Releyendo mis cuadernos económicos de la universidad me he encontrado con la siguiente cita, que siempre nos contaba nuestro profesor de Historia Económica, el cuál nunca nos reveló ni su origen ni su dueño:
‘Cuando fui asesor de Brézhnev en Rusia, éste me dijo lo siguiente: «Tengo cien guardaespaldas y me han dicho que uno es un infiltrado que puede asesinarme, el problema es saber quién es ese traidor»; cuando fui asesor de Pompidou en Francia, éste me dijo lo siguiente: «Tengo cien amantes y me han hecho saber que una tiene el sida, el problema es saber cuál es»; y, cuando fui asesor del Presidente Bush padre, en Estados Unidos, éste me dijo lo siguiente: «Tengo cien asesores economistas, y el problema radica en saber cuál es el cuerdo». ‘
Esta cita refleja perfectamente el sentimiento de perplejidad que tiene el ciudadano medio ante la situación económica que está viviendo en estos momentos. Una situación en la que las previsiones de hoy no sirven para mañana, y las de ayer parecen de la prehistoria, mientras que las de mañana están basadas en una realidad equivocada, porque se hacen en base hoy, cuando mañana será mañana, y no hoy.
El ciudadano medio no puede comprender como es posible que eruditos economistas obsesionados en el análisis de todas las estadísticas y todas las cifras, no sean capaces de explicar lo que está sucediendo o, incluso, no lleguen a conclusiones idénticas.
Sin embargo, la explicación es más sencilla de lo que parece.
La economía no es una ciencia exacta, como lo puedan ser las matemáticas, la física o la química. La economía es una ciencia social, una ciencia que utiliza como herramienta para obtener sus conclusiones el comportamiento humano, y es sencillo de comprender que el comportamiento humano es mucho más volatil e impredecible que unas sustancias químicas, unas operaciones aritméticas o unas partículas infinitesimales.
Unos economistas, por tanto, analizaran la situación en base a un tipo de comportamiento de los individuos que conforman la sociedad, y otros lo harán en base a otro. Unos darán importancia a unas variables, mientras que otros le darán importancia a otros.
Y ahí radica, precisamente, la grandiosidad y lo apasionante de una ciencia como la economía, porque permite arrojar opiniones diversas, enfrentadas y antagónicas a partir de la misma realidad.
Permite ofrecer visiones completamente diferentes partiendo de datos idénticos, debido al diferente peso que se les de a unos datos u a otros, y con ello generar debate y controversia.
Y ese debate, esa controversia que, para algunos, genera incertidumbre, genera falta de estabilidad, permite avanzar a la sociedad, permite encontrar el justo medio de la teoría económica, ese lugar en el que convergen los intereses de la mayoría, ese lugar al que siempre tiende la economía, pero al que nunca llega, en una clara analogía de la búsqueda de la felicidad del ser humano.