre en 2001. El imán de Silver Spring (Maryland), la mezquita a la que Hasan acudió durante 10 años, lo describe como orgulloso de su trabajo en el ejército y muy serio con su religión. Probablemente, con el tiempo, se hizo más difícil compaginar ese “orgullo” y esa “seriedad”. El imán, llamado Faizul Khan, aseguró que Hasan quería casarse “Buscaba a una mujer que rezara cinco veces al día y llevara hijab, y las que él conocía no cumplían esos requerimientos”, dijo. El dato parece indicar que la religión estaba ganando el pulso, si es que existía tal pulso, en el interior de Nidal.
Un vídeo tomado por una cámara de seguridad de una tienda, emitido por la CNN, nos mostró a Hasan el mismo día de la masacre, vestido con una túnica blanca, entrando a comprar su desayuno. El propietario del local dijo que le encontró «normal». También explicó que, a pesar de ser de origen jordano, el comandante Nidal no hablaba bien el árabe y que sabía que iba a ser enviado a Afganistán, lo que le tenía «muy disgustado”.
Después del tiroteo, las agencias de inteligencia comunicaron que, a finales del año pasado, cuando estaban vigilando los contactos de Anwar al Awlaki, un imán que simpatiza con Al Qaeda y que abandonó en 2002 los Estados Unidos, localizaron comunicaciones electrónicas con el mayor Nidal Malik Hasan.
Sin embargo, los investigadores, incluyendo al FBI, consideraron que los escritos de Hasan eran coherentes con su obra académica, y que no ofrecía ninguna indicación de que estuviera planeando un ataque o siguiendo las órdenes de nadie.
En un mensaje publicado en su sitio de Internet, el imán Awlaqui, desdeYemen, dijo que el militar estadounidense había cometido un «acto heroico» durante el ataque de Fort Hood, lo que, ciertamente no ayuda nada a Nidal, que, por el momento, se ha acogido a su derecho de pedir un abogado y no ha querido hablar con los investigadores militares.
Por otro lado, el ejército de Estados Unidos ha prometido prestar más atención a los soldados que muestren señales de estrés para que reciban ayuda. El comandante de Fort Hood, el general Robert Cone, aclaró, por si había dudas, que la religión no juega ningún papel en esta nueva disposición. «Buscamos gente que tenga graves problemas personales y comportamientos que no tienen nada que ver con la religión», dijo.
Porque sí, quizá haya más militares sometidos a presiones que les sobrepasen o que no soporten ser destinados a conflictos con los que están en radical desacuerdo. Y conviene detectarlo, cualquier cosa antes de que a alguien se le vuelva a ocurrir que no tiene más salida que morir matando. Aunque Nidal, a diferencia de sus trece víctimas, no ha muerto, así que aún tiene que contar su historia.